En primer lugar apuntar que Eric Bana resulta muy creíble como el atormentado doctor Bruce Banner. Asimismo, su química en pantalla con Jennifer Connelly es lo suficientemente alta para hacer verosímil la atormentada relación de ella con una criatura que es mitad hombre, la parte restante un leviatán que puede desencadenar un Apocalipsis.

Ang Lee logra captar muchas de las esencias del gigante esmeralda, aunque el arranque sea extraordinariamente lenta y tardemos mucho en que llegue el instante que todos los espectadores aguardan, la transformación. Cuando finalmente ocurre, la película intenta despegar con la persecución del ejército, aunque se echa en falta, quizás, aunque suene a tópico, un verdadero villano para la trama.

Y es que, pese a estar bien construida y contar con unos recursos muy estimables a la hora de hacer creíble el poder destructivo de la creación de Jack Kirby y Stan Lee, conforme avanzamos, el metraje parece invadirse por esa realidad de parsimonia, provocando una velocidad de crucero que no llega a captar la atención.

Si bien coincido con quienes la acusan de ser gratuitamente defenestrada (en el género se han hecho cosas mucho peores), tampoco, aunque les entiendo en su punto de vista, comparto los elogios a esta adaptación correcta pero que a mí particularmente no me termina de enganchar.