Como bien dice Rufus T Firefly en su crítica, de esta serie habría podido salir algo grande, pero no ha sido así. "Frontera" empieza muy bien, a lo bestia, y su primer episodio atrae, pero no tarda en desinflarse según van pasando los restantes episodios. Tanto es así que yo llevo vistos la mitad (son solo seis) y ahora mismo no sé si acabaré de verla o me pasaré a otra cosa.

El problema es que a la mayoría de los espectadores no canadienses nos importa una higa lo que pasara o dejase de pasar entre las compañías que a finales del siglo XVIII competían por el monopolio del comercio y explotación de los recursos naturales (fundamentalmente pieles) de los territorios en los que vivían, comerciaban y morían ingleses, franceses, indios, escoceses, irlandeses y estadounidenses. Si el guión tuviese más carga romántica o más aventura heroica con unos protagonistas atractivos y con carisma, y si los realizadores hubieran apostado por explotar a fondo el marco incomparable de la naturaleza salvaje de esa parte del mundo, en vez de limitarse a unos pocos escenarios con planos cerrados y unos cuantos sets de rodaje, sin duda la serie sería un éxito. Pero no es así. Se nota que el presupuesto era cortito.

Y claro, en esas estaba anoche, intentando no quedarme dormido viendo el tercer episodio de "Frontera" cuando me di por vencido y me pasé de Netflix a Amazon para seguir viendo la segunda temporada de "El hombre en el castillo". No hay color, ni posibilidad de caer en los brazos de Morfeo visitando los dominios del Reich.