Esta película va en contra de la pena de muerte, pero no se la rechaza ciegamente sino que se exponen los dos puntos de vista y se ponen en una balanza quedando como mejor el rechazo a la pena de muerte. Pero no se va simplemente en contra de la pena de muerte, sino en contra de todo tipo de asesinato, tanto de una persona como del Estado (por cierto, tiene gracia que el país que se supone que es el abanderado de la democracia mundial admita este tipo de condena entre otras muchas cosas dignas de una dictadura). También se humaniza a las personas del corredor de la muerte y se nos muestran no como monstruos sino como personas, personas desgraciadamente condicionadas por circunstancias de la vida que les hacen pensar o actuar de manera equivocada. Desde el film también se hace un rechazo claro a todo odio, que no trae nada bueno, y se muestra al amor como el mejor sentimiento que puede tener una persona (cómo hubiera cambiado la vida de ese chaval con un poco más de amor y compresión...). Además, las interpretaciones son de lujo: muy bien Susan Sarandon y un sensacional Sean Penn, especialmente en los sobrecogedores minutos finales. Una muy buena película de muy nobles propósitos.