La fidelidad y el deseo han sido, desde que Adán y Eva mordieron el fruto prohibido, uno de los mayores quebraderos de cabeza de nuestra extravagante humanidad. Caminamos ineludiblemente por el filo de la navaja. Estamos sometidos a la cuerda floja y no sabemos hacia donde podremos caer.
Por un lado el impulso físico, la pasión, el deseo, la atracción, el erotismo, el escapar de una soledad abrumadora, la magia de lo inesperado, la curiosidad, la aventura, la mentira. Por el otro, la lealtad, la moralidad, el karma, el compromiso, el recuerdo de un pasado juntos, la esperanza de reavivar la pasión, la seguridad de la estabilidad, la represión. ¿Qué surge del corazón? ¿Qué es lo correcto? ¿Qué papel juega el ego en este tipo de decisiones? ¿Podemos, siquiera, decidirlo?

Este dilema se expresa bellamente en esa obra sensible, con una fotografía excelente y alto nivel audiovisual. Es una de esas películas que a uno le gustaría volver a ver para capturar la magia de los detalles que se escaparon.