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Voto de Antonio Morales:
4
Drama Don Agustín, un profesor de escuela, visita la familia de su antiguo alumno Paco. La madre de Paco pide a don Agustín que ejerza influencia sobre su hijo para hacer de él carrera. El viejo profesor acepta el reto presionado por su hermana, deseosa de gastarse todo su dinero jugando al bingo. Pero Agustín pronto empieza a sospechar que la madre de Paco ejerce el oficio más antiguo del mundo... (FILMAFFINITY)
29 de septiembre de 2016
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pedro Masó fue un productor avispado de innato olfato comercial para que sus proyectos para la televisión y el cine conectaran con el espectador (“Anillos de oro”, “Las adolescentes”). Aquí nos presenta una coyuntural comedia erótica en plena transición de la etapa democrática. Cine comercial sin más pretensiones, tan sencillo como irrelevante, tan sensual como hipócrita y falaz. La seducción de la mujer que cautiva al pelele hambriento de sexo. Arrastrado por una atracción que le produce inquietud y desasosiego, en una relación amorosa imposible que no es más que una fantasía erótica masculina, aderezada con una patética moralina.

El reprimido profesor Don Agustín (J. L. López Vázquez en un papel a su medida), maestro de un colegio religioso y solterón que vive con su hermana viuda Amelia (Amelia de la Torre). Ella es una nostálgica del antiguo régimen, autoritaria y adicta al bingo que ejerce sobre el hermano una fuerte influencia. La relación entre el profesor y uno de sus alumnos más díscolos (un estupendo Jorge Sanz), propiciará un romance con la madre de Paquito, una mujer desinhibida que trabaja en una boutique como tapadera del oficio más viejo del mundo. Una atractiva Jane Birkin, una de los mitos europeos del cine erótico de entonces.

Argumento coescrito por Masó junto a Rafael Azcona del que se puede apreciar algunas señas del universo del escritor: un humor negro y mordaz, personajes estrafalarios como el vecino que interpreta Agustín González o la propia hermana que más parece la madre castradora del pobre y apocado maestro. Lo más gracioso y tierno es la relación entre el niño y el maestro que acude a dar clases privadas al domicilio del alumno. Hay una jocosa empatía, la complicidad y la química entre ellos. Todo ello bajo una realización tosca y rutinaria para una película que ha quedado un tanto ridícula y obsoleta. Una confrontación entre lo viejo de la época y lo nuevo que irrumpía con la fuerza de los nuevos aires de libertad, abordando temas controvertidos sin profundizar en demasía.
Antonio Morales
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