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Voto de Antonio Morales:
9
Comedia Johnny Gray (Buster Keaton) es maquinista en un estado del Sur y tiene dos grandes amores: una chica (Anabelle Lee) y una locomotora (La General). En 1861, al estallar la Guerra de Secesión, Johnny intenta alistarse, pero el ejército considera que será más útil trabajando en la retaguardia. Sin embargo, Anabelle cree que es un cobarde y lo rechaza. El maquinista sólo podrá demostrar su auténtico valor cuando un comando nordista ... [+]
5 de octubre de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Genio cómico de rostro impasible, actor y director, su melancólica figura perseguía mujeres y se peleaba con toda clase de artefactos. La década de los veinte significó la cumbre de su prodigiosa creatividad. Su apabullante exhibición de agilidad, resistencia y fortaleza, sin ayuda de dobles en sus películas, contrastaba con su aspecto inicialmente desvalido, encarnando la quintaesencia del pequeño David, capaz de tumbar a todos los Goliats que se le pusieran por delante. El carácter sobrio (aunque nunca inexpresivo) de sus actuaciones hizo que la publicidad lo bautizara como “el hombre que nunca ríe”. Keaton era serio, no necesitaba el aspaviento ni el histrionismo fácil que suele emplear el cómico que conoce sus limitaciones.

“El maquinista de la general” está basada en un episodio real de la Guerra de Secesión, Keaton rodó toda la película en exteriores con movimientos reales de trenes, repitiendo las tomas que necesitó. En un gesto de generosidad y modestia, permitió que Clyde Bruckman compartiese con él los créditos en la dirección del film, cuando en realidad su papel fue el habitual de un ayudante de dirección. Bruckman sí fue, y es justo reconocerlo, quien se interesó por el libro en el que se basa la película, y quien convenció a Keaton de que escribieran juntos el guión.

Buster Keaton era contemporáneo de Chaplin y quizá la genialidad del inglés ensombreció el talento de Keaton, pues aunque el tipo de humor era antagónico, lo cierto es que la pantomima era mucho más popular. Tendrían que pasar muchos años para que se le reconociese su maestría. Su ritmo ágil, progresivo y sin lagunas; la ingeniosa resolución de las múltiples tribulaciones del protagonista; el saludable optimismo que se respira en una historia en la que abundan los peligros reales; y la inmutable pero conmovedora interpretación de Buster Keaton, la hacen merecedora de cuantos elogios reciba.

Los gags, si bien no llegan a ser hilarantes, están perfectamente incluidos en el desarrollo de la acción, y como es habitual en el cine de Keaton, se acomodan a ella sin ningún esfuerzo, acertando siempre en su ritmo y en su duración; posiblemente, nadie fue nunca tan preciso en la ejecución de los gags como él. Keaton acostumbraba a realizar sus películas con el mismo equipo técnico, lo que le permitía no sólo trabajar en un agradable ambiente de camaradería, sino agilizar los tiempos de rodaje, en cambio vió alterado su método de trabajo cuando lo contrató la Metro Goldwin Mayer. Aunque pasó a ganar mucho más dinero y percibir un porcentaje de la recaudación, se le impusieron colaboradores con los que no sintonizó, y se inició un declive artístico imparable que acabó arruinándole.

Ya en los años cincuenta Chaplin lo rescató para un genial gag en “Candilejas”, y en 1959 la Academia le concedió un Oscar honorífico merecidísimo por todas sus películas que se proyectaran mientras que el cine exista. Ya era demasiado tarde, Keaton había llegado a realizar anuncios publicitarios para comer, viviendo en una caravana, tras la ruina que le supuso su divorcio y fue necesario ingresarlo temporalmente en una institución de salud mental. En los últimos años de vida actuó como secundario en papeles no siempre memorables, para poder subsistir.
Antonio Morales
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