Peter es un hombre adulto, un tiburón empresarial, abogado sin escrúpulos que se dedica a atacar y a hundir empresas enemigas (como un pirata le diría Campanilla un rato después); porque Peter se ha olvidado de todo, no se acuerda de sus hijos, ni de su mujer, no cree en los cuentos, mantiene las ventanas cerradas y le da miedo volar; no visita a Wendy, que ya es una anciana y solo piensa en el trabajo y en el dinero. Una noche en la que por fin visitan a la abuela Wendy, Peter, junto con su esposa y la abuela van a una fiesta en honor a Wendy, porque abre un refugio para niños abandonados, pero al volver a casa se encuentran las ventanas abiertas y todo destrozado; la niñera llora y grita que no pudo hacer nada y mientras Tootles encuentra un mensaje llegado del País de Nunca Jamás, firmado por el Capitán Garfio, que dice que le convoca y que ha secuestrado a los niños. Peter no entiende nada, cree que es una broma, pero Campanilla aparece y se lo lleva. Al llegar, nadie cree que ese hombre gordo, con gafas y que no sabe volar sea el Peter Pan que recordaban. Garfio se ríe de él y le reta. Al no poder alcanzar a sus hijos, que están en lo alto de una red, Garfio le da, con mediación de Campanilla, tres días para ponerse en forma. Mientras, su hijo, se ha hecho amigo de Garfio, al creer más en él que en ese padre que se olvida de ir a sus competiciones, pero la niña es otra historia, ella cree en su padre y confía en que irá a rescatarla, así que ella es apartada, castigada, mientras que el pequeño será alzado como hijo de Garfio. En paralelo, Rufio (nuevo líder de Los Niños Perdidos) no se cree que esté ante Peter Pan, pero con el tiempo y con ejercicios físicos y mentales, todos recordarán a Peter, incluido él mismo. Palabrotas, juegos con insultos, luchas con espada y sobre todo, pensar en cosas felices (sus hijos, recuerda Peter; eso le hace feliz, ¡cómo es posible que olvidase eso!), así que recuerda volar, luchar y cacarear, pero también gritar, jugar y cantar…y Campanilla tiene volver a ponerle en el buen camino, porque se da cuenta que él vuelve a ser un niño; pero entonces también recuerda que fue a visitar a Wendy todos los años, que estaba un poco enamorado de ella, hasta que se hizo tan mayor que ella no quiso acompañarlo más y entonces la ve… a Moira, dormida, en la cama junto a Wendy; y Peter le quiere dar un beso ¡pero no un dedal!, sino un beso de verdad…y entonces….¡entonces se enamora!…y decide hacerse adulto. Rufio va a morir en la lucha con Garfio (y jo, qué triste es), el legado de Peter pasa al niño más mayor, que tendrá que cuidar al resto y él volverá con sus dos hijos, junto a Moira, Wendy y Tootles.

Los decorados son espectaculares, el barco o la casa árbol son a escala natural, uno de los sets de rodaje fue, para sorpresa de Spielberg, el de su película favorita (y de las mías, por cierto), El Mago de Oz. En el filme se utiliza el reloj, gran enemigo de Garfio y diría que de muchos de nosotros, porque nos recuerda que el tiempo pasa inexorablemente. Por supuesto no puede faltar el cocodrilo que dejó sin mano al Capitán. Las críticas fueron, en su mayoría, negativas y sin embargo fue nominada a muchos premios y creo que a los niños de ese momento nos encantó y también al adulto que somos ahora. Ahora más que nunca pensamos en el tiempo perdido, en el tiempo robado y en que las horas pasan; y tenemos que pensar en cosas felices para poder volar otra vez. Dice Spielberg que cuando le llegó el borrador de Hook no se sentía identificado, aunque luego vio que sí, porque él mismo tenía demasiado trabajo y se había olvidado de sus hijos, a pesar de que tiene el síndrome de Peter Pan, que queda reflejado en gran parte de su filmografía. Gracias Spielberg, por recordarnos qué es lo importante en las crisis.