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Pájaros de verano

Drama Basada en una historia real que explica el origen del narcotráfico en Colombia, la película se sitúa en los años 70 cuando la juventud norteamericana abraza la cultura hippie y con ella a la marihuana. Esto provoca que los agricultores de la zona se conviertan en “empresarios” a un ritmo veloz. En el desierto de Guajira, una familia indígena Wayuu se ve obligada a asumir un papel de liderazgo en esta nueva empresa. La riqueza y el poder ... [+]
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Críticas 39
Críticas ordenadas por utilidad
24 de marzo de 2019
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“Pájaros de verano” es la última obra de Ciro Guerra después de la premiada “El abrazo de la serpiente”, en esta ocasión acompañado en la dirección por Cristina Gallego. La obra centra gran parte de la acción en mostrar la vida de los indígenas wayú, sus tradiciones, celebraciones y forma de vida, con un realismo mágico que resulta absorbente pero que descoloca al espectador que espera tiroteos y baños de sangre. Al avanzar la trama, se muestra como la influencia del supuesto mundo civilizado (representado por unos activistas norteamericanos que están en contra del comunismo) corrompe a los wayú, los llena de avaricia y consigue destruirlos prácticamente por completo cuando se introducen en el mundo del tráfico de drogas. Todas las veneradas tradiciones quedarán sepultadas por las ansias de poder y dinero.

Lejos queda la enaltecida imagen de Pablo Escobar. En “Pájaros de verano” no hay grandes y carismáticos líderes. La autenticidad al demostrar los sucesos vividos en esa región impregnará el relato al mostrar a los miembros de una misma familia que harán crecer el negocio, se traicionaran entre ellos y desencadenarán una serie de sucesos violentos. Los paisajes desérticos en los que se mueven los wayú contrastan con los frondosos bosques de plantaciones de marihuana, ambos mostrados por una fotografía de gran belleza. Las actuaciones son correctas, destacando por encima de todas la de Carmina Martínez como gran matriarca y dirigente de la familia. El ritmo puede ser pausado en su inicio, pero conforme avanza la historia y se suceden las brillantes elipsis, la película entra en una espiral de ritmo y violencia que cala en los huesos y no te deja ir hasta su catarsis final, donde la obra recupera la esencia de realismo mágico de su arranque y la historia vuelve a poner el acento en las tradiciones más arraigadas a la tierra. Una obra sobre el origen del narcotráfico en Colombia que sirve de metáfora para mostrar la corrupción del ser humano.

Más críticas de cine y series (y algún que otro monigote): https://unhombresinpiedad.com
Un hombre sin piedad
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17 de agosto de 2019
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No hace falta estar muy informado para saber que Colombia ha sido, y es, uno de los centros neurálgicos del narcotráfico. "Pájaros de verano" relata, entre otras cosas, cómo durante los años 60 y 70 las poblaciones indígenas se vieron afectadas directamente por el crecimiento del consumo de drogas en Estados Unidos debido al aumento de la demanda a raíz de la eclosión del movimiento hippy, convirtíéndose Colombia en uno de los principales exportadores de marihuana del mundo.
Pero lo que podría dar lugar a una película sobre el narcotráfico mil veces vista, se convierte en lo contrario gracias a que los directores introducen el elemento étnico con bastante acierto en la historia. Esto hace que los conflictos entre clanes que se van a producir sean más bien debidos al concepto del honor y al sentido de la venganza que tenían ancestralmente estas tribus, siendo también el dinero y el ansia de poder, cómo no, elementos importantes en el desencadenamiento de estos conflictos.
Dos aspectos sobresalen en la película además del elemento étnico (que ya aparecía, por cierto, en "El abrazo de la serpiente", dirigida también por Ciro Guerra), el primero de ellos es su estructuración en cantos, como si de un poema épico se tratase, y el segundo el protagonismo de las mujeres como terribles matriarcas de algunas de esas tribus. Todo ello hace de "Pájaros de verano" una película notable.
Boo Radley
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30 de septiembre de 2019
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Contada en dos tiempos diferentes, un pasado remoto y un presente impreciso, el dúo Gallego / Guerra nos narran una historia sobre como las comarcas pastoriles de Colombia descubren el valor comercial de la planta de marihuana y como ello desata una guerra tribal con el propósito de controlar el negocio.
Con grandes reminiscencias de El Padrino, aquella trilogía inolvidable de Francis Ford Coppola, narra la historia de dos amigos que entran en el negocio con el simple propósito de ganar unos pesos, y terminan transformándose en capos de una mafia que entran en una guerra con el clan vecino.
El film de Gallego / Guerra no es una película más sobre los carteles de la droga. Su acercamiento a los hechos lo hace de manera imprecisa que parece estar narrada bajo los efectos de un alucinógeno a la vez que sus imágenes golpean al espectador con la crudeza de una estética que se acerca al realismo mágico que tan particularmente recreara en forma literaria Gabriel Garcia Márquez.
La vida caótica en que entran los personajes los va envolviendo en una vorágine de violencia que no solo terminará destruyendo sus vidas sino también la de la tribu misma. Una idea que da vueltas sobre toda la trama es la del laberinto. Tanto el consumo como la misma comercialización de la droga va tejiendo un entramado que no deja salida en su espiral de adicción, desconfianza, y violencia. La vida campesina, la espiritualidad del hombre, la unión de la familia, se van perdiendo en pos de la materialidad del dinero, la corrupción y la codicia del hombre.
Como en El Abrazo de la Serpiente, el film anterior de Guerra visto en 2016 en Argentina, el film es primero una reflexión sobre la inescrupulosidad y la bajeza del ser humano, capaz de someter y matar al semejante impulsado simplemente por un vil motivo económico. Y segundo, un viaje al interior de las etnias que habitan y dan origen al ser colombiano, analizando la destrucción de una antigua cultura indígena.
Los hechos del film se concentran en el territorio rural de la Guajira, en Colombia, en medio de zonas desérticas y habitantes que mantienen sus propias tradiciones. El film muestra la colisión entre la codicia del ser y una antigua comunidad indígena donde la pérdida cultural es infinitamente superior a la prosperidad social generada concentrada básicamente en los jefes de la mafia que tienen tanto el control de la producción como el de la comercialización de la droga, dando simplemente trabajo a miles de pequeños traficantes que a la postre son los que pagan con la cárcel o su vida el debido respeto de la ley.
Visualmente la película se destaca por la economía de su lenguaje. Con pequeños saltos temporales se muestra como los protagonistas ascienden tanto económica como socialmente, de vivir en una choza a una mansión, o de usar una avioneta a tener una flota para transportar la droga. Más tarde, una referencia temporal nos lleva a los años 60. Un casamiento entre dos miembros de tribus vecinas, dote mediante, será la oportunidad de integrar el negocio (producción y comercialización), a la vez que observamos la mutación de las personalidades gansteriles, cuya filosofía básica pasará por aquello del ojo por ojo, diente por diente.
Lo que comenzó como una mirada a aldeanos pacíficos apegados a sus tradiciones, se transforma en un film que retrata la guerra entre carteles de la droga. El relato del film va mutando hacia una especie de tragedia griega. Una historia que va de la pobreza a la riqueza y que pasa de la paz de la vida campesina a la violencia descontrolada que generan los narcos. Un precio muy alto, un peaje que destruye son solo la vida sino también la cultura.
Charly Barny
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11 de noviembre de 2019
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"El abrazo de la serpiente" (2015) con su nominación a los Oscar como mejor película de habla no inglesa puso a su director Ciro Guerra en el panorama internacional. Ahora, co-dirigiendo con su mujer Cristina Gallego se consolidan como la punta de lanza de un cine Colombiano precario que esporadicamente nos va dejando perlas como esta. La industria americana ya los ha fichado y a falta del resultado de la serie sobre Hernán Cortés protagonizada por Javier Bardem parece que su adaptación de la novela de J.M. Coetzee, "Waiting for the Barbarians" sobre el colonialismo no ha funcionado como se esperaba.

De momento "Pájaros de verano" en un notable y original híbrido que bucea con vocación antropológica en las tradiciones ancestrales de las gentes del desierto de Guajira y la cultura Wayuu en el norte de Colombia y de como el azar social del coloso norteamericano les abrió la posibilidad de enriquecerse acelerada y desproporcionadamente con el tráfico de marihuana, siendo el germen del narcotrafico Colombiano actual. El desequilibrio mental y emocional que esto produjo en comunidades de escasos recursos y formación muy arraigadas a sus formas de vida no podía sino explotar en una espiral de violencia y venganzas. Una lucha por el poder donde la familia constituye un reducto inviolable.

Como en "El padrino" o "Los Soprano" no se trata de gansters sino de "asuntos de familia" donde conceptos como el honor y la palabra juegan un rol determinante.  En este sentido "Pájaros de verano" se hace un hueco con ellas.

Un elenco acertado, una sobresaliente fotografía esta vez en color de David Gallego, un sabio protagonismo del paisaje y el tratamiento mesurado de la violencia se aúnan  a la notable producción de la propia Cristina Gallego para que la película merezca ocupar un lugar destacado en nuestro anaquel cinematográfico.

cineziete.wordpress.com
ELZIETE
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25 de marzo de 2020
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Esta película es simplemente HERMOSA! La fotografía, historia, actuaciones, todos los elementos son de primera. Me encantó la trama y las simbologías y proyección de la cultura de los wayu. Las costumbres, en mi caso ajenas, me llamaron poderosamente la atención.

En su rítmo de buena novela colombiana, se respeta el espacio de cada actor y su formidable interpretación. Recomendada a cualquier espectador.
Víctor
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