Un inicio poco alentador con un transcurso ligeramente (bueno va, lo admito...) tedioso no impide al film de calificarse como interesante siempre y cuando dejemos pasar por alto algunas incongruecias en el guión dejándose de lado algunos hechos que resultan más o menos inverosímiles. No obstante se puede decir que durante la primera hora sin pasar nada relevante me entusiasmaba seguir la historia y eso tiene una explicación razonable, a ello se debe la atmósfera que el director consigue, cuidada y serena con una espesa niebla que incluso te deja la sensación de frío metida en el cuerpo. Ese trenecito va caminando y parece que el director encuentra una parada con bastante mejores áspectos cuando el desinterés de seguir la cinta iba in-crescendo, de sopetón por arte de magia se observa algo que llama la atención, algo que remueve la mente del espectador. A partir de entonces, ese in-crescendo negativo se reemplaza por uno positivo mediante el cual el espectador busca la respuesta de quién será el que salga perdiendo en ese juego de tonalidades opacas y misteriosas que la cinta obstenta.

A nivel interpretativo, subrayar las actuaciones que en general son notables destacando a un genial Woody Harrelson.

Con una cuidada fotografía, a mi gusto el guión está bastante elaborado y las conspiraciones que se suceden alrededor de esa intrigante atmósfera provocan que el espectador se divierta durante la segunda mitad de la cinta, consuelo este que evita el tedio de alguna manera de la primera y que hace que la película vaya de menos a más. Y es que el viaje en el trenecito será recordado por el mal ambiente que se respira en el interior lleno de disparatadas conciencias y sobretodo por esa atmósfera comentada que le da más si cabe al juego interesante con el que Brad Anderson nos deslumbra. Buena película.