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¡Vente a Alemania, Pepe!

Comedia Peralejos, un tranquilo pueblo del Alto Aragón, es un lugar donde nunca pasa nada. Un día regresa al pueblo para pasar las vacaciones Angelino (Sacristán), un emigrante que conduce un magnífico Mercedes y cuenta maravillas sobre Alemania y sus mujeres. Pepe (Landa), fascinado por las historias de su amigo, decide emigrar también, pero su sueño empieza a las cinco de la mañana, limpiando cristales, y concluye a las doce de la noche pegando carteles. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
4 de abril de 2012
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues eso, que tanto la calidad de las interpretaciones como la llegada e incorporación de Pepe a la realidad de Munich enganchan y atraen (recoge muy bien la realidad que se vivía en el momento y los mitos al respecto de la emigración) pero que a raíz de la llegada de la novia de Pepe lo que parecía una prometedora película comienza a desinflarse hasta el atropellado final en el que parece que tenían fecha tope de entrega y la cinta está plagada de tópico y patriotismo de folletín.
Charlie Babbitt
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2 de agosto de 2018
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante película del denominado género españolada,
la verdad no es nada del otro mundo pero esos grandes actores, claro que los papeles que les daban eran flojos,
Pero es que Alfredo Landa y Jose Sacristán son muy buenos actores,
Eso si, la película tiene subtramas ridiculas y confusas,
como el personaje de Antonio Ferrandis que en su papel no para de estar amargado,
O luego una pareja de españoles que también tienen un hijo en fin esto de telefilme
. hacen desde el principio una comedia pero luego drama porque si.
En fin interesante
Pancho Colate
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3 de octubre de 2017
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dejar la patria para ir a trabajar fuera es algo que los españoles llevamos haciendo desde siempre. Buscando dinero, buscando oportunidades, refugio o una salida...
Pero queda esa espina clavada. ¿Qué tendrá España que, pese a ser tierra de ladrones, pobreza e injusticia, la echamos tanto en falta cuando nos alejamos de ella? Y esa espina duele mucho.

Ese es el sentimiento que se palpa a lo largo de toda esta película por mucho que se mueva por los cauces del humor costumbrista de toda la vida; y es que su artífice es el sr. Pedro Lazaga, no sólo uno de los más grandes del género, sino de los mejores cronistas cinematográficos sobre aquellas épocas tan especiales para los españoles, como la del "boom" o la Transición. El director tuvo en Paco Martínez Soria a su mejor colaborador cómico, pero su nueva alianza con Alfredo Landa tampoco va a desmerecer, y tal vez el momento más recordado sea el de "Vente a Alemania, Pepe".
De la imaginación del buen dúo Vicente Escrivá/Vicente Coello se perfila esta historia de deseos, idas y venidas, risas y lágrimas, iniciándose desde esas amarillas tierras aragonesas que rodean Peralejos, un pueblecito como cualquier otro donde se va a misa, a tomar el tinto al bar de la esquina, a echar alguna que otra quiniela, sí...pero por la televisión se emiten programas donde aparecen unas mujeres que tienen a todos embobados. Y es que, aun con la presencia del General Franco, comienzan a asomar la libertad, la expansión y el progreso, y nada encarna mejor esos ideales que Angelino, recién llegado de Alemania y recibido como héroe.

Si algo bueno tiene Lazaga es su honestidad, y las intenciones de sus historias las deja claras desde el principio. Angelino como emisario de las delicias germanas, propagación del milagro de la emigración, que comparte con sus compatriotas ignorantes, quienes sólo pueden permitirse soñar...como Pepe; Pilar es realista y tan poco le gusta abandonarse al capricho de una tierra extranjera como convertirse su tierra en el capricho de los extranjeros cuando llegan las vacaciones. Sin embargo su novio sí ha sido embaucado...
El director efectúa la misma fascinación que embargaba a Soria tras aterrizar en la ciudad, y lo inevitable de la torpeza; Pepe viene para descubrir una verdad lo más alejada posible de las hazañas que les contaba Angelino: que en Alemania se vive de cualquier manera, excepto de sueños. Otro tipo de sueño asalta a los residentes de la pensión cuando nuestro aún alegre héroe desenvuelve sus pertenencias; Lazaga es inteligente y prefiere tratarlo todo a través de la óptica de la comedia, pero los sentimientos no engañan y podemos entender el grado de triste resignación al cual se han rebajado esos pobres que con tanto ahínco degustan el jamón, el vino y los chorizos, dejando a Pepe nada más que con las migas...

Aquí no hay tiempo de ilusionarse, ni siquiera de pensar en ligar (lo que ocuparán el 80% de las peripecias de aquél) pues la explotación es la base de la economía, y realizada por compatriotas españoles que sí han sabido sacar provecho de la codicia; la sensación de pérdida es terrible: la de ese humilde matrimonio que va a tener que renunciar a muchas cosas tras nacer su hijo, la de Pepe y Angelino, quienes se convierten en material de uso o cruel burla de los tiranos nativos (un ejemplo exagerado el del escaparate, pero no poco creíble), la de ese médico, encarnado por un soberbio Antonio Ferrandis, hace ya mucho tiempo acostumbrado a la soledad y la lejanía.
Veterano de la Batalla de Brunete (de los hechos más sangrientos de la Guerra Civil) y exiliado de su tierra por "no estar conforme", es muy fácil adivinar las intenciones de las crudas palabras de Emilio por mucho que se solapen con todo el cuidado debido a la censura (de estar realizado el film unos años después podría haberlo expresado abiertamente). Este fresco de personajes secundarios compone una sinfonía de extrema melancolía que huye del humor original y al que Lazaga prefiere apuntar para evitar el baño de lágrimas al espectador, al que por otra parte no es difícil llegar...

Y es que de ser la película despojada de todo rastro de comedia y ligereza, esto sería puro y duro neorrealismo de la escuela de De Sica o De Santis, con no pocos toques de Capra; llega cierto punto en que nos sentimos tan humillados, vapuleados y cansados como el pobre Pepe y sus queridos compañeros de pensión, cuyo único refugio al que pueden aferrarse para no terminar de perder su identidad española es ese pequeño bar que rezuma nostalgia por sus cuatro paredes. Lástima que la propia obra se boicotée a sí misma alargando el asunto de la bronca entre el protagonista y Pilar, algo menos creíble y más esperpéntico.
Incluso estos destellos de alocada comedia sólo sirven para volver a dejar un poso amargo en el espectador, inaguantable al llegar esa Navidad que el pobre Pepe debe pasar solo e inmundo; nunca apelará tanto Lazaga a nuestra complicidad como en ese instante, durísimo, donde aquél observa los bailes regionales típicos españoles por televisión. Quizás Landa da vida desde una necesaria exageración humorística a su héroe maño, pero su actuación es tan natural que su pena se contagia...

Y a quien no se le salten las lágrimas como a él durante ese momento es que no tiene auténtica sangre española en sus venas ni es capaz de comprender el alcance dramático al que aspira el cineasta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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23 de junio de 2020
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esa es la sorpresa que me he llevado al volver esta película con los ojos de hoy, descubriendo una gran cantidad de detalles y entresijos que los ojos de aquel niño que veía películas de Landa era incapaz de ver. Maduré y pude ver el juego de colores de las flores de plástico mientras a Don Ramón se le saltan las lágrimas, porque ya no le conocerán ni sus enemigos cuando entre al casino… Una vida de odio, ¿para qué?

Toda una sorpresa, escuchar cómo era ese ataque de Brunete, recordar los goles de Lángara, la pesca, el paseo al sol… España, a fin de cuentas. Un país al que todos quieren de volver. Entonces no lo comprendía, pero ahora ya sé lo que es pasar una Navidad fuera de España, lejos de la familia, y es exactamente así. ¿Por qué los españoles tenemos esa morriña? Es curioso.

Y parece que no nos tomemos las cosas en serio, pero sabemos degustar el sabor a chorizo, jamón serrano o pan de pueblo. Y nos conformamos con tan poco, que una sombra en verano bajo una morera, rodeados de amigos, es el regalo más preciado que se pueda tener.

Nos hinchamos a alabar lo de fuera cuando tenemos un bien preciado que nos hace querer con fervor ese polvo, esos árboles, ese sol de justicia… Esta película, más allá de los típicos tips del landismo, está llena de mensajes inteligentes de otros tiempos. Qué grande eras, Pedro Lazaga.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
CHIRU
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23 de enero de 2010
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vale que es una más del "landismo", repleta de fallos patrios y topicazos; pero "Vente a Alemania, Pepe" es de esos pocos prototipos de Pedro Lazaga que lanza un mensaje crítico para la época: Los españoles que se vieron obligados a emigrar para poder sobrevivir en un país estancado en la dictadura franquista, aislado del mundo exterior.
El reparto está compuesto por bastantes actores destacados de nuestro cine, que han repetido más tarde en otras películas alabadas como "La vaquilla" (Alfredo Landa, José Sacristán, Carlos Tristancho) y donde el matrimonio Guillén Cuervo y Antonio Ferrandis ponen el aspecto más serio de una comedia donde los españolitos que creían encontrar en Alemania un paraíso, se dan cuenta de que ese sueño no es tan fácil como pensaban.
Mi nota: 6,7
Luis Miguel
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