Clint Eastwood vuelve a ponerse patriótico en este biopic de Chris Kyle, un marine de los SEAL muy conocido en USA por ser el más letal francotirador de toda su extensa historia militar.

Eastwood ha adaptado la propia autobiografía de Kyle de manera bastante sutil para los que no conocieran el libro o al personaje, algo muy normal a este lado del Atlántico. Se nos muestra a un soldado (Bradley Cooper) con verdadera vocación, un auténtico patriota de los que dan su vida por su país, y no se plantea ningún dilema moral que le haga vacilar en su trabajo. Es lo que se considera un héroe, incluso apodado por sus compañeros “Leyenda” después de haber batido el récord de disparos efectivos a distancia, de ésos en los que estás bien parapetado y protegido y puedes matar a los enemigos sin que sepan de dónde vienen los tiros (nunca mejor dicho). Una figura adorada por los suyos y odiada por sus enemigos que se merecía un homenaje, y quién mejor que Eastwood para dárselo y hacer que su película llegue incluso a estar nominada a los Oscar.

El filme es un prodigio técnico, perfectamente acabado como todas las películas del ya octogenario Eastwood, en el que las escenas bélicas son una maravilla de ejecución y el drama familiar sólo entra de tapadillo y casi de relleno. Pero había que dejar claro que esa máquina de matar, ese soldado perfecto, tiene una vida civil como cualquier hijo de vecino, con su mujer y sus hijos, a los que tiene que defender como defiende a las mujeres y a los hijos de toda la nación. Su sentido del deber es tan absoluto que le impide en ocasiones conciliar la vida civil con la castrense, provocando los consabidos problemas en unas escenas pretenciosamente patéticas.

Hay que olvidarse de toda moral; los enemigos son los enemigos, y sólo puedes pensar en salvar y proteger a tus soldados ya que es tu misión. No te puedes distraer en nada más, no puedes pensar que a quien estás apuntando está también cumpliendo con su deber, protegiendo su territorio para defender a sus mujeres y a sus hijos. No puedes pensar que vas a matar a alguien por la espalda, sin que se entere, a distancia y de la manera más cobarde, y que cuantos más elimines más medallas te concederán. Hijo, fuiste un héroe, y te mereces este homenaje de Eastwood, quien a pesar de tratar a tus enemigos como meros figurantes sin darles ninguna personalidad y ofreciéndolos a tu teleobjetivo, te ha intentado hacer más humano de lo que demuestras en tu propia biografía, en la que sin ningún pudor declarabas que los iraquíes son todos unos salvajes y no tenías ningún remordimiento de conciencia en matarlos. También te mereces que Bradley Cooper te haya encarnado tan bien, en unos de sus mejores papeles, y que la película sobre tu vida haya estado a las puertas de ganar un Oscar.

Ya fuera de moralinas, es loable que Eastwood siga deleitándonos con su gran talento tras las cámaras a pesar de su ya avanzada edad, ofreciéndonos productos tan bien elaborados como éste, y se le puede perdonar que algunas veces se le escape algo de tufillo republicano en sus cintas, pero en “American Sniper” el tufillo se ha vuelto cuesco importante, por mucho que se intente tapar. No es su mejor obra ni de lejos, pero sigue siendo superior a muchos títulos del cine norteamericano reciente.

Mejorable, Sr. Eastwood, pero aún decente.