Bien, como digo, todo iba más o menos bien dentro de lo que cabe esperar en este subgénero que a mí suele gustarme a pesar de sus defectos.
Pero la escena del final me dejó las cosas claras de que esto es un bodrio y no hay más que hablar.
Ahora resulta que el fantasma no es que quisiera matar, sino lo que quería era terminar la representación teatral. Y en el último momento, los dos protagonistas se ponen a interpretar la escena, así porque sí. Y la chica le cambia el nombre al otro por el del personaje de la obra, y el otro va y se pone la horca al cuello, y se mata. Luego los focos se cambian, la chica reverencia a un público formado por una sola persona que no vemos. Sea el fantasma o la novia del fantasma la persona que aplaude, la escenita de marras me da vergüenza ajena y hace que la película muera de suicidio por ahorcamiento. ¡Patética!