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Voto de ÉGIDA:
7
8,4
35.983
Drama
La joven Eva (Anne Baxter), que aspira a convertirse en actriz y triunfar en los escenarios, se las ingenia para introducirse en un grupo de actores de teatro y hacerse amiga y confidente de la famosa y veterana actriz Margo Channing (Bette Davis), gran dama de la escena neoyorquina. El deseo de actuar y los celos la consumen hasta el punto de comenzar a traicionar a sus compañeros en su escalada hacia el éxito. Ella halaga, atrae, ... [+]
3 de diciembre de 2009
47 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me sorprende que esta producción sea considerada por mucha gente (tanto críticos profesionales como nominadores al Óscar y público en general) como una las películas cumbre de la filmografía mundial.
Dígase de inmediato que la interpretación es irreprochable, los detalles se cuidan con esmero, la luz, el sonido y la ambientación, en general, son capaces de seducir. Todos los recursos técnicos brillan a gran altura.
Pero resulta imposible no ver hoy, como ayer, la fragmentada y deficiente caracterización psicológica de los personajes. Sus rasgos no son delineados con sutileza sino bruscamente vertidos al celuloide sin el menor reparo. Para mover al espectador a una opinión determinada no se duda, en muchas ocasiones, en cargar las rasgos sin miramientos, a golpes, por la fuerza, sin destello de capacidad fabuladora.
Y eso está reñido con el buen hacer.
“- Que me entierren de pie”, pide Margo en uno de los pasajes de la obra.
Que me entierren también a mí de pie pero frente a una pantalla gigante donde se proyecte indefinidamente esta película.
A ver si consigo descubrir todas esas virtudes que los demás ven sin dificultad.
Y olvidarme de sus defectos.
Dígase de inmediato que la interpretación es irreprochable, los detalles se cuidan con esmero, la luz, el sonido y la ambientación, en general, son capaces de seducir. Todos los recursos técnicos brillan a gran altura.
Pero resulta imposible no ver hoy, como ayer, la fragmentada y deficiente caracterización psicológica de los personajes. Sus rasgos no son delineados con sutileza sino bruscamente vertidos al celuloide sin el menor reparo. Para mover al espectador a una opinión determinada no se duda, en muchas ocasiones, en cargar las rasgos sin miramientos, a golpes, por la fuerza, sin destello de capacidad fabuladora.
Y eso está reñido con el buen hacer.
“- Que me entierren de pie”, pide Margo en uno de los pasajes de la obra.
Que me entierren también a mí de pie pero frente a una pantalla gigante donde se proyecte indefinidamente esta película.
A ver si consigo descubrir todas esas virtudes que los demás ven sin dificultad.
Y olvidarme de sus defectos.