El señor Rabal está que se sale, como siempre. La escena en el patio con Lola Flores y las que comparte con Fernando Fernán Gómez y algunas con su escudero el brujo, son espléndidas. Pero cuando empiezan con los toros...empieza el declive. Y curiosamente no es porque yo esté en contra del sadismo inculto y analfabeto. No es eso, es que realmente la serie pierde fuelle, aparecen unos personajes sin gracia diciendo tonterías, intentado defender unos diálogos absurdos para darle lustre a una actividad cateta y sanguinaria.
Aparte de eso, mi querido y admirado Paco ya no daba el tipo de galán que se empeñan en otorgarle. Y crea, sin embargo, un personaje con más labia que vergüenza, simpático, vago por principio, embustero, charlatán. ¿Qué necesidad había de meter la tortura por medio? Sería interesante saber quién financió esta serie.