De nuevo me ha surgido el peor problema que me puede surgir con una película: me la sudan todos los personajes, del primero al último. Por mí, que los hubieran metido a todos en el trullo y acabáramos de una buena vez, que esto es más largo que el parto de la burra.
Supongo que yo, como otros, me habría figurado que esto iba a ser algo entretenido, no me esperaba nada al nivel de “El golpe” desde luego, pero que por lo menos tuviera algo de gancho. Se pierde una barbaridad entre los escotes hasta el ombligo y los peinaditos de la Adams, los rulos para el pelo de Cooper y sus insoportables arrebatos, los berrinches y desvaríos de Lawrence, y una trama que no sólo no llega a despegar, sino que termina de una forma escasamente convincente.
No consigo que me interese gran cosa ni que me caiga bien toda esa caterva de liantes y trápalas de diversos pelajes, ya sean de un bando o de otro, ya sean estafadores, políticos corruptos (por muchas ideas altruistas que tenga uno de esos pocos bichos raros que no piensan únicamente en llenarse el bolsillo, si utiliza medios ilegales para obtener sus desinteresados fines, es lógico que alguna vez lo acaben pillando), agentes del FBI o mafiosos. No me afecta lo más mínimo nada de lo que hacen, ninguna de las genialidades de quien se dedica a timar y engañar a diestro y siniestro y que miente más que habla, ni los ambiciosos planes del poli que se cree demasiado listo, ni el buen rollito del alcalde (¿esos discursitos sobre la “tierra de las oportunidades” se los cree alguien que no sea blanco WASP?), ni la relación del timador con su amante ni su horrible vida conyugal con su pirada pero guapa mujer.
Aprobado raspado por algunos momentos que despiertan un poco de curiosidad y por el gusanillo de ver cómo iban a salir del atolladero en el que ellos solitos se habían metido.