Es verdad que en los tiempos que corren resulta más incómodo posicionarse taxativamente en contra de las películas más flojas. Cuesta mucho levantar un proyecto que esté a la altura y acaba quedando como lo fácil el desprestigiar aquellos trabajos. Pero no por ello hay que derrumbarse en el conformismo. Esta reflexión me llega al ver 'Secuestrados', una película pequeña por los escasos medios con los que cuenta, pero que los sabe exprimir de tal forma que será distribuida en cantidad de países a los que nunca llegará 'Pa negre'. El terror y el thriller son géneros que con un envoltorio "palomitero", atemporal y amenazador, pueden hacerse un hueco en cualquier cartelera de un centro comercial.

La premisa de 'Secuestrados' es clara y nada engañosa: doce planos secuencia, un chalet, un matrimonio, su hija única, tres atracadores y unos extras que pasan por el lugar menos indicado. Por eso quizá uno no salga mosqueado tras ver la película, porque al menos es sincera en ese aspecto. El título puede inducir a un secuestro, pero se trata más bien de un atraco llevado al límite, no insospechado en este caso puesto que su baza es el realismo, el hacer veraz la propuesta y hacer partícipe al espectador de los macabros sucesos. La víctima podrías ser tú, parece querer decirnos la película. De ahí que utilice los primeros minutos de metraje para adentrarnos en la vida familiar de unos personajes que sabemos que sufrirán en cuanto lleguen los intrusos. Una cotidianeidad falta de gracia y de chispa, que es donde ya se empiezan a vislumbrar los defectos de la cinta: el contexto importa bien poco y todo gira en torno a la posterior agonía de los protagonistas y al regocijo o compasión que infundirá en el espectador. Ello sin contar con uno de los prólogos más confusos que se recuerdan.

Tiene mérito para los actores que sufran de esa forma y constantemente en apenas una docena de planos, por el enorme esfuerzo físico que eso supone. Lo que ocurre es que aún así, e incluso utilizando unos interesantes planos cortados que duplican la acción, la propuesta no alcanza, ni de lejos, la etiqueta de reformadora de este microgénero de asaltos en las casas. Compararla con 'Funny Games' de Michael Haneke, aunque sea para hacerlo en un mal sentido, es hacerle un grato favor a 'Secuestrados'. Aquí la psicología de los personajes parece guardarse en el desván de la casa. O en el diván, a saber. Y es que lo predominante en esta cinta falta de moral (o con una muy cuestionable), es la cámara bien próxima a los sujetos para buscar lo gratuito de la situación, los golpes, los sollozos y la desesperación en primer plano. Para terminar infundiendo misterio en los propios ladrones, que ya no saben a lo que atracan, si a los de dentro o a los que hay fuera de la pantalla.