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Voto de Jose_Lopez_5:
6
5,0
9.076
Comedia
Viktor Taransky (Al Pacino) es un director de cine que se encuentra en plena decadencia. Cuando se le presenta una nueva oportunidad, todo se va al garete por culpa de una temperamental actriz (Winona Ryder); entonces Elaine (Keener), su ex mujer y directora de los estudios, lo despide. En estas circunstancias, conoce a Hank Aleno (Elias Koteas), un genio informático que le cede un programa que resuelve sus problemas: Simulation One: ... [+]
15 de enero de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces, solo a veces, hay películas prescientes sin proponérselo. Trabajos adelantados a su tiempo por azar. "Simone" (2002) es uno de ellos, aun estando embutido en una funda regulera.
Veamos, que el cine en general, y Hollywood en particular, es una gran farsa lo sabemos todos. Nada allí es cierto, ni delante ni tras la cámara. Bueno, quizás el dinero, el sexo y los vicios. Pero el cine es una gran, cruel y adorable mentira. Una industria dominada por farsantes e hijos de puta en donde todo vale para hacer caja. Y es en ese ecosistema en donde, tiempo ha, las creaciones digitales gozan de mucho peso. Nada nuevo, pues son meros sustitutos del cartón piedra, las prótesis y los polvos de maquillaje.
Ahora bien, en el año 2002 el mundo del cine estaba atravesando un punto de inflexión. La culpa era de George Lucas e Industrial Light & Magic. Su creación de la triple precuela de "La guerra de las galaxias" había dado alas al mundo del CGI, demostrando unas posibilidades antes solo atisbadas. Si los 80 supusieron la llegada al cine de un CGI primigenio, y los 90 empezaron a demostrar sus posibilidades, el 2000 fue el comienzo de la orgía digital. Una imperfecta, pero extendida. Y es en ese instante cuando esta película se adelantó a su tiempo.
Porque lo que "Simone" nos cuenta es la concepción de un avatar digital tan perfecto que es indistinguible de una persona real. Uno con una personalidad tan embriagadora que sustituye a los actores, encadila a quienes lo ven en pantalla, y logra más éxito que el mejor de los intérpretes. La gracia está en que solo una persona sabe que es una creación con CGI. La misma que le insufla vida.
"Nuestra capacidad de confeccionar un fraude, ahora ya supera nuestra capacidad de detectarlo"
A partir de ese instante, "Simone" se enfrasca en una historia simplona, con personajes medio tontos, y una elevada carga de inverosimilitud. Tanto, que ya en su momento era difícil creerse la sarta de idioteces en las que se apoya (véase spoiler 1). Ahora bien, a lo tonto a lo tonto, la película acabó abriendo senderos que, a ojos actuales, se revelan inquietantes y prescientes.
De primeras, "Simone" abre el melón de los actores sustituidos por entes digitales. Eso, en parte, ya lo estamos viendo desde hace años. Cierto que son seres que siguen necesitando de la captura de movimientos de los actores, pero ese es un fleco que, antes o después, quedará cortado vía inteligencia artificial (véase spoiler 2). Ojo avizor, que en unas décadas lo mismo ser actor de cine se convierte en un oficio en extinción. Al menos, tal y como lo conocemos ahora.
"... Con la subida del caché de un actor de verdad y la bajada de una imitación, la balanza se ha inclinado, naturalmente, a favor de la imitación."
Luego está el fanatismo de las masas ante un personaje digital. Esto no es fantasía, sino real. Ya se sabe de creaciones digitales que congregan más seguidores que muchos "influencers". La gente los cree, se preocupa por ellos, se enamora y sufre con sus desgracias (véase spoiler 3). En realidad nada nuevo, porque los vínculos emocionales entre el público y los personajes son tan antiguos como el teatro. La diferencia es que ahora son personajes casi sin conexión física (véase spoiler 4).
Pero "Simone" no se queda ahí. En lo técnico plantea el uso de conciertos con hologramas. Algo ya habitual en el 2022, pero ficticio en aquel entonces (véase spoiler 5). A día de hoy la gente paga para acudir en persona a conciertos ofrecidos por cantantes muertos (o casi, como Abba) y audio grabado (véase spoiler 6).
En el plano metafórico, "Simone" es una parodia sobre la manipulación de las masas por parte de los medios. Es también un retrato ruin, por circense, de los directivos de las productoras, de los propios actores y sus egos, y de la absurdez de un sistema legal, el estadounidense, aquejado de imbecilidad crónica.
Y tampoco creo que se le escape a nadie el drama de la persona devorada por su personaje. Prometeo castigado por su propia creación. Algo que sigue ocurriendo hoy día entre aquellos que logran proyección mediática, y que acaban comportándose como lo haría la figura falsa que se inventaron.
Por cierto, ¿soy el único que ve en la exmujer del personaje de Al Pacino un trasunto de Kathleen Kennedy? Una más joven, menos cabrona y con un poder más limitado.
"(Soy) Alguien capaz de ver que, si una actuación es genuina, no importa que el actor sea real o no. ¿Y qué es real últimamente?".
Y todo esto lo hace de forma pobre, porque "Simone", ay, comete errores que en el 2002 ya eran difíciles de perdonar. Me refiero a tonterías que no tienen sentido, a comportamientos faltos de verosimilitud (véase spoiler 7), y a un desarrollo ridículo (véase spoiler 8). Incluso los diálogos rezuman una ramplonería lastimosa, dejando claro que se ha dejado escapar la oportunidad de hacerlo muy bien (véase spoiler 9). Y qué decir de Al Pacino, aquí lejos de cualquier actuación brillante.
Para colmo, la misma película que intenta convencernos de una tecnología perfecta, adolece de una factura visual pobre. Algo a lo que contribuye verla en televisores actuales, los cuales le sacan las vergüenzas a los torpes montajes trucados. Tanto, que casi da risa todo lo relacionado con el avatar de "Simone". Y por supuesto, su final abrupto es una memez como un templo (véase spoiler 10).
"La única verdad real es la obra"
En resumen, "Simone" no suele estar entre las películas alabadas por la peña. Si acaso, se la recuerda como algo ya lejano. Pero, a conciencia o no, acabó perfilando con brocha gorda algunas ideas interesantes.
Veamos, que el cine en general, y Hollywood en particular, es una gran farsa lo sabemos todos. Nada allí es cierto, ni delante ni tras la cámara. Bueno, quizás el dinero, el sexo y los vicios. Pero el cine es una gran, cruel y adorable mentira. Una industria dominada por farsantes e hijos de puta en donde todo vale para hacer caja. Y es en ese ecosistema en donde, tiempo ha, las creaciones digitales gozan de mucho peso. Nada nuevo, pues son meros sustitutos del cartón piedra, las prótesis y los polvos de maquillaje.
Ahora bien, en el año 2002 el mundo del cine estaba atravesando un punto de inflexión. La culpa era de George Lucas e Industrial Light & Magic. Su creación de la triple precuela de "La guerra de las galaxias" había dado alas al mundo del CGI, demostrando unas posibilidades antes solo atisbadas. Si los 80 supusieron la llegada al cine de un CGI primigenio, y los 90 empezaron a demostrar sus posibilidades, el 2000 fue el comienzo de la orgía digital. Una imperfecta, pero extendida. Y es en ese instante cuando esta película se adelantó a su tiempo.
Porque lo que "Simone" nos cuenta es la concepción de un avatar digital tan perfecto que es indistinguible de una persona real. Uno con una personalidad tan embriagadora que sustituye a los actores, encadila a quienes lo ven en pantalla, y logra más éxito que el mejor de los intérpretes. La gracia está en que solo una persona sabe que es una creación con CGI. La misma que le insufla vida.
"Nuestra capacidad de confeccionar un fraude, ahora ya supera nuestra capacidad de detectarlo"
A partir de ese instante, "Simone" se enfrasca en una historia simplona, con personajes medio tontos, y una elevada carga de inverosimilitud. Tanto, que ya en su momento era difícil creerse la sarta de idioteces en las que se apoya (véase spoiler 1). Ahora bien, a lo tonto a lo tonto, la película acabó abriendo senderos que, a ojos actuales, se revelan inquietantes y prescientes.
De primeras, "Simone" abre el melón de los actores sustituidos por entes digitales. Eso, en parte, ya lo estamos viendo desde hace años. Cierto que son seres que siguen necesitando de la captura de movimientos de los actores, pero ese es un fleco que, antes o después, quedará cortado vía inteligencia artificial (véase spoiler 2). Ojo avizor, que en unas décadas lo mismo ser actor de cine se convierte en un oficio en extinción. Al menos, tal y como lo conocemos ahora.
"... Con la subida del caché de un actor de verdad y la bajada de una imitación, la balanza se ha inclinado, naturalmente, a favor de la imitación."
Luego está el fanatismo de las masas ante un personaje digital. Esto no es fantasía, sino real. Ya se sabe de creaciones digitales que congregan más seguidores que muchos "influencers". La gente los cree, se preocupa por ellos, se enamora y sufre con sus desgracias (véase spoiler 3). En realidad nada nuevo, porque los vínculos emocionales entre el público y los personajes son tan antiguos como el teatro. La diferencia es que ahora son personajes casi sin conexión física (véase spoiler 4).
Pero "Simone" no se queda ahí. En lo técnico plantea el uso de conciertos con hologramas. Algo ya habitual en el 2022, pero ficticio en aquel entonces (véase spoiler 5). A día de hoy la gente paga para acudir en persona a conciertos ofrecidos por cantantes muertos (o casi, como Abba) y audio grabado (véase spoiler 6).
En el plano metafórico, "Simone" es una parodia sobre la manipulación de las masas por parte de los medios. Es también un retrato ruin, por circense, de los directivos de las productoras, de los propios actores y sus egos, y de la absurdez de un sistema legal, el estadounidense, aquejado de imbecilidad crónica.
Y tampoco creo que se le escape a nadie el drama de la persona devorada por su personaje. Prometeo castigado por su propia creación. Algo que sigue ocurriendo hoy día entre aquellos que logran proyección mediática, y que acaban comportándose como lo haría la figura falsa que se inventaron.
Por cierto, ¿soy el único que ve en la exmujer del personaje de Al Pacino un trasunto de Kathleen Kennedy? Una más joven, menos cabrona y con un poder más limitado.
"(Soy) Alguien capaz de ver que, si una actuación es genuina, no importa que el actor sea real o no. ¿Y qué es real últimamente?".
Y todo esto lo hace de forma pobre, porque "Simone", ay, comete errores que en el 2002 ya eran difíciles de perdonar. Me refiero a tonterías que no tienen sentido, a comportamientos faltos de verosimilitud (véase spoiler 7), y a un desarrollo ridículo (véase spoiler 8). Incluso los diálogos rezuman una ramplonería lastimosa, dejando claro que se ha dejado escapar la oportunidad de hacerlo muy bien (véase spoiler 9). Y qué decir de Al Pacino, aquí lejos de cualquier actuación brillante.
Para colmo, la misma película que intenta convencernos de una tecnología perfecta, adolece de una factura visual pobre. Algo a lo que contribuye verla en televisores actuales, los cuales le sacan las vergüenzas a los torpes montajes trucados. Tanto, que casi da risa todo lo relacionado con el avatar de "Simone". Y por supuesto, su final abrupto es una memez como un templo (véase spoiler 10).
"La única verdad real es la obra"
En resumen, "Simone" no suele estar entre las películas alabadas por la peña. Si acaso, se la recuerda como algo ya lejano. Pero, a conciencia o no, acabó perfilando con brocha gorda algunas ideas interesantes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
1º) La idea de una actriz que aparece por arte de magia, su insistente negativa a aparecer en persona, y su existencia al margen de cualquier registro legal, es absurda.
2º) Los avances en generación de imágenes sintéticas son asombrosos. Aunque hasta ahora son dependientes de la captura de movimientos para lograr interpretaciones, es solo cuestión de tiempo que alguien encuentre la forma de recrear cualquier interpretación apoyándose en complejos modelos predictivos entrenados vía aprendizaje automático... o cualquier otra tecnología sustituta.
3º) Échele un vistazo a un artículo que ya huele a viejo, pero que solo tiene cuatro años: "‘Influencers’ virtuales con millones de seguidores, ¿farsa o nueva tendencia?". Periódico El País. El País Retina. 16 de enero de 2019.
4º) En realidad hay ingenieros, animadores, matemáticos, psicólogos, actores y demás farándula detrás de cada avatar. No nacen como champiñones en mitad del campo. Pero nadie los ve. Lo único que el público ve es la creación digital que ya ni siquiera tiene un soporte físico más allá de los dispositivos de captura. Es como esconder a un actor bajo capas de maquillaje y látex hasta tornarlo irreconocible, solo que ahora todo ese material es digital.
5º) Cuenta la Wikipedia que el primer intento de ofrecer un concierto con hologramas fue en 1998, pero no funcionó bien. En los años siguientes se ofrecieron conciertos con avatares en mundos virtuales. Para los primeros conciertos con hologramas hubo que esperar a los Grammys del 2006, con Madonna y Gorillaz. Estos últimos, por cierto, ocultos tras avatares desde el 98.
6º) A Michael Jackson ya lo pusieron a bailar después de muerto en los Billboard Musica Awards del 2014.
7º) Podríamos citar lo absurdo que es que un solo ingeniero de software cree un producto ultra complejo y perfectamente usable. O que un director de cine se convierta en experto informático en solo nueve meses de forma autodidacta. O los ochenteros disquetes de 5.25" y sus unidades lectoras.
Tampoco tiene sentido que haya que borrar un programa usando un virus, ni que una niña, a base de tocar teclas, tenga habilidades propias de un antivirus para limpiar una infección. Y qué decir de esos complejísimos cálculos hechos en un simple ordenador, o la estúpida idea de tener todo el chiringuito montado en un hangar con un guardia de seguridad. Para algunas cosas los guionistas estuvieron avispados, pero para otras estaban muy perdidos.
8º) Los intentos de Al Pacino por destruir a "Simone" son idiotas. Su detención es una payasada. Los periodistas sensacionalistas son un atajo de cretinos. Etc.
9º) A pesar de ello, hay algunas frases valiosas.
10º) Vale, el final es una memez. Pero el último plano, el que precede al fundido al negro, es digno de enmarcado. Al Pacino sentado en un sofa, ubicado en un escenario de color verde sin ningún otro objeto, gesticulando en el aire con personajes digitales. ¿Conoce el meme de George Lucas frente a un gran "chroma" verde? Esta película ya describía cómo sería una parte del cine en los años venideros.
2º) Los avances en generación de imágenes sintéticas son asombrosos. Aunque hasta ahora son dependientes de la captura de movimientos para lograr interpretaciones, es solo cuestión de tiempo que alguien encuentre la forma de recrear cualquier interpretación apoyándose en complejos modelos predictivos entrenados vía aprendizaje automático... o cualquier otra tecnología sustituta.
3º) Échele un vistazo a un artículo que ya huele a viejo, pero que solo tiene cuatro años: "‘Influencers’ virtuales con millones de seguidores, ¿farsa o nueva tendencia?". Periódico El País. El País Retina. 16 de enero de 2019.
4º) En realidad hay ingenieros, animadores, matemáticos, psicólogos, actores y demás farándula detrás de cada avatar. No nacen como champiñones en mitad del campo. Pero nadie los ve. Lo único que el público ve es la creación digital que ya ni siquiera tiene un soporte físico más allá de los dispositivos de captura. Es como esconder a un actor bajo capas de maquillaje y látex hasta tornarlo irreconocible, solo que ahora todo ese material es digital.
5º) Cuenta la Wikipedia que el primer intento de ofrecer un concierto con hologramas fue en 1998, pero no funcionó bien. En los años siguientes se ofrecieron conciertos con avatares en mundos virtuales. Para los primeros conciertos con hologramas hubo que esperar a los Grammys del 2006, con Madonna y Gorillaz. Estos últimos, por cierto, ocultos tras avatares desde el 98.
6º) A Michael Jackson ya lo pusieron a bailar después de muerto en los Billboard Musica Awards del 2014.
7º) Podríamos citar lo absurdo que es que un solo ingeniero de software cree un producto ultra complejo y perfectamente usable. O que un director de cine se convierta en experto informático en solo nueve meses de forma autodidacta. O los ochenteros disquetes de 5.25" y sus unidades lectoras.
Tampoco tiene sentido que haya que borrar un programa usando un virus, ni que una niña, a base de tocar teclas, tenga habilidades propias de un antivirus para limpiar una infección. Y qué decir de esos complejísimos cálculos hechos en un simple ordenador, o la estúpida idea de tener todo el chiringuito montado en un hangar con un guardia de seguridad. Para algunas cosas los guionistas estuvieron avispados, pero para otras estaban muy perdidos.
8º) Los intentos de Al Pacino por destruir a "Simone" son idiotas. Su detención es una payasada. Los periodistas sensacionalistas son un atajo de cretinos. Etc.
9º) A pesar de ello, hay algunas frases valiosas.
10º) Vale, el final es una memez. Pero el último plano, el que precede al fundido al negro, es digno de enmarcado. Al Pacino sentado en un sofa, ubicado en un escenario de color verde sin ningún otro objeto, gesticulando en el aire con personajes digitales. ¿Conoce el meme de George Lucas frente a un gran "chroma" verde? Esta película ya describía cómo sería una parte del cine en los años venideros.