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Voto de Mike Wazowski:
8
2022
Ryan Condal (Creador), George R.R. Martin (Creador) ...
7,5
18.520
Serie de TV. Aventuras. Drama. Fantástico. Acción. Intriga
Serie de TV (2022-). Primera temporada: 10 episodios. Historia ambientada 172 años "antes de Daenerys Targaryen", y en el noveno año del reinado de Viserys Targaryen (Paddy Considine), un rey cuya línea de sucesión está en peligro. Su esposa Aemma (Sian Brooke) está embarazada, aunque no hay garantía de que dé a luz a un heredero varón. Si no lo hace, entonces el Trono de Hierro recaerá, bien sobre el hermano de Viserys, Daemon, un ... [+]
26 de octubre de 2022
39 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con el final de House of the Dragon aún candente toca hacer balance. Y qué queréis que os diga, a mí las cuentas me salen positivas. La serie no sólo se ha convertido en el mayor éxito del año (tanto en EEUU como en el viejo continente) de su plataforma emisora (HBO Max), sino, y más importante, ha traído de ultratumba la ilusión moribunda de un fandom cuyas esperanzas oscilaban entre el escepticismo y el terror. Ésta franquicia necesitaba recordarnos por qué nos enamoramos de su mundo, y tras el batacazo de GOT ese objetivo parecía estar destinado al fracaso. Pero a Poniente todavía le quedan historias que contar. Una vez más, como antaño, hemos retornado al calor de la hoguera, bajo el mítico arciano, para escuchar atentos las leyendas que allí se narran. Agitados. Anhelantes. Fabulando en redes con cada avance, con cada referencia, (seas o no lector, ésta adaptación logra unificar ambos bandos) gozosos de escudriñar el contenido de sus más memorables escenas. Estas últimas 10 semanas, una detrás de otra, han terminado por coronar la capacidad de cautivar incluso a aquellos más intransigentes. Gracias HBO, gracias por mantener viva La Canción de Hielo y Fuego.
Todo esto que comento (éxito rotundo tanto de crítica como de público, y expectativas satisfechas) son los hechos. Asimismo, tampoco engaño a nadie cuando digo que la gente siempre permanece fiel a una máxima: la calidad va siempre antes que la cantidad. Y en este punto House of the Dragon también cumple con creces (de ahí la fidelidad de los espectadores hacia ésta, en contra de otras alternativas como Rings of Power o The Witcher). Bien es cierto que le falta hacerse. Toda buena masa requiere de un período de horneado antes de llegar caliente a nuestra boca. ¿Acaso el hit de Juego de Tronos fue instantáneo? Y ahora vayamos a desgranar los pros y los contras, empezando por puntualizar aquellos aspectos que no me han terminado de convencer del todo.
En términos meramente narrativos, La Casa del Dragón no acaba por alcanzar la brillantez de su antecesora. GOT se caracterizó por trabajar el texto desde las sombras, tejiendo personajes ambiguos y oscuros y multitud de subtramas con la habilidad de un experto orfebre. La riqueza de aquella residía en el saber hacer de unos guionistas que conocían bien a fondo el valor de la premisa y las leyes inmanentes que regían su universo, esto es, que el mal gobierna el corazón de los hombres, y nadie está a salvo de ser víctima de su propia corruptibilidad moral. Aquel tono subversivo, con figuras propensas a la vanidad, la crueldad o el egoísmo (caso de Meñique, Cersei o Jaime), y que además ponían en jaque la conciencia del espectador, se ha suavizado, tal vez con el fin de que nos decantemos por uno de los bandos (verdes o negros) que configuran el espectro político dual de la serie. El diseño y estructura, tanto argumental como dramática, es más literario en sus primeros compases (capítulos 1-3), y algo conservador en su medianía (caps 5-6). Empero, a partir del séptimo alza el vuelo y permanece constante en un nivel ascendente, cerrando con un décimo capítulo que promete mucho para las temporadas venideras. Pero como digo, echo en falta algo más de riesgo. Hay personajes que se ganan mi afecto, pero en los cuales no encuentro dobleces, actitud individual o una mentalidad singular que hagan creíbles sus acciones*. No me malinterpretéis, la gran mayoría del elenco tiene fondo y psicologías complejas, pero no los percibo tan auténticos y carismáticos como los de Game of Thrones. Lo mismo me sucede con la composición de sus diálogos (aquí no encontrarás reflexiones tan ilustres como la de Littlefinger y la escalera). Por contra, se da más peso a la comunicación no verbal (observad sino la escena final del 5º episodio, o todo el inicio del 7º), lo cual me parece un puntazo y una manera de que el cast se luzca. Por último, creo que los constantes saltos temporales terminan lastrando el ritmo y ahogando el desarrollo de algunos miembros importantes de la historia.
Dicho ya lo malo, nada concluyente dada la escasez de material del que disponemos (10 episodios), vamos con lo que convierte a este spin-off en un producto con identidad: la imaginería visual. De verdad, ¡cómo he gozado con la estética de HOTD! No recuerdo que JdT tuviera un nivel audiovisual tan elevado en su primera temporada (sí, ha costado mucho más, pero todo presupuesto es una inversión, y si no que se lo digan a Amazon y su serie más cara de la historia). ¡Qué capacidad para comunicar sin diálogo! ¡Vaya dominio del léxico cinematográfico!. ¡Es que joder! Cómo se nota que esto es HBO, coño. La madurez en iluminación, dirección, color, diseño artístico, escenografía, vestuario, peluquería, ufff…. La producción artística de la Casa del Dragón es monumental, y aporta ese tono regio y conspicuo al conjunto que hace que cada escena (alguna la comento en zona spoiler) crezca en significado, simbolismo y expresividad. Por no hablar de las actuaciones. Papeles como estos convierten en leyendas a sus actores, y Olivia Cooke (Alicent), Emma D’Arcy (Rhaenyra), Matt Smith (Daemon) o Paddy Considine (Viserys), entre otros, forman ya parte del legendarium de CdHyF, y darán que hablar en el futuro. Además, sus interpretaciones añaden a los roles una serie de capas de vulnerabilidad que los hacen más verosímiles y humanos, lo cual es imprescindible para que el espectador logre entender y aceptar sus deseos y motivaciones. Toda esta madurez en la técnica fílmica viene acompañado de una exquisita acústica sonora (diseño y BSO). Ramin Djawadi merece una crítica aparte, así que no me alargaré mucho en soltar factos sobre su excelente trabajo en este universo. Solamente destacar la sensibilidad del compositor alemán a la hora de crear nuevos leitmotivs (“The Prince That Was Promised” es uno de mis favoritos) que ahondan y expanden aún más el lore y mitología tanto de Juego de Tronos como de la propia House of the Dragon.
Cierro en zona spoiler
Todo esto que comento (éxito rotundo tanto de crítica como de público, y expectativas satisfechas) son los hechos. Asimismo, tampoco engaño a nadie cuando digo que la gente siempre permanece fiel a una máxima: la calidad va siempre antes que la cantidad. Y en este punto House of the Dragon también cumple con creces (de ahí la fidelidad de los espectadores hacia ésta, en contra de otras alternativas como Rings of Power o The Witcher). Bien es cierto que le falta hacerse. Toda buena masa requiere de un período de horneado antes de llegar caliente a nuestra boca. ¿Acaso el hit de Juego de Tronos fue instantáneo? Y ahora vayamos a desgranar los pros y los contras, empezando por puntualizar aquellos aspectos que no me han terminado de convencer del todo.
En términos meramente narrativos, La Casa del Dragón no acaba por alcanzar la brillantez de su antecesora. GOT se caracterizó por trabajar el texto desde las sombras, tejiendo personajes ambiguos y oscuros y multitud de subtramas con la habilidad de un experto orfebre. La riqueza de aquella residía en el saber hacer de unos guionistas que conocían bien a fondo el valor de la premisa y las leyes inmanentes que regían su universo, esto es, que el mal gobierna el corazón de los hombres, y nadie está a salvo de ser víctima de su propia corruptibilidad moral. Aquel tono subversivo, con figuras propensas a la vanidad, la crueldad o el egoísmo (caso de Meñique, Cersei o Jaime), y que además ponían en jaque la conciencia del espectador, se ha suavizado, tal vez con el fin de que nos decantemos por uno de los bandos (verdes o negros) que configuran el espectro político dual de la serie. El diseño y estructura, tanto argumental como dramática, es más literario en sus primeros compases (capítulos 1-3), y algo conservador en su medianía (caps 5-6). Empero, a partir del séptimo alza el vuelo y permanece constante en un nivel ascendente, cerrando con un décimo capítulo que promete mucho para las temporadas venideras. Pero como digo, echo en falta algo más de riesgo. Hay personajes que se ganan mi afecto, pero en los cuales no encuentro dobleces, actitud individual o una mentalidad singular que hagan creíbles sus acciones*. No me malinterpretéis, la gran mayoría del elenco tiene fondo y psicologías complejas, pero no los percibo tan auténticos y carismáticos como los de Game of Thrones. Lo mismo me sucede con la composición de sus diálogos (aquí no encontrarás reflexiones tan ilustres como la de Littlefinger y la escalera). Por contra, se da más peso a la comunicación no verbal (observad sino la escena final del 5º episodio, o todo el inicio del 7º), lo cual me parece un puntazo y una manera de que el cast se luzca. Por último, creo que los constantes saltos temporales terminan lastrando el ritmo y ahogando el desarrollo de algunos miembros importantes de la historia.
Dicho ya lo malo, nada concluyente dada la escasez de material del que disponemos (10 episodios), vamos con lo que convierte a este spin-off en un producto con identidad: la imaginería visual. De verdad, ¡cómo he gozado con la estética de HOTD! No recuerdo que JdT tuviera un nivel audiovisual tan elevado en su primera temporada (sí, ha costado mucho más, pero todo presupuesto es una inversión, y si no que se lo digan a Amazon y su serie más cara de la historia). ¡Qué capacidad para comunicar sin diálogo! ¡Vaya dominio del léxico cinematográfico!. ¡Es que joder! Cómo se nota que esto es HBO, coño. La madurez en iluminación, dirección, color, diseño artístico, escenografía, vestuario, peluquería, ufff…. La producción artística de la Casa del Dragón es monumental, y aporta ese tono regio y conspicuo al conjunto que hace que cada escena (alguna la comento en zona spoiler) crezca en significado, simbolismo y expresividad. Por no hablar de las actuaciones. Papeles como estos convierten en leyendas a sus actores, y Olivia Cooke (Alicent), Emma D’Arcy (Rhaenyra), Matt Smith (Daemon) o Paddy Considine (Viserys), entre otros, forman ya parte del legendarium de CdHyF, y darán que hablar en el futuro. Además, sus interpretaciones añaden a los roles una serie de capas de vulnerabilidad que los hacen más verosímiles y humanos, lo cual es imprescindible para que el espectador logre entender y aceptar sus deseos y motivaciones. Toda esta madurez en la técnica fílmica viene acompañado de una exquisita acústica sonora (diseño y BSO). Ramin Djawadi merece una crítica aparte, así que no me alargaré mucho en soltar factos sobre su excelente trabajo en este universo. Solamente destacar la sensibilidad del compositor alemán a la hora de crear nuevos leitmotivs (“The Prince That Was Promised” es uno de mis favoritos) que ahondan y expanden aún más el lore y mitología tanto de Juego de Tronos como de la propia House of the Dragon.
Cierro en zona spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La verdad es que he estado dos días pensando si hacer esta crítica o no, a fin de cuentas no sé si alguien llegará a leerla (la serie tiene más de 70 reviews). Sin embargo, mis ganas de defender esta obra han acabado prevaleciendo. Se dirán muchas cosas, algunas ciertas, otras no tanto. La mayoría exageraciones de una parte y de la otra, pero en mi caso, regresar a este mundo ha sido la experiencia televisiva más gratificante del año (por ahora), y no puedo esperar a ver qué nos depara este nuevo viaje a través del ocaso de la dinastía Targaryen. A sangre y fuego, la lucha por el trono seguirá vigente unos cuantos años más.
*No dejo de pensar en cómo habría sido el personaje de Rhaenyra si Viserys no hubiera cargado sobre ella la profecía de Aegon y el príncipe prometido. En Juego de Tronos cada personaje iba a su rollo. Todos querían el poder (o tenían una visión distinta del mismo), y empleaban sus tácticas para alcanzar dicho objeto de deseo. La lucha de intenciones generaba tensión en cada escena. Con cada conversación, el suspense de saber quién traiciona a quién crecía, hasta que Meñique vende al necio de Ned y la serie nos da un puntapié de realidad: en este mundo nadie está a salvo, nadie se casa con nadie, así que tú tampoco lo hagas. En House of the Dragon no me ocurre esto. Al menos no con el mismo grado de eficacia. Más que grises hay personajes que no sé de qué palo van (Daemon, por ejemplo). Creo que se debe a que la serie maneja más personajes plurales que personajes únicos. Están los negros y los verdes. Si eres de los verdes vas con la reina Alicent y cía (Otto, Aemond, Aegon II…). Si eres de los negros defiendes la legitimidad de la princesa Rhaenyra, y junto a ella personajes como Daemon o los Velaryon. Mi crítica viene fundada en que veo que los principios morales de Rhaenyra (negros) y de Alicent (verdes) se extienden, en mayor o menor medida, a aquellos que conforman su bando, no permitiendo así reforzar la ley de oposición entre cada miembro de la red de personajes (sean estos del bando de los verdes o de los negros). Dudo que veamos en el futuro a Daemon traicionar a Rhaenyra, por ejemplo. Pero quién sabe.
Mis 3 escenas favoritas (me dejo muchísimas más):
Episodio 8. Viserys entra al salón del trono para defender la virtud de su hija y el orgullo de su casa, en un momento en que comprendemos que ser padre es más importante que ser rey. La banda sonora nos emociona, y el ritmo de la escena te hiela.
Episodio 9. La coronación de Aegon es tal cual me lo imaginé cuando lo leí en la novela. Una ceremonia que se viste de grandilocuencia, pero que esconde la semilla del fanatismo en la manera en que el pueblo ovaciona a un rey que hasta hace dos minutos no quería ser tal. Dirección y BSO sublimes culminan este momento memorable.
Episodio 10. La secuencia de la muerte de Lucerys se abre con este llegando a Bastión de Tormentas a lomos de Arrax, su dragón. La dirección de toda la secuencia (llegada a Bastión de Tormentas, Lucerys y Aemond dentro de la fortaleza Baratheon, y la persecución ulterior) es espléndida, con movimientos de cámara y elecciones escenográficas propias del género de terror. El ritmo es frenético, la tensión crece hasta quebrarse, y el tono visual (oscuro y amenazante) intensifica el suspense (la cámara casi siempre nos sitúa en el punto de vista de Luke, trasladando el miedo del chico al espectador a través de planos desequilibrados). Admirad ese plano nadir, donde se compara el tamaño de los dragones y se nos expone un claro desequilibrio de poder a favor de Aemond, al tiempo que vaticina lo que sucederá después (Aemond simboliza para Lucerys la inevitabilidad de la muerte). Sin duda un momento icónico.
Nota: 8,4/10
*No dejo de pensar en cómo habría sido el personaje de Rhaenyra si Viserys no hubiera cargado sobre ella la profecía de Aegon y el príncipe prometido. En Juego de Tronos cada personaje iba a su rollo. Todos querían el poder (o tenían una visión distinta del mismo), y empleaban sus tácticas para alcanzar dicho objeto de deseo. La lucha de intenciones generaba tensión en cada escena. Con cada conversación, el suspense de saber quién traiciona a quién crecía, hasta que Meñique vende al necio de Ned y la serie nos da un puntapié de realidad: en este mundo nadie está a salvo, nadie se casa con nadie, así que tú tampoco lo hagas. En House of the Dragon no me ocurre esto. Al menos no con el mismo grado de eficacia. Más que grises hay personajes que no sé de qué palo van (Daemon, por ejemplo). Creo que se debe a que la serie maneja más personajes plurales que personajes únicos. Están los negros y los verdes. Si eres de los verdes vas con la reina Alicent y cía (Otto, Aemond, Aegon II…). Si eres de los negros defiendes la legitimidad de la princesa Rhaenyra, y junto a ella personajes como Daemon o los Velaryon. Mi crítica viene fundada en que veo que los principios morales de Rhaenyra (negros) y de Alicent (verdes) se extienden, en mayor o menor medida, a aquellos que conforman su bando, no permitiendo así reforzar la ley de oposición entre cada miembro de la red de personajes (sean estos del bando de los verdes o de los negros). Dudo que veamos en el futuro a Daemon traicionar a Rhaenyra, por ejemplo. Pero quién sabe.
Mis 3 escenas favoritas (me dejo muchísimas más):
Episodio 8. Viserys entra al salón del trono para defender la virtud de su hija y el orgullo de su casa, en un momento en que comprendemos que ser padre es más importante que ser rey. La banda sonora nos emociona, y el ritmo de la escena te hiela.
Episodio 9. La coronación de Aegon es tal cual me lo imaginé cuando lo leí en la novela. Una ceremonia que se viste de grandilocuencia, pero que esconde la semilla del fanatismo en la manera en que el pueblo ovaciona a un rey que hasta hace dos minutos no quería ser tal. Dirección y BSO sublimes culminan este momento memorable.
Episodio 10. La secuencia de la muerte de Lucerys se abre con este llegando a Bastión de Tormentas a lomos de Arrax, su dragón. La dirección de toda la secuencia (llegada a Bastión de Tormentas, Lucerys y Aemond dentro de la fortaleza Baratheon, y la persecución ulterior) es espléndida, con movimientos de cámara y elecciones escenográficas propias del género de terror. El ritmo es frenético, la tensión crece hasta quebrarse, y el tono visual (oscuro y amenazante) intensifica el suspense (la cámara casi siempre nos sitúa en el punto de vista de Luke, trasladando el miedo del chico al espectador a través de planos desequilibrados). Admirad ese plano nadir, donde se compara el tamaño de los dragones y se nos expone un claro desequilibrio de poder a favor de Aemond, al tiempo que vaticina lo que sucederá después (Aemond simboliza para Lucerys la inevitabilidad de la muerte). Sin duda un momento icónico.
Nota: 8,4/10