Narvel lleva una vida meticulosa y ordenada como jardinero jefe de la mansión de la viuda Haverhill (Sigourney Weaver). Una voz en off leída de su diario personal irá construyendo una descripción metafórica de su vida a partir de las diferentes formas de jardinería y peculiaridades florales hasta el día en que aparece Maya, una sobrina nieta de la señora que muchos años atrás había pasado alguna temporada en la mansión. Narvel recibe el encargo de acogerla como aprendiz con una voluntad sanadora para la chica. Este hecho abrirá una nueva etapa en la que se destapará un pasado truculento de nuestro protagonista.
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Joel Edgerton da vida con una buena interpretación a un prototipo de antihéroe muy representativo del director Paul Schreader —en este sentido hay que recordarlo como guionista de los icónicos protagonistas de "Taxi driver" (1976) o "Toro salvajtoe" (1980) — refugiado en una rutina ritualizada mientras se intuye una olla a presión contenida con una válvula de seguridad que empieza a silbar a través de todos los poros de su piel tatuada.

La aparición y los nuevos escenarios que abre Maya permite una nueva oportunidad vital como una forma de renacimien en busca de un destino donde el peso del pasado está siempre presente como una losa. Es en estos momentos donde tus propias decisiones pueden hacer que nazcan flores y plantas sobre el asfalto de la carretera de tu vida —metáfora casi literal en una de las secuencias más atrevidas y juguetonas de la película que anticipa su final donde el veterano director se permite todas las licencias.

Paul Schrader nos invita a un viaje de redención en medio de un triángulo de relaciones digamos "oscuras" donde los fantasmas del pasado mostrados en forma de acertadas retrospectivas y los giros de guión oportunos y enérgicos nos mantienen en una magnética atención aunque los perfiles de los personajes queden algo desdibujados y el director se permita un monumental guiño final con el recurso estereotipado del amor sanador. (6)