Por encima de enigmas y leyendas, estas crónicas son basura interestelar, pero las hay peores, en ésta hay algo distinto, trata de combatir el mal con el mal y consigue entretener por momentos, no comete los grandes errores de las verdaderas chapuzas y no se puede decir, en comparación, pues, que sea ridícula, se trata de una descarga insultante con el regreso de Riddick sobre planetas salvajes al más puro estilo de la ciencia ficción primitiva.

No hay que profundizar sobre civilizaciones futuristas ni sobre traiciones del poder, sólo es el viaje de aquel que quiere quitarle precio a su cabeza en medio de una apocalipsis tras otra, y encima salvar a la fémina de la primera parte, por cierto, muy superior a ésta, un desequilibrio que se mantiene en el carácter indomable del protagonista a través de todo el universo, una aventura con efectos sabrosos de todo tipo, bien medida en su camino hacia un nuevo mundo del que poco se sabe y poco se sabrá.

Al menos deja la impresión de ir desde algún lejano rencor hacia un infinito más allá, y en toda esa banda ancha se introduce chulería barata y sensualidad irritante, cazarrecompensas inútiles y una conspiración deforme, en este viaje interestelar no hay cabida para la conciencia, ni para la fe, ni para la lealtad, se trata de recrearse con la acción y la caída del guerrero, porque la película, en su argumento, presenta extrañas conexiones y secuencias olvidadas con tramas alternativas descuidadas, entra en un juego que se pierde lo bueno.

Se resume pues en una desdicha de huida que agota, tan repetitiva como el movimiento de quita y pon de las gafas, lo que ocurre es que, aquellos que se atreven, ya han tragado mucha mierda y consiguen mantener el estímulo hasta el final, el ritmo de Riddick, el amanecer cósmico, la rabia de toda una raza, la legión insuperable y el giro masticable, misterios y milagros hacia el trono, eres dueño de lo que matas.