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El Salvador El Salvador · Klendathu
Voto de Especialista Mike:
7
Drama Recreación de la matanza perpetrada por dos adolescentes en el instituto Columbine. Es un día cualquiera de otoño, y todos los estudiantes hacen su vida rutinaria: Eli, camino de clase, convence a una pareja de rockeros para hacerles unas fotos. Nate termina su entrenamiento de fútbol y queda con su novia Carrie para comer. John deja las llaves del coche de su padre en la conserjería del instituto para que las recoja su hermano. Pero ... [+]
21 de agosto de 2010
68 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atención: “Elephant” no “narra” nada, si por narración se entiende una cierta unidad de sentido entre sucesivos hechos y acciones. No hay en “Elephant” un protagonista con objetivos a revelar ni antagonistas. Tranquilos: quien no haya visto la película no debe temer una desorientación digna de vanguardia: sabrá de lo que va y eso es la matanza de Columbine.

Desde la preproducción, Van Sant habrá planteado seguramente su película como puro testimonio de hechos que no atienden a un fin narrativo. Un testimonio no es necesariamente una narración: se puede ser testigo de X disparando a Y (un hecho) y no saber ni imaginar los motivos, los antecedentes ni las consecuencias “veinte años después”. “Elephant” es un testimonio en este sentido. De ahí la elección de estilo documental: frío, distante, objetivo.

Los personajes no tienen nombre, más que el de sus verdaderos intérpretes (como en “Last Days”, íd., 2005). Hay que destacar que las víctimas son anónimas y ello equivale a decir que son cualquiera: su identidad, su relación real con sus asesinos no existe. La condición de víctima es absolutamente arbitraria, condicionada por los encuentros fortuitos en los pasillos.

Los trávelling ilustran perfectamente esa arbitrariedad. La cámara se dedica a seguir a estos personajes. Se detiene o pasa por encima de ellos sin ninguna razón “narrativa”. Es la coincidencia la que determina su vida o su muerte. El montaje coordina cronométricamente las secuencias con admirable rigurosidad, engrasando una ruleta rusa cargada con seis balas.

Los trávelling muestran también otro detalle que suele pasar desapercibido: el recorrido por los pasillos se muestra con la cámara siguiendo a cada personaje. Es una emulación de los modernos videojuegos en cámara subjetiva, como el que juega uno de los asesinos (ver spoiler 1). Esta puesta en escena transforma el escenario en un campo de juego virtual, en el que los encuentros son casuales o mortales y en el que los asesinos se sienten jugadores.

De los asesinos se revela poco más. Más importante que su homosexualidad e inadaptación, es la escena en la que están en casa viendo televisión (ver spoiler 2). No se nos dice nada de sus motivos para asesinar. Y no es porque Van Sant se obstine en hacernos testigos (más bien es una espartana coherencia) y evadir la narración. Es más terrible que eso: los motivos no son necesarios para matar (ver spoiler 3). Cito la observación de Pablo Kurt: “Elephant” presenta el mal al mismo nivel de la cotidianidad, como si fuera lo mismo que ir a comer, encontrarse con alguien y tocar el piano.

Matar sin razón hace del acto de matar algo gratuito, absurdo y banal. Y eso es lo más terrible y meritorio de “Elephant”: presentarnos, como un testimonio, la “banalidad del mal” (en spoiler 4 explico el origen de la expresión).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Especialista Mike
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