1 de octubre de 2010
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece que a Iñarritu le gusta el numero tres. La cábala le acompaña. El lazo de plata que une a la materia. Este director no llega ala maestría de sus películas anteriores, ni siquiera reclutando a Sean Penn, ni siquiera al capaz Benicio, ni siquiera aún con la novia de “King Kong” Naomi Watts. Pero Alejandro nos quiere compartir un dolor cercano. Porque nos siente parte de su familia, parte de sus amigos, parte de sus hermanos, y eso aminora la carga que lleva en sus hombros. Es un privilegiado del cine, y él lo sabe.
La quinta esencia de la vida orgánica, no la de la intelectual, no de la conciencia… el campo magnético que nos envuelve en este plano astral. Indispensable para habitar este amado planeta. El tercer sol del universo conocido en nuestras mentes. Fluido cósmico indispensable. Individual, instintivo, necesario. Eslabón divino. Espíritu reencarnado, acumulando experiencias, evolutivo. Alejandro, puedes ver mi aura, puedo ver la tuya, es radiante. Bellos fulgores la componen. Estás en trance. No tengas miedo. El cordón de la vida no se rompe. Tus rayos iluminan las mentes cinéfilas. La muerte es tan solo un cambio de cáscara.
Alejandro, hermano… te amamos… el cine te necesita. No decaigas.
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