A Ridley Scott le está fallando la inventiva, y a su actor fetiche: Russell Crowe, lo notamos con desgano o creyendo que ésta “Robin Hood” es la segunda parte de “Gladiador”. Una película para el olvido y con unos giros nada sorpresivos. A destacar la “digna” actuación de Max Von Sidow y William Hurt, ambos medio intentan rescatar ésta película. Nefastos quienes le dan vida al traidor inglés y el Rey Juan, éste último caricatura burlesca inspirada en la película de Disney del mismo título. La Blanchett, poco agraciada, en ésta oportunidad, tampoco toma mucho vuelo que digamos. Quizás lo único digno a rescatar es la escenografía “medieval” del siglo XII inglés con sus castillos, asedios y batallas, no obstante, la poca naturalidad con que el reparto se toma sus licencias. Bueno, en realidad, estamos en presencia de un producto comercial hecho sin demasiada mística. Infaltable los anacronismos siempre presentes en las películas históricas, al hacer confluir en el siglo XII, y a través del padre de Robin Hood (personaje desubicado dentro del argumento) una temprana reivindicación de sujetar y limitar el poder absoluto de los reyes. Así tenemos a un Robin Hood, líder patriota del nacionalismo inglés y esforzado caballero de las Cruzadas, antes que un vulgar salteador de caminos. Lo bueno de la “historia” es que todo puede modificarse de acuerdo a quién recuerda.