El juego del calamar (Serie de TV)

La serie tiene la perla de escaparse en gran parte de los lugares comunes aunque no de todos: la primera sorpresa es romper con lo previsible. Nadie hubiera pensado que al momento de iniciar el "juego", que este se cancelaría democráticamente y sin problema sin permitir adentrarnos en la odisea directamente. En este sentido, el argumento se fortalece y nos pasea de aquí allá a fines de consolidar el cuerpo del sentido último.

También parece sorpresivo el corte de coprotagonismo del detective, siendo así la derivación al género policial inconclusa. Domina, a esta altura, el suspenso dramático. La experimentación social es la hipótesis nata de todo esto, no obstante, no deja de ser un misterio hasta el final.

Lo que, por un momento, al menos a mí me resultó sutilmente previsible en su condición de sospecha, es el anciano. Este jugador me recordó inevitablemente, por su vejez y problema de salud, a Jigsaw. Sin decir más, quien vio SAW sabrá por qué (específicamente la primera). Esto hace de este personaje algo grande. Algo magnífico; a tal punto que también puede hacernos pensar a esa frase de Goethe que dice que el diablo sabe más por viejo que por diablo.

El sentido último podría ser cuestionable por su presunción de banalidad, de subjetivismo histérico madurado o caprichismo maduro, pero no deja de expresar una realidad social percibida. Su cosmovisión es a su vez una lamentable forma de ver el mundo bajo el paradigma inconsciente de la alienación capitalista. El mensaje, sin embargo, no deja de ser la esperanza. Este mensaje se extiende como una botella con un mensaje arrojada a las frías corrientes del mar. Desde el desarrollo hasta el final, la esperanza no deja de ser lucha. Es decir, ella no es pasiva en ningún sentido, sino plenamente activa. Esta forma abstracta y práctica de ver el mundo es la que adopta en su seno más profundo el marxismo. Hay voluntad; resistencia; lucha; transformación: dialéctica.

No es menor nombrar esto, porque las condiciones materiales para el argumento de esta serie es la miseria capitalista y su explotación sobre las vidas de los seres humanos: desde clases bajas a medias. Ello recuerda a Chile y el sentir tras su explosión social: pues la sociedad asalariada y estudiantil estaba hipotecada hasta el alma, donde toda su corporeidad estaba y está endeudada por la privatización de los dispositivos básicos de la vida como la vivienda y la educación. Con semejantes vidas destruidas por el capital cobra total sentido la argumentación de cada protagonista a merced de las fuerzas de la necesidad.

Los cerdos capitalistas, ese 1% más rico y más explotador, anonimizados casi al modo de las cúpulas que orquestan el sistema expresadas como sombras en Mr. Robot, aquí cumplen el mismo rol: explotar a las clase baja y observar. Nada de lo que podrá cambiarse sino a través de una revolución socialista: razón por la cual debemos hacer nuestra parte, en principio: dejar de votar y dejar de creer en cualquier variante reformista procapitalista (liberal o neoliberal), y abrazar las ideas del socialismo científico para transformar el mundo por el bien de nuestra sociedad y la libertad del proletariado.