Film australiano de ciencia ficción, esperemos que no de anticipación, distribuido por la "simpática" Netflix.
Lo cierto es que dura casi dos horas, que no cansan pero sí que por la parte final se hace un poco larga, aunque se atan todos los cabos, quizás envueltos en un halo de filosofía no del todo comprensible en un primer momento, pero que acaba por casar y por tanto de convencer.
Y además es muy entretenida. Y es que su realizador, Grant Sputore, a quien habrá que seguir sus próximos trabajos pues promete, sabe intrigar y azorar a partes iguales, por mor de una historia quizás en el fondo un tanto simple, pero narrada de forma amena gracias a una impecable puesta en escena, con un diseño del robot madre muy atractivo (y con la sensual y cariñosa voz de Rose Byrne en la versión original) y con situaciones que crean un clímax de suspense in-crescendo donde nos van aportando elementos, ideas y datos que hacen tomemos partido y sigamos con verdadero interés la película.
Una cinta pues, con muchas virtudes, puede que no demasiado adecuada para estrenarla en cines comerciales por, en su fondo, no dejar de ser una película "de autor", no habiendo nada negativo en el término en esta ocasión.

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