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Jubal

Western Jubal (Glenn Ford), un vaquero de reputación intachable, acepta la oferta de un rico terrateniente (Borgnine) para trabajar como capataz en su rancho. Aunque Jubal rechaza las insinuaciones de la mujer del ranchero, es acusado de adulterio y tiene que batirse en un duelo del que sale vencedor. En este sólido western, que nos remite al Otelo de Shakespeare, Rod Steiger desempeña el papel de Yago. (FILMAFFINITY)
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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
7 de mayo de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia de Jubal es muy vieja, por todos conocida, por todos contada y tal vez vivida. El hombre extraño y justo que llega a una tierra extraña e injusta.
La mala suerte tras él, acechando en la esquina de cualquier hogar donde hayan germinado los celos y el odio...

Cuando en Mayo de 1.956 se estrenó "Centauros del Desierto" tal vez todos pensaron que ya no hacían falta más "westerns". Es propio de la masa espectadora seguir algo cuando es aclamado, sobre todo si lleva el sello del Oscar como una res de rancho, olvidando, por tanto, todo lo que queda atrás debido a su peculiaridad más allá de los cánones. "Jubal", realizada un mes antes que la de Ford, es de esas películas misteriosas y fascinantes, la cual llega a manos de un Delmer Daves cada vez más considerado uno de los maestros modernos del género, en forma de proyecto que lleva mucho tiempo dando vueltas y con el presidente de Columbia, Harry Cohn, deseando afrontarlo.
Se trata de una adaptación de la extensa novela de 1.939 "Jubal Troop", escrita por el entonces muy llevado al cine Paul Wellman; la primera intentona incluía un guión de Russell Hughes acorde a las típicas gestas heroicas del "western", acordada para ser dirigida por Walsh con Alan Ladd y Aldo Ray de protagonistas. Esto se desvanece y cuando entra el nativo de San Francisco, inspirado por la reciente "Al Este del Edén", decide centrarse en una parte del libro, abandonar todo rastro de aventuras, dejar de lado la picaresca y la acción que proponía el autor y modelar un melodrama al estilo de la tragedia clásica...jugada audaz y maestra.

Todo cambia de raíz en una producción donde suceden dos milagros: su primer trabajo de muchos con Glenn Ford y Felicia Farr y tener a bordo al poco antes oscarizado Ernest Borgnine. El bello paisaje de Grand Tetons, en Wyoming, le sirve de escenario pictórico y da cierto aire de irrealidad a los acontecimientos: de repente, un hombre cae por una ladera hasta quedar inconsciente, y es como si hubiese sido lanzado al Mundo, desterrado de su paraíso para afrontar una dura prueba de fe sobre la condición humana. Por fortuna es recogido por un hombre bondadoso, quien le ofrecerá cobijo y empleo.
Shep de basto pero amable hombre de tierras, Pinkum de envidioso despreciable, y de fondo Mae, la esposa seductora capaz de atraer problemas fácilmente; los personajes alrededor de Jubal se muestran como son y representan arquetipos (así lo anuncia ya él de antemano...), pero la mirada vulnerable que transmite Ford sugiere un tipo al que ocultan los fantasmas de un pasado oscuro. Se produce entonces una extrapolación del fatal drama "shakespeariano" que ya se veía venir, con ese Pinkum que a espaldas de su jefe maltrata a su Desdémona particular (la hermosa Valerie Harrison), más cerca de las "femme fatale" del "noir", sujeta a un hombre bueno por pura supervivencia pero que odia en secreto.

En este torbellino de rencor guardado bajo llave y podrida desafección, Jubal/Cassio es un observador de hasta qué limites puede llegar la maldad humana, y luego sufrirlo en sí mismo. Ford también desmitifica al clásico hombre duro del Oeste, quien aquí se ve acobardado por la presencia femenina, justificado en un horrible trauma de su niñez. Daves, que le concede una escapada de origen religioso en contraposición al infierno de bajas pasiones que representa el rancho de Shep/Othello, deja que la tensión y el suspense fluyan a través de las reflexiones y las emociones más viscerales de los personajes, creando un retrato íntimo, cercano y de gran humanidad.
Esa "escapada" que proporciona el guión es otra posible aventura romántica, pero la Naomi encarnada por Farr ni mucho menos se parece a la Bianca del dramaturgo, tal vez es la otra cara de Desdémona, esta vez bendecida con la inocencia aunque tan codiciada como la original. Con ella y Mae, Daves pinta con valentía un amargo retrato sobre la limitada, por no decir ausente, capacidad de decisión propia de la mujer en aquellos tiempos, tan atada a la obligación matrimonial bien por mandato paterno, bien por puro ego y necesidad.

Y sin embargo son ellas quienes mueven realmente la trama, las responsables, consciente o inconscientemente, de provocar celos en los hombres, de instigar la tensión o, por el contrario, de despertar pasiones. Y ellos, atrapados por tales sentimientos, reaccionan en consecuencia, se persiguen, sospechan, se traicionan. Cuando ya está instalada la atmósfera de desasosiego entre el cuadrado (o incluso quinteto) amoroso, sobresaliendo la participación de un Charles Bronson magistral, el director regresa a su crítica feroz sobre el frío horror de la justicia aplicada por venganza y en absoluta violación contra el derecho humano.
Esto trae consigo un clímax desarrollado en cacería por exteriores que provocan la misma sensación de ahogo que los interiores del rancho donde finalizará de manera demoledora, ya que Jubal parece tener todas las salidas cortadas ante él, cada horizonte vigilado por individuos que, sin importar las razones ni la verdad, están dispuestos a matarle. Esa justicia injusta la encarna mejor que nadie un Rod Steiger apabullante como Pinkum, sobresaliendo por encima de todos sus compañeros de reparto, incluso del mismo Ford, él en su línea bastante acartonada, gracias a una actuación de "método" visceral y agresiva (lo que causó un impacto no demasiado agradable en los demás).

La resolución del "Othello" original varía ligeramente y sin las mismas complicaciones en este estudio oscuro del alma y del amor celoso y posesivo con el que Daves echa abajo cualquier maniobra del cine del Oeste típico del momento, aun ateniéndose a los patrones del más turbulento melodrama de manual.
Borgnine, por cierto, sufre una metamorfosis brutal a mitad de trama demostrando de nuevo lo versátil e inmenso actor que era.
Chris Jiménez
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2 de junio de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No por vistas una y mil veces, las situaciones que propone un western como este “Jubal” dejan de resultar menos atractivas para el espectador. También los personajes que aparecen en él provocan una constante sensación de “deja vu”, empezando por ese protagonista al que da vida un como siempre brillante Glenn Ford en otra de sus incursiones dentro del género. Aquí Ford vuelve a ser ese típico hombre del oeste que no se sabe muy bien de dónde viene ni tampoco a dónde va. En su vagar recala en una rancho propiedad de un rico hacendado que enseguida le coge confianza, y que de tan buenazas parece (es) directamente gilipollas. Luego, claro, está la femme fatale, que en el western haberlas también haylas, la atractiva esposa del ranchero gilipollas que por lo general podría pasar incluso hasta por su nieta. Y la femme fatal, en verdad lo pasa fatal, aburrida y perdida entre los cinco acres que abarca la finca, que esa es otra, que el rancho tiene una extensión casi como Girona. Y en medio de todo este fregao cae el pobre Jubal, que encima tampoco se sabe si es realmente vaquero, porque aunque le vemos domar un potro salvaje con una habilidad asombrosa, resulta que su nuevo compañero de tajo le espeta una y otra vez que huele a oveja muerta, y que de cowboy nada. Otro personaje típico y tópico, el del compañero fanfarrón del protagonista que la toma con él al ver peligrar el puesto de capataz que prácticamente tenía apalabrado antes de la llegada de éste. Por supuesto, otro punto de fricción entre los dos será la mujer del ranchero gilipollas que se la pegaba al marido con el fanfarrón, y que ahora le echa la caña al recién llegado. Bueno, pues ya parece que estamos todos.

“Jubal” es realmente un melodrama disfrazado de western. Lo enmarcamos en el género, porque transcurre en una determinada época, en un determinado punto del globo aún a medio hacer, las chicas llevan polainas y los chicos tejanos y camisas de cuadros. Pero en realidad lo que vemos desfilar por pantalla son pasiones humanas. Y sí, a menudo estas pasiones estallan casi al mismo tiempo que la pólvora, porque son gente que tiene el gatillo fácil y además a mano. Algunos nos remiten a Shakespeare, pero hilando más fino, podríamos incluso retroceder hasta los griegos, que fueron quienes lo inventaron todo. En el fondo, sir William se lo encontró ya todo hecho.

En lo único que suelen diferir las tragedias griegas de los westerns es que, mientras en aquellas no solía quedar ni el apuntador, en estos Hollywood impone el consiguiente “happy end”. Por lo demás, los dramas ambientados en el Far West nos muestran no solamente cómo se forjaban los cimientos de un país, sino también cómo se comportaban sus primeros habitantes. Y queda patente que la gente en el Oeste también se aburrían muchísimo. Y amaban, y sufrían, y lloraban. Y tenían calentones. De todo tipo además. Que Ang Lee y “Brokeback mountain” tampoco inventaron nada.
Juan Solo
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31 de agosto de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los significados de la palabra hebrea jubal es pequeña corriente. En las primeras imágenes de Jubal (1956), de Delmer Daves, quien adapta la novela Jubal Troop, de Paul Wellman, junto a a Russell S. Hughes, Jubal Troop (Glenn Ford) es una pequeña figura en el inmenso paisaje que parece errar sin dirección, tambaleante, hasta que cae por un ladera, siendo recogido, inconsciente, por el ganadero de vacas Horgan (Ernest Borgnine). Jubal es alguien que piensa que trae mala suerte a los demás, por eso parece preferir errar de un lugar a otro, sin establecerse. Aunque su errancia es también la de la supervivencia y la de la huida. Cuando Pinky (Rod Steiger) le dice, porque huele a oveja (era recurrente entonces el conflicto entre ganaderos de vacas y ovejas por los pastos), que cualquiera moriría antes que trabajar con ovejas, Jubal replica dime uno. Jubal parece querer fluir por la vida en segundo plano, como una corriente pequeña, sin que reparen en él, como si él mismo se sintiera irrelevante. Pero para los demás, en este rancho, representará algo que le colocaría en el centro del escenario de la vida que ha parecido rehuir. Para Horgan representa alguien con un acusado sentido de la responsabilidad, que incluso trabaja, para terminar adecuadamente su labor, más allá de las horas asignadas, y que, por ello, podría ser un idóneo capataz para su rancho. En cambio, para el avieso e insidioso Pinky (Rod Steiger, en un papel que rechazó Aldo Ray), es una interferencia, sobre todo en como rival amoroso. Advierte que Mae (Valerie French), la esposa de Horgan, con la que en el pasado mantuvo un breve romance, muestra interés por Jubal. Para Mae, que se siente atrapada en mitad de la nada, y que se casó con un hombre rico porque pensaba que supondría lograr lo que ansiaba, Jubal es un incentivo que contrasta con la, para ella, vulgaridad de su marido (un noble bruto ingenuo que sorbe el café del platillo y que le da entusiastas azotes en el culo), en suma, con el prosaísmo y desilusión de su existencia.

Jubal es una obra de turbulentas corrientes subterráneas narrada con una armoniosa serenidad. Si este espacio, representante de la llamada civilización, no parece un lugar muy habitable (por la suma de insatisfacciones y amarguras larvadas), aparece, como contraste, una caravana de religiosos errantes, cuyo líder, Hoktor (Basil Ruydael), aboga por el amor y la generosidad y no por el odio, que tampoco está exenta de comportamientos mezquinos, como es el caso del joven que siente celos de la atracción que siente Naomi (Felicia Farr) por Jubal (en la posterior, y magistral, El tren de las 3'10, de Daves, Ford y Farr compartirán un hermoso breve romance, probablemente no solo una de las más hermosas secuencias del cine de Daves, sino del western). Naomi ofrece a Jubal la posibilidad de hogar, de conciliación consigo mismo, a traves del amor, de la conexión o complicidad que siente con Naomi. Al fin y al cabo, Jubal es alguien no ha dejado de huir. Hay una bella secuencia que lo condensa, y en la que el agua toma presencia como reflejo de esa perdida, de ese extravío en el que estaba sumido Jubal, y de encuentro con el hogar de las emociones. En su conversación con Naomi, junto al río, Jubal, quien previamente había compartido con Horgan que en su vida solo ha confiado en su padre, relata cómo cuando era niño su madre, de la que pocas muestras de cariño recibía, reaccionó con indiferencia cuando cayó al agua del barco en el que navegaban. Fue el padre quien, tras oír sus gritos, se lanzó al agua para salvarle, pero con tal mala suerte que las hélices de otro bote lo mataron (recibiendo por añadidura el reproche de la madre de por qué fue él el que se salvó y no el padre). Su relato lo realiza precisamente de espaldas al río, una admirable forma de conjugar pasado y presente, y la purga del primero ( le confiesa a Naomi que es la primera vez que lo comparte con alguien). Esta forma de convertir a la naturaleza, el paisaje, como otro personaje de la obra, es una de las cualidades de esta gran obra, y refrenda su sutilidad. Además, queda manifiesto en las exquisitas composiciones de los encuadres, la armonía que transpiran, cómo interrelaciona a los personajes con el paisaje, integrados o en colisión.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedesolaris
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9 de marzo de 2006
12 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Intenso drama (versión western de Othello) que, pese a ser una atractiva cinta, ha envejecido regulero.

Situaciones precipitadas, demasiado esquematizado el personaje de Borgnine, la atracción entre los protagonistas no acaba de enganchar, etc. Aun así, tiene buenos mimbres y el pulso del artesano Delmer Daves hace el resto. Aunque no sea ni mucho menos una aportación antológica al género.

La fisicidad de Rod Steiger (tremebundo actor) se merienda al resto de actores. A Borgnine (espléndido, empero, a ratos) y a un Glenn Ford que nunca ha sido santo de mi devoción.

En general mantiene un tono bastante digno todo el metraje y es un buen ejemplo de cine clásico de toda la vida que, aunque menor, tiene sobrados elementos para el disfrute del aficionado.
Bloomsday
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1 de junio de 2024
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si somos muy puntillosos con la actitud y el carácter del protagonista hasta podríamos llegar a la conclusión que es normal que caiga mal, porque llega a un rancho gigantesco oliendo a oveja muerta y en unas pocas escenas se ha metido en el bolsillo al propietario. Hablan de hectáreas como si fueran a construir un pequeño lavabo, cinco mil en concreto, casi nada. La cuestión es que Jubal aparece cayendo de la ladera de una montaña, medio congelado, y, casualidades de la vida (la primera de una gran lista), va a tropezar con quienes le salvan. Si sumas todas las casualidades de la película te vas corriendo, pero bueno, serán licencias del realizador, ha de ser así sí o sí, imperativos del guión, llámalo como quieras.

Me convence como western porque el género me convenció siempre, pero el protagonista que no bebe, no juega, tiene cara de apaleado, con ese olor a oveja muerta (ya lo he dicho), no es precisamente el prototipo de héroe que te emociona ver en la pantalla.

No voy a meter el dedo en la llaga si apunto lo evidente, que la mujer del jefe se le tira encima y él la rechaza aludiendo una moral que no sé yo, porque con Charles Bronson buenas migas sí hace, por casualidad. No pasa nada por decirlo, se van solos, se ayudan, se defienden. Lo de los de la secta cristiana con los que se cruzan, pues otra cuestión metida con calzador, lo mismo que el final (spoiler), con un Steiger que sobreactúa y se hace excesivo. Como excesivamente estúpido es Borgnine. En, fin, entretiene, sí, pero más bien queda en poca cosa, tal vez por culpa de Glenn Ford, un actor que ahí lo tenéis, no da para más...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Luisito
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