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Las flores de Harrison

Drama Tras el derrumbamiento de un edificio, a Harrison, un conocido reportero que cubre la información sobre la guerra de Yugoslavia, se le da por desaparecido. Su mujer, que se niega a creer que su marido haya muerto, decide ir a buscarlo a Croacia. Cuando llega allí, se encuentra en medio de la guerra más atroz y cruel que quepa imaginar. (FILMAFFINITY)
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
16 de marzo de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las absurdas guerras en las que todos resultan víctimas. Pero en el negocio más próspero de la tierra, no solo flotan los vendedores de armas y de noticias, también los masoquistas; y todos de alguna manera lo somos permitiendo que sean los sádicos quienes toman decisiones, que ellos llamarán, entre otras lindezas: "responsabilidad para con las democracias del mundo", "defensa de libertades", "guerras humanitarias", "operaciones antiterroristas"....... Y si os dáis cuenta no hay acción violenta, en cualquier lugar del planeta, en la que no aparezcan directamente o en las carcasas de los instrumentos explosivos las marcas de los países colonizadores. El germen de los enfrentamientos armados y más si metemos por medio conflictos civiles (fronteras y riquezas) y religiosos, es la existencia de las armas y el interés de algunos por vaciar sus almacenes de rancios stocks al borde de la caducidad, cercana su pérdida de eficacia matadora.

La gran tragedia no es solo la muerte física de inocentes, es el invierno espiritual que acaba invadiendo a cuantos se han empapado de cientos de acciones inexplicables y ridículas; y acaban convenciéndonos de que el hombre es un incorregible depredador con menos argumentos que cualquier bestia salvaje.
Sinhué
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4 de septiembre de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el año 1990, lo primero que uno pensaba cuando le hablaban de Yugoslavia es que era un país satélite de la antigua URSS y que formaba a maravillosos jugadores de baloncesto como Petrovic, Kukoc o Divac. Lo que posiblemente desconocía la mayor parte de la gente es que un polvorín estaba a punto de estallar y es que la amalgama de naciones y religiones que constituían este país lo acabaron convirtiendo en una bomba que estalló en el año 1991. Un nacionalismo exacerbado, una religión mal entendida y unos dirigentes ineptos llevaron al país a la catástrofe.

Si queremos buscar un análisis de esa situación en "Las flores de Harrison", es mejor no perder el tiempo viéndola, pues lo que pretende es contarnos una historia de amor que podría tener como marco la guerra de Yugoslavia u otra cualquiera.

La película tiene dos partes claramente diferenciadas: en la primera se nos cuenta, sin mucha originalidad, las relaciones familiares y laborales de un fotógrafo; la segunda se caracteriza por ser una digna película bélica con mucha acción y con escenas realmente duras (aunque a veces el director abuse un poco de ellas). Esta segunda parte se ve lastrada por su forzado final. Ese final junto con el inicio hacen que "Las flores de Harrison" se quede en una película interesante sin más.
Boo Radley
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31 de agosto de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre ha sido curiosa la sensación de presenciar una obra que en ocasiones resulta potente y conmovedora cuando, en cambio, reconocemos que hay elementos completamente fuera de lugar o aspectos que desvirtúan nuestra experiencia con tal estridencia que llegan a obnubilar nuestra opinión. Calibrar estas vicisitudes resulta complicado si consideramos que la imparcialidad en nuestros juicios no debería ser opción ya que éstos perderían todo su valor, como defendía Oscar Wilde. Aún más complejo es, si cabe, cuando nos enfrentamos a un film tan desproporcionado como Las flores de Harrison (Harrison’s Flowers, 2000); una cinta que se erige capaz de hastiar al espectador por su sensiblería injustificada y su problemática de saldo, para después ponerle contra las cuerdas en una visión del belicismo moderno tan sádica y atroz como pocas se han visto, o de alardear de un discurso desfasado e incoherente sobre la inmoralidad de las élites –fotográficas en este caso, pero extrapolable a otros ámbitos- para más tarde regalarnos una bellísima lección de valor sobre el periodismo bélico como pocas otras hayamos visto en celuloide.

Fragmentado en dos grandes capítulos, sumando un apéndice plenamente dispensable, y con la impresión de que cada uno fue rodado con un objetivo diferente por parte de Elie Chouraqui, el relato comienza siendo carne de melodrama de videoclub sin demasiado entusiasmo por la dirección de los actores, la fotografía o el montaje, dedicándose a extender la introducción con un estilo apático que podríamos resumir en: fotógrafo de gran reconocimiento internacional con familia perfecta a la cual quiere dedicarse de lleno dejando los viajes a conflictos bélicos acepta un último trabajo en la Guerra de los Balcanes (aparentemente inofensiva), desaparece y todos le consideran muerto excepto su mujer quien –en un alarde de demencia- decide ir en su busca. Esto último juega en favor del espectador dado que todo lo insustancial del metraje habrá quedado atrás dejando que Andie MacDowell demuestre que no sólo fue una actriz de moda en los 90, sino que su registro dramático es capaz de afrontar misiones en terreno de guerra elevando el trabajo de unos actores como Adrien Brody y Brendan Gleeson que aparecen muy acertados en este road trip entre explosivos antes de sus respectivos despegues actorales; El pianista (The Pianist, 2002) y Escondidos en Brujas (In Bruges, 2008).

El nuevo capítulo nos abre entonces las puertas hacia el abismo terrenal de la guerra, hacia el tormento del hombre enfrentándose a su hermano. Un descenso por los círculos del infierno de Dante, nombrados esta vez como diferentes ciudades yugoslavas, donde no hay buenos ni malos, tan solo animales sangrientos que portan como estandartes el horror y la destrucción. Este nuevo prisma narrativo –radicalmente contrapuesto al anterior- comienza a cuidar la naturaleza de la imagen desmenuzando los planos en detalles captados por la fotografía visceral y realista de Nicola Pecorini (curiosamente, un habitual en los psicóticos mundos de Terry Gilliam), y jugando con un montaje ciertamente desconcertante que consigue manifestarse asfixiante. La derivación formal es tan enérgica que consigue obviar el banal tránsito inicial y hundirnos en la miseria de la crueldad por el resto de la cinta. Al menos casi por completo. Cercanas al final, aparecen ciertas decisiones estilísticas que no habían sido utilizadas hasta el momento y vuelven a sacudir nuestro disfrute: una voz en off invade el excelente sonido por momentos y pasamos a una continuación de actos predecibles que desembocan en un final indefendible devolviéndonos estrepitosamente a la estantería del videoclub donde escogíamos los soporíferos melodramas cargados de moralina. Se cierra así una montaña rusa -o más bien yugoslava- donde el recorrido acaba mereciendo la pena por un fragmento donde la narración recordó sus pretensiones y quiso ser fiel a una narración realista, a pesar de acercarse al sensacionalismo, pero sin concesiones, ni medias tintas.

CarlosDL - Colaboración con http://redrumblogdecine.com/
CarlosDL
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28 de abril de 2014
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Una película más sobre la guerra, argumento novedoso, en momentos nos envolvemos en sus protagonistas y luego nos olvidamos que existen, la primera hora pasa desapercibida, pero aún así el peso de la violencia y su buen ambiente nos hace pensar lo angustioso y emocionante que es la película.
Willy C Smith
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14 de marzo de 2024
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Para los lectores de Arturo Pérez Reverte hablar de periodismo de guerra es hacerlo de "Territorio comanche". Ese lugar donde, reportero, lo más sensato que puedes hacer es darte la vuelta, ese lugar donde puedes encontrarte fácilmente la bala que siempre has tenido reservada.
Novela autobiográfica (1994), llevada al cine un par de años después.
La cinta que nos ocupa asimismo está basada en hechos reales que sucedieron, también, en la guerra de los Balcanes. O de los volcanes. Tan desconocida todavía, "¿Qué pasa en Yugoslavia? -Una guerra civil, creo".
Se trata de Harrison (Strathairn), reportero gráfico aficionado a la jardinería que marcha a informar de ese enfrentamiento. Dado por muerto, su enamorada esposa Sarah (MacDowell) tiene la "intuición" que no lo está y se marcha a pelo a buscarlo dejando a sus dos niños con familiares.
La historia será real, sí, pero cinematográficamente resulta muy poco creíble.
Parte de un guion que pretende conjugar un dramita doméstico con la violencia de una guerra despiadada, donde las violaciones a mujeres y los tiros en la cabeza a los civiles son el pan nuestro de cada día. Resultado un melodrama.
La realización se centra en las escenas de guerra que reproduce fantásticamente. Al estilo de "Salvar al soldado Ryan". Los personajes quedan por tanto bastante desdibujados y poco consistentes. Desde el mismo Harrison y su milagroso "hallazgo" hasta la propia Sarah.
Buenas interpretaciones, especialmente de MacDowell y, sobre todo, Brody que interpreta al personaje más interesante de todos.
Excelente recreación de ambientes y excelente fotografía. ¡Qué menos, tratándose de colegas!
Cinta que se queda en interesante cuando podía haber sido buena.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Lafuente Estefanía
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