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Voto de Vivoleyendo:
9
Romance. Drama Producción de los hermanos Ridley Scott y Tony Scott sobre una leyenda medieval que relata el trágico amor de una princesa y un guerrero, que pondrá en peligro la frágil paz entre Inglaterra e Irlanda. (FILMAFFINITY)
30 de noviembre de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las leyendas y relatos más conocidos, los que se han conservado durante siglos y siglos, suelen hablar de reinos e imperios que se levantan o que se destruyen, o ambas cosas, de grandes gestas épicas... y en casi ninguno de ellos faltan los amores desgraciados, o bien los que surgen en las circunstancias menos propicias, o los que pasan por mil vicisitudes sin apenas saborear las mieles de la felicidad, o aquéllos capaces de provocar guerras. Ulises y Penélope, Paris y Helena de Troya, Arturo-Ginebra-Lancelot, el Cid y doña Jimena, los amantes de Teruel, Amadís de Gaula y Oriana... y, cómo no, Tristán e Isolda.
Incluido en los ciclos artúricos, la tragedia es el principal exponente, sazonada con grandes dosis de honor, valor, traición... y también perdón y redención. Imaginémonos los tiempos en los que una de las pocas diversiones del pueblo eran las narraciones contadas en los raros ratos de asueto alrededor de una fogata. Un equivalente primitivo a lo que hoy es la televisión y el cine. A la gente siempre le ha gustado soñar despierta, imaginar otras vidas. Y si estas vidas soñadas pasan por mil aventuras, de las que no le suceden a cualquiera todos los días, mejor. Siempre nos ha gustado la exageración y la idealización. Atribuir a esos iconos ficticios los rasgos que nos gustaría tener. La vida era muy dura; lo que la gente quería escuchar eran historias de hazañas y amores tristes y elevados de los que no era frecuente ver en la aldea, porque... ¿Qué interés tenía que la esposa de un campesino se liara con el molinero, aparte de suscitar el cotilleo local? No, eso no era digno de ser recordado. En cambio, que un caballero valiente se enamorara de una princesa en un romance prohibido sí que podía embobar a la audiencia durante muchas noches de corrillos alrededor del fuego.
Así que las antiguas leyendas las hacen pasar canutas a sus protagonistas.
Actualmente la invasión audiovisual ha suplido a los juglares y narradores de antaño. El formato ha cambiado y se ha adaptado a la era de las comunicaciones. Ahora los relatos se nos ofrecen en imágenes, con rostros y escenarios.
Pero las leyendas siguen estando ahí, da igual la forma que adopten. Siguen alimentando el ansia humana por experimentar sentimientos elevados, por imaginar vidas diferentes que se enfrentan a enormes dilemas y encrucijadas
Eso es lo que hace “Tristán e Isolda” de Kevin Reynolds. Refleja los sueños del pueblo británico, al que, como a cualquier pueblo, le gusta pensar que tuvo unos orígenes épicos, marcados por acontecimientos dignos de la inmortalidad. Los hipotéticos amantes fueron cruciales para el nacimiento de Gran Bretaña como un reino unificado. Eso quiere creer la invención popular.
Puede que hubiese algo de cierto. Pero eso qué más da. En estos casos la verdad es lo de menos. El rigor histórico no interesa. Reinventar el propio pasado es mucho más divertido.
No importa quiénes hubiesen sido en realidad Tristán e Isolda, ni si hay algo de cierto en lo que se cuenta de ellos.
Pero sí hay algo que puede ser cierto en todas partes: que el amor es suficiente para destruir o crear reinos e imperios.
Y si está tan bien contado como lo cuenta Kevin Reynolds, te lo llegas a creer.
Sí, como cualquier hijo de vecino de los tiempos de Maricastaña escuchando a un juglar en los escasos ratos de ocio.
Vivoleyendo
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