Un viaje de iniciación supone una historia o experiencia en donde una persona atraviesa diversas situaciones que lo modifican, que lo hacen madurar. Sucede un cambio en el que el individuo evoluciona hacia la adultez al tomar conciencia de sí mismo y de la realidad que lo rodea. Muchas películas tienen este tipo de argumento y en el caso de Copenhagen nos encontramos, además, con una buena narración. En lo personal, no me gustan demasiado esos espacios de música con letra de pegatina lánguida que acompañan a los protagonistas en sus movimientos silenciosos para mostrar el proceso de cambio hacia algún tipo de “descubrimiento” o “comprensión” sobre el pasado o el presente. No es algo que sorprenda cuando estamos viendo cine con mano estadounidense en donde, muchas veces, el efecto prima sobre la historia. Aunque en esta oportunidad es una pieza pequeña que intenta algo diferente y sale airosa.