Planos casi aberrantes, actores de estar por casa y un argumento delirante. Se podría decir que 'Pink Flamingos' es un ejercicio de infracine. Tan grotesca, tan enfermiza y... ¡tan asquerosamente divertida!.

El loco del bigotito ha rodado la película que le ha dado la gana. Algunos espectadores se sienten poco menos que insultados con 'Pink Flamingos', una película en las que se ven, sin ningún tipo de pudor ni de cortes, felaciones de madre a hijo, un culo cantor o el folloasesinato de un pollo, entre otras maravillas. Que sí, que apenas tiene virtudes técnicas esta película, sin embargo, tiene legiones de seguidores y de detractores. ¿Por qué? ¡Ay, amigos! Esa cosa llamada “morbo” que impulsa a verla. Arte sucio. Y John Waters riéndose de todos porque ha rodado porquerías y, encima, ha transcendido convirtiéndose en un director de culto.

Aunque reconozco que como película, como cine, 'Pink Flamingos' es bastante pobre, admiro la valentía de que alguien se atreva a rodar todas sus perversiones. A Waters le salió una película disfrutable u odiable desde el lado sensorial, llena de excentricidades, en la que prácticamente cada plano sobrepasa los límites del decoro. Vamos, es de ésas que no dejan indiferente a nadie.