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Voto de Miquel:
7
6,4
10.017
Western. Aventuras
Tras su huida de los Estados Unidos, el legendario forajido Butch Cassidy y su amigo Sundance Kid murieron en Bolivia en 1908, en un tiroteo. Esto es lo que dice la versión oficial. Esta otra leyenda, en cambio, nos dice que Cassidy sobrevivió y que, después de vivir escondido durante veinte años, lo que deseaba era volver a su país. Sin embargo, cuando conoce a un joven ingeniero español que acaba de robar una mina que pertenece al ... [+]
29 de agosto de 2012
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Western realizado por Mateo Gil (Las Palmas, 1972) (“Nadie conoce a nadie”, 1999). Escrito por Miguel Barros, desarrolla una historia original referida al atracador de bancos norteamericano Butch Cassidy, al que supone que sobrevivió al tiroteo que en 1908 le costó la vida a él y a su compañero de fechorías, Sundance Kid, en un enfrentamiento con el Ejército boliviano. Se rueda íntegramente en escenarios naturales de Bolivia (Potosí, La Paz…). Nominado a 11 premios Goya, gana cuatro (supervisión de producción, diseño de vestuario, fotografía y dirección artística). Producido por Ibón Cormenzana y Andrés Santana para Ariane Mararía Films, se proyecta por primera vez en público el 1-IV-2011 (Las Palmas Film Festival).
La acción dramática tiene lugar en Bolivia en 1927, casi 20 años después de la desaparición de Butch Cassidy. El film supone que sobrevivió al enfrentamiento armado de 1908 en San Vicente (Bolivia). Butch vive bajo el nombre ficticio de Blackthorn en una localidad apartada y solitaria, dedicado a la cría y doma de caballos. Ocasionalmente visita Potosí para vender caballos de cría e ingresar los excedentes en el banco. Cansado y ya sexagenario decide regresar a EEUU. En el camino se topa con un joven que se presenta como el ingeniero de minas Eduardo Apodaca (Noriega). Cassidy/Blackthorn es un hombre reservado, de pocas palabras, misterioso, frío y solitario. Eduardo es joven, ambicioso, poco escrupuloso y poco sincero. Yana (Solier), campesina boliviana, callada y discreta, es la amante de Blackthorn.
El film desarrolla una historia original que retiene la atención de espectador, interesándole sin apasionarle. El relato hace uso del flashbacks para añadir a la historia referencias del pasado que ayudan a entender la psicología del protagonista, sus motivos y algunas de sus decisiones y reacciones. El ritmo narrativo es pausado, bastante regular a lo largo de los 102 minutos de metraje y se enmarca en un paisaje espectacular que exalta la belleza de una naturaleza espléndida que da cobijo a peligros, riesgos, amenazas y sorpresas, que crean lances de tensión, opresión e incluso de agobio. Se ha dicho que la obra no consigue el nivel dramático deseable. Tal vez es así, pero no es esta mi opinión. El relato contiene numerosos y variados motivos que crean intriga, dudas, interrogantes, inseguridades y amenazas, en torno a los que se teje una textura dramática de un vigor narrativo que me parece consistente y gratificante. En este sentido cabe señalar que la condición de persona entrada en años del protagonista, las fatigas físicas y emocionales que arrastra, su soledad y el viaje de retorno para no volver que ha emprendido, aportan elementos acumulativos que templan y elevan la fuerza del drama. Otro factor relevante creador de tensión dramática viene dado por las diferencias de edad, planteamientos, ambiciones y valoraciones que tensan con reiteración las relaciones de Blackthorn y Eduardo Apodaca.
La acción dramática tiene lugar en Bolivia en 1927, casi 20 años después de la desaparición de Butch Cassidy. El film supone que sobrevivió al enfrentamiento armado de 1908 en San Vicente (Bolivia). Butch vive bajo el nombre ficticio de Blackthorn en una localidad apartada y solitaria, dedicado a la cría y doma de caballos. Ocasionalmente visita Potosí para vender caballos de cría e ingresar los excedentes en el banco. Cansado y ya sexagenario decide regresar a EEUU. En el camino se topa con un joven que se presenta como el ingeniero de minas Eduardo Apodaca (Noriega). Cassidy/Blackthorn es un hombre reservado, de pocas palabras, misterioso, frío y solitario. Eduardo es joven, ambicioso, poco escrupuloso y poco sincero. Yana (Solier), campesina boliviana, callada y discreta, es la amante de Blackthorn.
El film desarrolla una historia original que retiene la atención de espectador, interesándole sin apasionarle. El relato hace uso del flashbacks para añadir a la historia referencias del pasado que ayudan a entender la psicología del protagonista, sus motivos y algunas de sus decisiones y reacciones. El ritmo narrativo es pausado, bastante regular a lo largo de los 102 minutos de metraje y se enmarca en un paisaje espectacular que exalta la belleza de una naturaleza espléndida que da cobijo a peligros, riesgos, amenazas y sorpresas, que crean lances de tensión, opresión e incluso de agobio. Se ha dicho que la obra no consigue el nivel dramático deseable. Tal vez es así, pero no es esta mi opinión. El relato contiene numerosos y variados motivos que crean intriga, dudas, interrogantes, inseguridades y amenazas, en torno a los que se teje una textura dramática de un vigor narrativo que me parece consistente y gratificante. En este sentido cabe señalar que la condición de persona entrada en años del protagonista, las fatigas físicas y emocionales que arrastra, su soledad y el viaje de retorno para no volver que ha emprendido, aportan elementos acumulativos que templan y elevan la fuerza del drama. Otro factor relevante creador de tensión dramática viene dado por las diferencias de edad, planteamientos, ambiciones y valoraciones que tensan con reiteración las relaciones de Blackthorn y Eduardo Apodaca.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
(Sigue el texto sin espoileres/aguafiestas)
Mateo Gil pone en evidencia la cinefilia que le embarga y su devoción por el western. La obra respira aires de cine clásico, de equilibrio y sobriedad, de mesura y de admiración por obras tan rotundas y singulares como “Dos hombres y un destino” (Hill, 1969), “Sin perdón” (Eastwood, 1992), “Grupo salvaje” (Peckinpah, 1969), “Duelo en la Alta Sierra” (Peckinpah, 1962) y otras. Por lo demás, el film es portador de un conjunto de concepciones tan clásicas en el western como la exaltación del valor de la mistad, la urgencia del paso del tiempo, el peso de las dudas morales, la fuerza de la insolidaridad y la codicia, la importancia de la honradez y la dignidad personal, la búsqueda de la juventud, en este caso concretada en el deseo de conocer al hijo, propio o del amigo, da igual.
La banda sonora, de Lucio Godoy (“Los lunes al sol”, Aranoa, 2002), acompaña la narración con pasajes de gran belleza, basados en el uso de instrumentos reconocibles (guitarra, piano…), de los que extrae una vibrante sonoridad, cadencias rotundas y cromatismos variados. Añade una acertada selección de canciones populares, como “Rosa”, “Sam Hall”, “Ain’t No Grave” y “Take Your Burden to the Lord”. La fotografía, de Juan Ruiz Anchía (“Glengarry Glen Ross”, Foley, 1992), compone cuadros de excelente visualidad, dibujo preciso, notable composición, gran profundidad y muy cuidada ejecución.
Mateo Gil pone en evidencia la cinefilia que le embarga y su devoción por el western. La obra respira aires de cine clásico, de equilibrio y sobriedad, de mesura y de admiración por obras tan rotundas y singulares como “Dos hombres y un destino” (Hill, 1969), “Sin perdón” (Eastwood, 1992), “Grupo salvaje” (Peckinpah, 1969), “Duelo en la Alta Sierra” (Peckinpah, 1962) y otras. Por lo demás, el film es portador de un conjunto de concepciones tan clásicas en el western como la exaltación del valor de la mistad, la urgencia del paso del tiempo, el peso de las dudas morales, la fuerza de la insolidaridad y la codicia, la importancia de la honradez y la dignidad personal, la búsqueda de la juventud, en este caso concretada en el deseo de conocer al hijo, propio o del amigo, da igual.
La banda sonora, de Lucio Godoy (“Los lunes al sol”, Aranoa, 2002), acompaña la narración con pasajes de gran belleza, basados en el uso de instrumentos reconocibles (guitarra, piano…), de los que extrae una vibrante sonoridad, cadencias rotundas y cromatismos variados. Añade una acertada selección de canciones populares, como “Rosa”, “Sam Hall”, “Ain’t No Grave” y “Take Your Burden to the Lord”. La fotografía, de Juan Ruiz Anchía (“Glengarry Glen Ross”, Foley, 1992), compone cuadros de excelente visualidad, dibujo preciso, notable composición, gran profundidad y muy cuidada ejecución.