De nuevo la inquietante opresión que ejerce la organización social sobre la individualidad de cada sujeto es llevada a la pantalla.

La alegoría está bien presentada desde el punto de vista argumental y se sirve de una banda sonora obsesiva que subraya el dramatismo de unas imágenes de por si suficientemente expresivas.

Pero el resultado, aunque interesante, no termina de remontar el vuelo hasta alcanzar las cotas de lo notable. Cumple bien su cometido, lo hace con dignidad, expone con claridad su trama y complementa una producción básicamente en blanco y negro con apuntes cromáticos muy efectistas.