Años antes de inventar el concepto de “western crepuscular” con “Sin perdón”, Clint ya hizo algo bastante parecido con esta película.
Además, en ese momento el género estaba completamente de capa caída y algo pasado de moda. Pero Eastwood suele ir contracorriente y se atrevió a volver a sus orígenes en el cine, aunque con bastantes años más de cuando rodaba en Almería.
“El jinete pálido” es de 1985, pero tiene todo el estilo y sabor de los grandes clásicos, eso sí, con algo más de violencia. Es una historia arquetípica que funciona a la perfección. Hay familias inocentes maltratadas por un grupo de malvados, que son malos solo porque pueden. Y también hay un justiciero solitario y poco hablador en el que pocos actores encajarían tan bien como lo hace este. El predicador es un personaje misterioso del que no conocemos su pasado ni su nombre. Por cierto, una vez más, la voz de doblaje de Constantino Romero le da aún más calidad a la actuación.
En el resto de elementos, destacaría la fotografía.
Soy consciente de que no es el mejor trabajo de su carrera, pero a mí personalmente me gusta bastante, incluso cuando la vi de pequeño, y eso que no es un film muy familiar precisamente.
Al volverla a ver, me ha llamado muchísimo la atención lo de la muchacha. Eastwood siempre se las apaña para ser políticamente incorrecto, aunque en su momento igual el tema pasaba un poco más desapercibido que si la vemos ahora (2020).
Y como curiosidad, la escena más divertida es en la que el predicador, inesperadamente, tiene un encuentro con, nada más y nada menos que el “Tiburón” de las películas de Roger Moore como 007. Por lo que parece, Richard Kiel no tenía demasiados registros actorales ni frases que decir en sus películas de los 80.