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Voto de Nacho Ambigú García:
8
Terror Inspirada en una historia real sucedida en el madrileño barrio de Vallecas en los años 90. Tras hacer una ouija con unas amigas, una adolescente es asediada por aterradoras presencias sobrenaturales que amenazan con hacer daño a toda su familia. (FILMAFFINITY)
8 de septiembre de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los miedos que uno experimenta mientras ve una película no son siempre una proyección literal de los temores que se padecen en la realidad. Por lo que a mí respecta, ni brujas, ni vampiros, ni zombis, ni monstruos o criaturas oriundas de dimensiones o planetas ajenos me alteran ni mucho menos me quitan el sueño de una noche cualquiera, aunque un rato antes, en el cine, haya temblado en mi butaca como un flan en un vagón de tren.

Paco Plaza —por su cuenta, o en compañía de Jaume Balagueró— se ha especializado en acercar los mitos y tradiciones terroríficas de la ficción a un terreno doméstico, al tiempo que, casi paradójicamente, ha optado por dotar de una personalidad aterradora a sujetos y escenarios que uno siempre ha identificado con la rutinaria cotidianidad, y alejados, por tanto, de los arquetipos del género.

En “REC” era la escalera de vecinos, y en “REC3: Genesis” un bodorrio típicamente castizo (la segunda entrega me la salto como si fuera un falso recuerdo), por lo que parece lógico que el siguiente paso para ir más allá no fuera otro que extraer la materia prima de la propia realidad. La historia que cuenta “Verónica” se basa en el que es, según se dice, el único expediente policial de nuestro país en el que se alude de manera concreta a fenómenos paranormales o, como mínimo, imposibles de explicar usando la lógica racional.

Una sesión de güija perpetrada por tres adolescentes en un colegio de monjas de Vallecas es el punto de arranque, y en este aspecto no es que haya nada demasiado original (presencias fantasmagóricas, sustos, ruidos extraños, delirios oníricos aterradores, etc.); incluso diría que la película peca del innecesario cliché de la monja ciega —trasunto de la enana de “Poltergeist” (Tobe Hooper, 1982), para entendernos—, un personaje-pegote que parece tan forzado como los travestis de Almodóvar o los números musicales de las películas de los Hermanos Marx.

Dejando esta concesión a un lado, lo más atractivo de “Verónica” es el mérito de sacarle jugo al contexto —barrio obrero, gente corriente— para asustar de verdad, meter el canguelo en la cocina o debajo de la mesa camilla, usando además como base de esos terrores el desbarajuste familiar y social de la protagonista (lo que podría favorecer, en último término, la interpretación simbólica o directamente realista de los hechos).

Tampoco se olvida Plaza del humor negro —seña de identidad más que contrastada—, introducido sobre todo a través de unos personajes infantiles que están milagrosamente bien interpretados. Igual de bien funcionan los guiños a la época y los homenajes sutiles, como el que le brinda al pionero Chicho Ibáñez Serrador.

Mención de honor merece la música, con dos excéntricos pilares en su banda sonora: uno, la cancioncilla de un spot publicitario del limpiador Centella; y el otro, las canciones de Héroes del Silencio, que sirven para retratar a Verónica como la adolescente de los 90 que fue, y cuya lírica grandilocuente y esotérica liga a la perfección con lo que las imágenes nos van sugiriendo.

Si estáis hartos ya de casoplones en las afueras de Ohio o Kentucky, de guantes de béisbol sagrados y familias modelo incordiadas por demonios y niñas paliduchas con voz de cazallera, sabed que tenéis una alternativa para saciar vuestra sed de terror en un piso de protección oficial a un costado de la M-30, en un barrio humilde donde viven familias desestructuradas y los parroquianos burlan la crisis y el aburrimiento viendo al Rayo Vallecano en un bareto con olor a fritanga. El miedo no es clasista.
Más información en http://ambigugarcia.blogspot.com.es/
Nacho Ambigú García
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