La originalidad es que se trata de una película muda, que la fotografía es muy buena y que la puesta en escena está muy bien, así como el atrezzo. La película evoca la significación del cine como un arte que muchos profesionales, increíblemente, creyeron perfecto e inamovible sin percatarse de que la sonoridad de la palabra es un elemento imprescindible. Esta comedia romántica cuenta una historia archirrepetida en el séptimo arte, aunque aporta, justo es decirlo, una reflexión sobre un grave problema que realmente existió: la ruina de los actores que se hundieron por no tener una buena voz. La peli entretiene y los actores imitan acertadamente la mímica de la época muda. La dirección es buena y la interpretación correcta, quizás hay un pero para Jean Dujardin, actor simpático pero un poco "cargante", que sobreactúa con una sonrisa repetitiva. Más sobria y acertada está su partenaire Bérénice Bejo, que tiene varias escenas de calidad en las que sus ojos reflejan a la perfección sus sentimientos. Dujardin no baila muy bien que digamos y Bérénice se defiende. Claro, no son Fred y Ginger. Es un film demasiado premiado.