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Voto de Antonio Morales:
7
Comedia. Drama Un grupo de chicas, unidas por el mismo deseo de triunfar en el teatro, conviven en una residencia regentada por antiguas actrices, las cuales muestran su entusiasmo y envidia al mismo tiempo ante el futuro que espera a sus pupilas. Algunas logran alcanzar el éxito, pero otras no tendrán más remedio que olvidar sus sueños y volver al pueblo del que partieron un día. (FILMAFFINITY)
15 de diciembre de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por una excepcional confluencia de factores, el territorio creativo de la comedia americana durante los años 30 se desvela como un momento histórico y artístico privilegiado en el cual alumbra, madura y se consolida un nuevo modelo narrativo y genérico de extraordinaria productividad, de enorme sofisticación en el lenguaje y de una gran pluralidad y riqueza de opciones en su interior. Al amparo de la estilización narrativa que va tomando carta de naturaleza, en Hollywood arraigan sus artífices mayores que están en la memoria de todos, Lubitsch, Hawks, Capra y entre ellos un gran desconocido e infravalorado… Gregory La Cava.

A medio camino entre la comedia y el melodrama, en “Damas del teatro” la parte más sombría ocupa una pequeña porción del metraje. El trasfondo, no obstante, es pesimista y algo desolador en la medida en que se trata de una pensión de actrices, frustradas unas, esperanzadas otras, pero todas sin éxito, durante la época de la depresión. El abatimiento de aquellos años de crisis se cierne sobre la obra, pese a que el tono narrativo general es amable y desenfadado. Porque lo que más recordamos son los excelentes diálogos, cargados de ironía y humor; la trepidante sucesión de frases ingeniosas y llenas de malicia que se lanzan las aspirantes a actrices de la residencia “Footlights”, sobre todo Ginger Rogers, que se come ella solita a todo el reparto, incluida Katharine Hepburn.

Basada en la obra de teatro, “Stage Door” que había sido representada en Broadway por Margaret Sullavan, la RKO compró los derechos pensando en darle la última oportunidad a la Hepburn, cuya popularidad andaba maltrecha. Pero había un problema, y es que la obra original atacaba duramente el mundillo de Hollywood, partiendo sin rodeos que para una actriz de teatro era deshonroso dedicarse al cine. Esto hizo que la adaptación limara algunas aristas y conceptos, dejándola en unas cuantas historias de sueños rotos. Dotado de una mente fértil y brillante, y de un ingenio fulgurante, La Cava proclamó que era capaz de hacer películas sin guión… Y es que, al parecer, el director, caído injustamente en el olvido, fue improvisando el guión a medida que avanzaba el rodaje adaptando los diálogos a las personalidades de las actrices.

El argumento nos conduce a una residencia para actrices, donde conviven unas cuantas jóvenes que desean triunfar en el teatro. Allí seremos testigos de sus alegrías y penas, de sus ambiciones y desilusiones, de sus odios y sus amores. Un día llega una inquilina de modales delicados, Terry (K. Hepburn), que no entra con buen pie en el ambiente y a la que las demás consideran desde el primer momento estirada y pretenciosa. Una comedia agridulce, descreída y nada optimista, que el cineasta contempla de reojo y con socarronería, convirtiéndose en un lúcido analista del comportamiento femenino, una comedia de mujeres que no feminista. La vida alimenta al arte, pero quizá no exactamente como desearíamos. Y es que, en el fondo, sólo vivimos como podemos.
Antonio Morales
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