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Voto de VictorRodrigo:
8
Thriller. Intriga. Drama Manuel (Antonio de la Torre), un influyente vicesecretario autonómico que lo tiene todo a favor para dar el salto a la política nacional, observa cómo su perfecta vida se desmorona a partir de unas filtraciones que le implican en una trama de corrupción junto a Paco, uno de sus mejores amigos. Mientras los medios de comunicación empiezan a hacerse eco de las dimensiones del escándalo, el partido cierra filas y únicamente Paco sale ... [+]
31 de enero de 2019
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
- "¿Por qué entraste en política?
- No entiendo la pregunta".

La nueva película de Rodrigo Sorogoyen es mucho más necesaria de lo que puede parecer. Es el retrato abstracto de un sistema putrefacto, de una manera de hacer política que se tejió décadas atrás en este país, arraigando miles de personas y salpicando cientos de ciudades. "El reino" es el reflejo de una España corrupta, de una España real y de una España atrapada en su propia alcantarilla.

Manuel López-Vidal es un vicesecretario autonómico del partido que gobierna una comunidad española (sin especificar). Es parte de un engranaje complejo, de altas esferas y ágil en corrupción: manipulación de concursos públicos, mordidas y comisiones asignadas a dedo entre un grupúsculo de buitres carroñeros. Cuando sale a la luz una de las partes de esta trama corrupta, Manuel es aislado por el partido y inculpado como único responsable. Su respuesta? Hacerlo caer todo.

El filme de Sorogoyen es de alto nivel, con unos planos de cámara frenéticos, cargados de adrenalina y que dibujan un lenguaje cinematográfico de espiral descendente. Antonio de la Torre está sencillamente sublime y los actores secundarios que acompañan el recorrido por el reino de la corrupción son imprescindibles: Luis Zahera y Bárbara Lennie lo clavan (nominados a los Goya, como De la Torre), Ana Wagener, José María Pou y Nacho Fresneda, exquisitos en sus pequeños papeles.

Todo es familiar. Las referencias indirectas a casos de corrupción sonados en toda España se entrecruzan por todo el guión. Seguramente tenemos un problema si la producción doméstica no puede realizar películas con casos explícitos, como en muchas producciones americanas, pero el reflejo estructural al que abre la puerta Sorogoyen es general; acompaña la reflexión y hace un retrato de paisaje grave. "Esto sería cargarse un país", afirman en un momento de la película.

El director clava un bisturí de manera quirúrgica en la deformación (corrupta) de una manera de hacer política. Escenifica el retrato hipócrita de los integrantes de las tramas, que caen como piezas de dominó y arrastran a sus familias, sus compañeros, rompen las amistades y son señalados como leprosos. Empatizamos con el personaje de Manuel, pero frunciendo la nariz; con asco.

Los personajes de Sorogoyen forman parte de una alcantarilla construida para llenarlo todo de mierda; ratas que se estiran entre ellas desde el abismo para sobrevivir, ahogándose con el agua putrefacta de aquellas cloacas que ellas mismas han edificado, engrasado y cuidado. "El reino" también gira la cámara y enfoca al espectador, haciéndolo corresponsable de todo lo que está viendo; invitándole a la autocrítica y a la introspección: ¿ha existido el espíritu crítico en este país? ¿Se ha permitido esta vida política para las élites? ¿Bajamos la cabeza para no ser conscientes de la realidad?

Nadie se salva. Nadie es inocente. La película reza: "Los reyes caen pero el reino sigue". El reino de la corrupción se mantiene y sólo fabrica herederos, nunca leyendas ni salvaguardas. Como escenificó Alfonso Guerra, "quien se mueva no sale en la foto". Del reinado de las alcantarillas o eres partícipe o sales con los pies por delante. Lástima no poder acabar de afinar el tiro de la trama, señalando con nombres y apellidos los protagonistas de muchas (demasiadas) décadas de corrupción en todo el país. Todo el reino.
VictorRodrigo
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