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Voto de ialpresa:
8
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6 de junio de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Johan (Max von Sydow) y Alma (Liv Ullmann) viven en una casa retirada del mundo, en el corazón de una isla despoblada. Si bien Alma sueña con envejecer junto a su esposo y acabar, con los años, fundiéndose con él, llegando incluso a tener los mismos pensamientos, Johan se repliega progresivamente sobre sí mismo para lidiar con sus demonios. Contrasta la frialdad con que Johan trata a su mujer con la infinita sensualidad con que recorre, con sus dedos, la silueta de su antigua amante, una de las imágenes más penetrantes de la película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
En una primera interpretación, la hora del lobo es la hora en la que llaman a la puerta los demonios que el artista ha dejado escapar al abrir su espíritu para dar rienda suelta a su creatividad, es la hora del aullido del lobo solitario entrado en pánico. Pero también cabe una interpretación en la que obra artística y demonios salen a escena a la vez. En este sentido, la hora del lobo es la hora más profunda de la noche, la hora en la que el silencio levanta las paredes de la habitación de la creatividad. Pero la obra recién nacida no es inocente en absoluto, de sus encías brotan como espinas colmillos de vampiro (o de lobo): los demonios que el artista vuelca en su obra, cuando ésta cristaliza, se vuelven visibles, conforman un espejo en el que el artista no puede más que observar un reflejo de lo que oculta en sus sombras interiores, es como si la obra se volviera hacia su padre para lactar su sangre. Por eso la hora del lobo es una hora de nacimiento y de muerte al mismo tiempo. En la isla aparecen personajes que simbolizan los demonios de Johan: el niño simboliza el demonio que acompaña a Johan desde su dura infancia, recordándole en las horas más oscuras los traumáticos castigos y humillaciones que padeció; los demás habitantes de la isla simbolizan el temor ante la muerte de la musa, esto es, de la creatividad, que condena a la vulgaridad, al anonimato y a la capitulación ante los críticos de arte que, por fin, pueden dar rienda suelta a sus cenagosos celos y mofarse de la pérdida ajena de un talento nunca poseído por ellos. Alma, por más que actúa como un sólido contrafuerte, no consigue salvar el imparable derrumbamiento de Johan. Vencido por sus demonios, Johan acaba como el pelícano: devorado por sus hijos.