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España España · Madrid
Voto de Servadac:
7
Cine negro Chuck Scoutt (Robert Cummings) es un veterano de guerra sin empleo. Un día encuentra un billetero perdido y decide ir a buscar a su propietario, quien resulta ser un gángster llamado Eddie Roman (Steve Cochran). Eddie, agradecido, decide contratar a Chuck como chófer, quien se adentra en el peligroso mundo del hampa. Cumpliendo con su nuevo trabajo, Chuck conocerá poco a poco a Lorna (Michèle Morgan), la mujer de Eddie, hasta llegar a ... [+]
28 de febrero de 2021
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine negro nace de la confluencia de múltiples factores: expresionismo alemán, realismo poético francés, novelas ‘hard-boiled’, depresión de entreguerras, amenaza latente de los grandes totalitarismos, cinismo existencial. Es, más que un género, un estado del alma.

Cornell Woolrich (William Irish) es uno de sus máximos exponentes literarios. Algunas de sus obras fueron adaptadas por autores de la talla de Alfred Hitchcock, Jacques Tourneur, François Truffaut o Robert Siodmak. En la obra que nos ocupa, hace gala de su habilidad para crear atmósferas y llevarnos, de la mano, al territorio del sueño o inconsciente.

No hay vehículo mejor para adentrase en esa orografía que el cinematógrafo.

Arthur Ripley no es uno de los grandes, pero sabe utilizar el material de Woolrich y trasladar su lirismo romántico y sombrío a la pantalla. Cualquier atisbo de verosimilitud queda descartado. Las coincidencias y giros se suceden delante de nosotros como en una turbia pesadilla. Y, sin embargo, aceptamos el curso de los acontecimientos como quien acepta la voz ineludible del destino.

La geometría del guión es excelente. Dos veces el tren, dos veces el coche de caballos en La Habana, quizás dos veces un intento de suicidio… Steve Cochran y Peter Lorre componen una pareja de villanos memorable: crueles, descreídos; muy por encima del desempeño soso de los dos protagonistas, en especial Robert Cummings, cuya gestualidad carece del empaque necesario.

¿Qué se siente al cortar el pelo a un hombre?, pregunta Eddie a la estilista. Y nos viene a la cabeza la historia de Sansón. Job es el mayordomo de la casa. ¿Joe? No, Job, como en la Biblia.

La violencia queda, por lo general, fuera de cuadro. No tengo dudas de que Ripley conocía los aciertos de Tourneur. La escena del perro en la bodega es magistral, igual que la pelea que oímos al otro lado de la puerta. El plano del mar y el oleaje, el claroscuro y el uso de las grúas… La música, el piano.

Esperamos ansiosos el momento. Soñamos tenuemente. Al despertar, recorremos el espacio real de nuestra pesadilla. Deberíamos sentirnos aliviados. Pero el cine, el cine sólo, a diferencia de los textos literarios, nos atrapa en esa red en que se funden ficción y realidad. Porque “las palabras imponen una cierta distancia al lector. El mundo que se lee no es un mundo que se ve.”

Y el cine, fatalmente, se inscribe en la retina.
Servadac
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