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Voto de FERNANDO BERMEJO:
8
Drama Basada en una historia real, Sean Penn interpreta a Sam Bicke, un hombre desilusionado con su vida pesonal y profesional que en 1974 intentó el asesinato del 37 presidente de Estados Unidos, Richard Nixon. (FILMAFFINITY)
19 de septiembre de 2007
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
En contra de lo que su equívoco y -¿Por qué no admitirlo?- sensacionalista título pueda dar a entender, no nos encontramos ante un thriller político; El asesinato de Richard Nixon, primer largometraje del estadounidense Neils Mueller, no es un film conspirativo, y poco tiene que ver con películas como J.F.K o La tapadera. Magnicidio haylo, pero su presencia, que responde al delirio paranoide de su amargado protagonista, no se debe a un complot sedicioso que amenace realmente la vida del dirigente político más poderoso del planeta.
Lo que acontece, en lo que a acción narrativa se refiere, es más bien poco: el descenso a los infiernos de un ciudadano medio que, plenamente frustrado y ninguneado por todos, irá llenándose de desazón y de ira, encauzándolas hacia el presidente de su país, Richard Nixon, también conocido como Tricky Dick (Tramposo Dick), omnipotente mandatario al que considerará el máximo responsable de todas sus desgracias personales y de las de la humanidad en general.
Nos hallamos, pues, ante una esplendida construcción de un personaje extremo, magistralmente interpretado por Sean Penn, para cuyo desarrollo Mueller se basó en Sam Byck, un sujeto real que tramó asesinar a Richard Nixon en 1974 y que también sirvió de inspiración a Martin Scorsese a la hora de realizar Taxi Driver.
La historia se desarrolla en los convulsos años 70 (Watergate, las panteras negras, la guerra del Vietnam), por lo que, no nos engañemos, la crítica política -que también la hay- se debe más a motivos circunstanciales y de contexto que a una manifiesta voluntad de denuncia. Y es que individuos como Sam Bicke, entendiéndolo como la personificación de la ira ante una sociedad cruel y enferma que únicamente se rige por la competitividad, el dinero y la mentira, los habido, los hay, y los habrá en todos los sitios: en la América de Nixon, la Italia de Berlusconi y en la España de Aznar.
FERNANDO BERMEJO
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