Un hombre de unos 40 y tantos que vive con su madre, sin novia, tímido, solitario, con un solo amigo, adicto a las batallas de la segunda guerra mundial, con sobrepeso, trabaja en el aeropuerto de llevar y colocar las maletas en los aviones. Su vida es rutinaria, aburrida y sin emociones. Sus compañeros de trabajo se burlan de él, pero se lo toma como un gaje del oficio, no se mosquea, el sigue su vida sin más, porque no espera otra cosa.
Un día este bonachón recibe del novio de su madre un regalo, una inscripción para un curso de baile country, así conoce gente y cambia de aires. Allí conoce a una chica muy particular, que hará que su monótona vida cambie y pueda experimentar cosas que no había vivido hasta ahora.
La gran actuación de Gunnar Jónsson le da ese toque de ternura y dulzura a su personaje, que le hace verdaderamente entrañable.
Es cierto que tiene un ritmo lento, pero no necesita ser vertiginosa para contarnos la vida de este buen hombre, que tiene la simple particularidad de que no tiene una pizca de maldad, algo raro en los días que nos toca vivir.
Una pequeña joyita del cine islandés, que espero que siga por este buen camino.