A caballo entre "Aliens" y "Terminator 2", el megalómano realizador James Cameron firmó la que es hasta ahora su película más personal. Basándose en una historia que él mismo escribió de pequeño, hizo lo que mejor sabre hacer: no reparar en gastos (la película más cara de la historia en ese año) para crear un espectáculo de grabar a fuego en las retinas.

"Abyss" es la historia de un equipo de perforadores submarinos, comandados por Ed Harris, envueltos en una operación militar que se transforma en una experiencia fantástica al descubrir en las profundidades abisales unos extraños seres que les marcarán para el resto de sus vidas. La trama se desarrolla en un entorno asfixiante, claustrofóbico y tenebroso, plagado de luz azul y metal, donde las luces de los potentes reflectores de la estación submarina se vuelven mortecinas en la eterna oscuridad de las profundidades oceánicas. Pero incluso allí abajo, donde la soledad tiene su reinado, hay sitio para el trabajo duro, las canciones "country" y las relaciones personales: hay sitio para la vida.

Son los currantes, que no tienen tiempo para pensar en las toneladas de agua que hay sobre sus cabezas, los verdaderos héroes en el día a día y no los militares, supuestamente entrenadísimos para soportar la presión, y representados aquí por un neurótico Michael Biehn. El agua entra por cualquier fisura, las luces parpadean por los pasillos, la atmósfera es densa y se respira el óxido por todos los rincones: ¿quién no se volvería loco? Es como estar en el complejo colonial de "Aliens" pero sumergido bajo capas y capas de agua, donde los vehículos de asalto de los marines se convierten en módulos acuáticos sofisticados hipermanejables y la nave de transporte es la misma estación marina donde reside el equipo. Guiños muy claros, aunque la principal diferencia entre las dos películas es que aquí la guerra no se libra contra los extraterrestres sino que es el hombre quien la libra consigo mismo.

Cameron es un creador de ambientes, y el mayor logro de "Abyss" es precisamente la excepcional recreación de la atmósfera, con sus tonos metálicos reflejando el intenso azul del océano, y las tinieblas que rodean todo el complejo humano como si protegieran celosamente el secreto que guardan en el abismo. Además, el obligatorio despliegue tecnológico en casi cualquier filme de Cameron también marca una impronta clara a la hora de decorar las claustrofóbicas tomas subacuáticas. Por otro lado, las notorias interpretaciones de la Mastrantonio y, sobre todo, de un estupendo Ed Harris, suman puntos a la ya de por sí gran calidad de la ambientación conseguida.

Está claro que Cameron no se priva de nada cuando quiere plasmar algo en la pantalla, lo cual es de agradecer pues esa megalomanía ha dado al mundo del cine si no grandes obras, al menos obras memorables, y entre todas ellas se encuentra esta pequeña joya que merece ser al menos recordada por cualquier amante del cine: para mí, absolutamente imprescindible.