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Los demonios de la noche

Aventuras Hacia finales de 1890, la llegada del ingeniero John Patterson (Val Kilmer) a tierras africanas acelera la construcción del ferrocaril. Además, los trabajadores africanos le consideran un héroe, desde que Patterson cazara a un león de un solo disparo, algo que sólo es capaz de hacer el legendario cazador Charles Remington (Michael Douglas). Cuando parece que las obras van viento en popa, se presentan Fantasma y Oscuridad, dos leones ... [+]
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Críticas 30
Críticas ordenadas por utilidad
14 de julio de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
William Goldman, reputado guionista (aquí en su vertiente más comercial), nos traslada a la África de finales del siglo XIX, a través del personaje de John Patterson (Val Kilmer), un ingeniero puesto al servicio de la Corona británica y encargado de la construcción de un puente que cruce el río Tsavo, en tierras africanas. El objetivo último de ese capitalismo voraz y desenfrenado que representa a la perfección Tom Wilkinson no es otro que mantener la cabeza en la carrera por colonizar los territorios de un continente castigado por las fechorías del hombre blanco desde siglos atrás. Y ahí le va el oficio y el honor al pobre de Val Kilmer.

¿Cuál es el problema? Esto es África, muchachos. Es decir, la cinta descansa en el topicazo (increíble el safari inicial a lomos del ferrocarril) para elaborar una historia que gravite en torno a la peligrosidad que tiene para los hombres un animal tan salvaje como el león. No se trata aquí de retratar al león de a pie, no. Aquí son mega-leones, auténticos monstruos de la naturaleza que matan y comen por placer, no por hambre. Ello provocará el terror entre los habitantes del poblado, con la consiguiente demora en el trabajo del ingeniero, teniendo que encargarse éste, escopeta en mano, de resolver los problemas de seguridad de sus trabajadores.

En fin, historia a medio camino entre el terror y la aventura que ostenta como carta de presentación una factura técnica más que decente. Promete bastante al inicio, creando una atmósfera creíble a partir de la cual poder explicitar la acción (o el terror). No obstante, falla precisamente ahí. Una vez entra en escena el productor ejecutivo de la cinta, sí Michael Douglas, todo se viene abajo. La tensión existente al inicio comienza a esfumarse, la rutina de la que les imposible evadirse a Stephen Hopkins se apodera de la pantalla, y la caza acaba por convertirse en monotonía.

Irregular cinta que entretiene a ratos y que no acaba por definirse dentro del género de terror con animales (o derivados) de por medio. Esto es, no es una joya como 'Jaws' (1974) o 'Jurassic park' (1993), pero tampoco es tan cutre como 'Anaconda' (1997) o 'Mandíbulas' (1999). Un año después de su estreno, apareció un producto similar pero con un punto más de nivel: 'The edge' (1997).
The Motorcycle Boy
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31 de marzo de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Stephen Hopkins ese irregular director que se encargó de secuelizar algunas películas de Depredador y Pesadilla en Elm Street dirigió una de sus mejores películas en Los demonios de la noche utilizando la época colonial británica en África y la creación de un puente para conectar e incrementar la economía y la civilización del reino unido. Dos leones que han probado y se han acostumbrado al sabor de la sangre humana siembran el terror entre los inocentes obreros que están construyendo el puente poniéndo en un serio apuro al proyecto británico que tendrá que contratar a un prestigioso arquitecto y cazador para solucionar el problema. Val Kilmer en el papel del observador e intelectual arquitecto John Patterson junto con un intenso Michael Douglas cazador se ven inmersos en la pugna por colocarse en lo más alto de la escala evolutiva entre los cazadores y los cazados enfrentándose a los diablos leones caza-humanos. La lucha de la civilización humana que es amenazada por un desafío natural en forma de felinos desmesurados y aterradores que matan indiscriminadamente y que resultan ser un hecho real son utilizados como narración cinematográfica en un film con bellos parajes de la salvaje África, con un vibrante ritmo y una estupenda banda sonora para convertir Los demonios de la noche en una más que adecuada película de aventuras. Como curiosidad los leones auténticos disecados que provocaron la barbarie están expuestos en el museo de Chicago ....Y al parecer todavía hoy siguen siendo fantasmagóricos y terroríficos felinos y demonios.
marcus
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9 de diciembre de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Henry Patterson (Val Kilmer) es un coronel del Ejército Británico contratado por Robert Beaumont (Tom Wilkinson) dueño de una importante compañía ferroviaria que lo solicita para que supervise las obras de la construcción de un puente en Kenia. A su llegada John, que es un enamorado del continente africano aunque para ello tenga que dejar en Inglaterra a su esposa Helena (Emily Mortimer) que espera un hijo de él, se tendrá que enfrentar a la peligrosa realidad que acecha en la zona: el inesperado ataque de los leones que merodean al caer la noche. Para evitar más ataques tendrá que contar con la ayuda de Charles Remington (Michael Douglas) un experto cazador.

A Stephen Hopkins se le conoce por haber realizado la cuarta secuela de “Pesadilla en Elm Street” en 1989 y “Depredador 2” (1990) en que cambiaba la jungla de América Central por la jungla urbana para que el “alien” invisible siguiera haciendo de las suyas. En “Los Demonios de la Noche”, que se le puede considerar uno de sus mejores trabajos, se agudiza el sacrificio de un director empeñado a triunfar en taquilla (pese a la dudosa calidad de su sello comercial) emprendido en las tareas de producción y localizaciones. Como película de aventuras es memorable aunque, basándose en un hecho real ocurrido en la África Colonial y con el sensacionalismo que deparaba hacer afrenta a los ataques de animales salvajes más la tradición y folclore rociados con malditismo que daban los nativos en torno a los Reyes de la Sabana, la cinta de Hopkins roza el Terror con alguna que otra salpicadura de gore y el suspense acaba incordiando la función, por lo que se echa de menos más sentido de la aventura.

En lo que respeta a su reaprto Val Kilmer sigue demostrando su autoestima dentro de esas épocas (que no son pocas) de mal actor que es y, claro, al final es la veteranía de un despótico Michael Douglas que salva el protagonismo de una historia con héroes que sufren, víctimas exhibidas a zarpazos y una buena postal del África de ensueño que ni Isak Dinesen hubiera podido transmitir en sus románticas estancias.
Natxo Borràs
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17 de octubre de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entretenidísima película y para mi gusto infravalorada. Basada en un hecho real por increible que parezca. Estupendas imágenes de los leones atacando a diestro y siniestro. Con correctas interpretaciones pero aquí lo que mas cuenta es la historia y desarrollo de la misma. Cine de aventuras del bueno.
Mats
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26 de febrero de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En plena carrera por la conquista del territorio africano, a finales del siglo XIX, la colonia británica se adentró en el remoto continente con la intención de construir un ferrocarril estratégico que uniese Kenia y Uganda con el puerto de Mombasa.

La polémica estalló por el desorbitado coste del proyecto, que únicamente servía para engordar el orgullo de los imperialistas británicos. Pero un suceso muy particular hizo de la construcción formar parte de los incidentes más extraños de la Historia y perdurar en el imaginario colectivo a través de los tiempos: dos leones sembraron una ola de muerte allá por donde pasaron y el terror cundió entre los trabajadores, que huyeron despavoridos. Lo más espeluznante es que no se trataba de simples leones, sino de dos bestias con instintos sádicos realmente anómalos.
No cazaban por necesidad, sino por placer, levantando así una polvareda de temores entre los nativos que se remontaban a viejas leyendas sobre dos demonios reencarnados para librar a La Tierra del hombre blanco: el Fantasma y la Oscuridad. Dichos eventos serían narrados en la novela "The Man eaters of Tsavo" por el teniente coronel John Henry Patterson, encargado de supervisar la construcción del puente en la región de Tsavo y aventurado en una ardua batalla contra las dos bestias; la cifra de muertos, aunque siempre cayendo en controversia, ascendía a más de cien.

Un aterrador hecho real que desde luego alimentaría la imaginación del cine de aventuras de Hollywood, tan lucrativo en los años '50 (algunos films inspirados en ellos datan de esta fecha, como "Los Diablos de Bwana" y "Los Asesinos del Kilimanjaro"). El reputado guionista William Goldman recuperaría la leyenda al escucharla en sus viajes por África, en lo que sería un proyecto de largo aliento que al cabo de los años terminó siendo producido por Michael Douglas, quien también aparecería de actor, y contratando éste a Stephen Sommers para ocupar el puesto de la dirección.
Lo más visible al inicio, además de la cuidada ambientación y producción, es la fascinación de la cámara por el inmenso y bello paisaje africano, acercando la película en su primer tramo, incluyendo la caza de un león corriente en las inmediaciones de la obra, al cine de aventuras más clásico, donde no quedan ocultas las influencias de Howard Hawks, John Huston o Raoul Walsh, mientras se ofrece una negra sátira de las descabelladas obsesiones de conquista de la colonia británica (que usa como esclavos a muchos africanos para acabar irónicamente con la esclavitud en el país). No obstante, el primer ataque de la pareja de devoradores cambiará por completo la atmósfera.

Sin duda Hopkins, un realizador muy atraído por los elementos comerciales, no se ciñe a los hechos concienzudamente al igual que el guión de Goldman, por lo que la fantasía tendrá bastante peso en su obra, aunque nada hace pensar que la cacería de las bestias se convertirá en una algarabía de persecuciones, humor y magia. De repente trazos de fantasmagoría se infiltran en las situaciones, el tono se vuelve sombrío y la violencia casi raya en lo perturbador mientras la cámara se aposta entre la maleza para dar la sensación de acecho y acorralamiento de los personajes, aumentando así el desasosiego en ellos y en el espectador.
Cuando oímos el mito del Fantasma y la Oscuridad en boca de Samuel sabemos que se trata de algo más que una simple cacería y unos simples animales; es un enfrentamiento implacable entre dos mundos (el Infierno y la Tierra) y entre dos especies (el animal y el ser humano) a través del despertar de dos demonios que llegan para purificar la tierra de los males del hombre. Hopkins logra en una extraña y aberrante mezcla combinar el género de aventuras con el misterio, la intriga y la presencia del terror en estado puro (los leones perseguirán a los personajes hasta habitar en su inconsciente y sus sueños), que se siente en la feroz mirada de los devoradores.

La inclusión de Remington, inopinadamente novelesco tanto en carácter como en apariencia (inscrito en la tradición más manida de los antihéroes del cine clásico), vuelve a escorar la trama del lado de la acción y la aventura, aunque sin olvidar el director el tono oscuro y agobiante que lleva exudando el film desde hace tiempo. Así nos alejamos de la construcción del ferrocarril para adentrarnos en lo profundo del paisaje y en la cacería, ahora cara a cara con los personajes, trascendiendo el terror sus propios límites con la entrada a la guarida de los leones.
Es un horror casi gótico por lo enrarecido de su atmósfera y su afición por arrastrar al espectador a terrenos más sombríos alcanzando directamente su inconsciente; hay aventura, pero no se disfruta, más bien incomoda. El equipo tuvo que lidiar con las peores condiciones durante el rodaje, algo que sin duda afectó a Val Kilmer, cuyo estado de ánimo no era el mejor en aquel momento (aunque nunca perdió el entusiasmo por el proyecto); Michael Douglas ofrece una actuación dura y simpática muy al estilo de los héroes de Huston, seguido de los correctos John Kani y Om Puri mientras Tom Wilkinson se revela detestable (admitiéndolo a través de su personaje).

La estimulante música de Jerry Goldsmith y el magnífico trabajo de fotografía de Vilmos Zsigmond hacen el resto; por desgracia la película, más próxima a la ficción que a la realidad de unos hechos de por sí sobrecogedores, fue acogida de mala manera por la crítica, si bien funcionó de cara a la taquilla. Cosa curiosa, el propio Hopkins la aborreció hasta el punto de no querer saber nada de ella tras la posproducción.
Una mala fama que dejó este extrañamente fascinante film relegado y enterrado en el olvido. Puede que haya muchos títulos con animales monstruosos, pero este es el primero desde "Tiburón" que realmente hace creer en la posibilidad de que el animal protagonista no pertenezca a este mundo, que sea en efecto la encarnación de un demonio, del Mal mismo.
Chris Jiménez
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