Aunque sólo lo demuestre al final, ésta es la historia de un ladrón débil que encontró la unión en una película peligrosamente descriptiva sobre la sensación del dinero sin casi usarlo y sobre la moral sin casi pronunciarse, en la naturaleza del robo se halla el secreto, en la conciencia de un mundo al revés, cómo salir adelante con trabajo o cómo salir del hurto, el arte de robar, la técnica y los primeros temblores, la suerte y la habilidad, la mala suerte, el riesgo de un tipo que vive en una habitación sin fechillo.

Cine cotidiano, íntimo, pero partiendo de una vida sin valor, un personaje extraño con la madre como ejemplo de triturarlo y con un arte o labor de chorizos, reflejos y flexibilidad, el abandono del que creyó en Dios tres minutos y absolutas conversaciones con el teniente para generar sospecha sin lograr cargar una verdadera trampa, lo cierto es que ya desconfía del fechillo, ya comienza a tener sentimientos, y a hacerse interesado.

Hay secuencias realistas y dinámicas, pero también hechos sin explicación y sin causa como el método de relación con la policía y alguna secuencia de esas llamadas de sentimentalismo, aunque fuera del barato, las intenciones deben de ser muchas y los mensajes los mismos, pero yo no consigo leer esta historia de oscuro porvenir precisamente hasta que se hunde, una confesión con rumbo a la perdición, los pecados siempre dejan sin nada, la honestidad tiene siempre una recompensa, la malicia en la mirada concluye en esposas, el extraño camino con esposa, se confirma ese aroma a turbio del que sobresale el alma humana para iluminar los rostros de aquellos que han pasado frío ahora sienten latir sus corazones.