Haz click aquí para copiar la URL

El cochecito

Comedia Don Anselmo, un anciano ya retirado, decide comprarse un cochecito de inválido motorizado ya que todos sus amigos pensionistas poseen uno. La familia se niega ante el capricho del anciano, pero él decide vender todas las posesiones de valor para comprárselo... Un clásico del cine español con el gran Pepe Isbert y guión de Azcona y Ferreri. (FILMAFFINITY)
<< 1 2 3 4 5 8 >>
Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
14 de diciembre de 2009
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífica película de Marco Ferreri, a mi entender superior a El Pisito, y con un Pepe Isbert en un estado de gracia que aterra.

Arranca como una comedia costumbrista, con un socarrón retrato de la floreciente España de los 60's, con dosis de amabilidad y comicidad, pero según avanza el metraje Ferreri destapa la caja de los demonios y el humor ligero y absurdo de los primeros compases da paso a un despiadado análisis de la desubicación y la incomprensión de los ancianos, quizá no tan conmovedor como el de Dejad Paso Al Mañana, pero más sulfúrico, más hiriente.

Muy grande.
Barfly
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5 de abril de 2020
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Abuelos motorizados

Don Anselmo (Pepe Isbert) es un jubilado que, por envidia, empieza a codiciar un pequeño vehículo a motor que comienzan a usar algunos de sus amigos. El problema está en que dicho vehículo a motor solamente puede ser usado por personas con alguna discapacidad. Y Don Anselmo todavía es capaz de andar sin ningún tipo de ayuda. Ese será el dilema de El Cochecito, la inquebrantable insistencia de Don Anselmo en conseguir el vehículo, como sea, aunque realmente no lo necesite. También es cierto, que sus amigos motorizados se envanecen y comienzan a dejarle de lado en algunos planes, aumentando la sensación de envidia.

Desde el principio vemos como la puesta en escena de El Cochecito es eminentemente deudora del neorrealismo. Probablemente debido a las ideas cinematográficas que se trajera de Italia Marco Ferreri. El resultado es una factura cotidiana y castiza que sirve como postal del Madrid de los primeros sesenta. Se recogen algunos lugares muy clásicos, desde el Cementerio de la Almudena a los arrabales, establecimientos y casas típicas del momento. Cabe decir, no obstante, que el cine español ya había flirteado con el neorrealismo en varias ocasiones. Véase, por ejemplo, la incómoda Surcos (1951), de José Antonio Nieves Conde.

*Todo queda en familia

El Cochecito muestra varias aristas incómodas de la España del momento. El mayor antagonismo lo encontrará Don Anselmo en la figura de su hijo Carlos (Pedro Porcel), un abogado con el despacho sito en la propia vivienda familiar. Entre los componentes de su familia reconoceremos a algunos rostros históricos del cine español, como una joven Chus Lampreave o María Luisa Ponte. José Luis López Vázquez tambièn rondará mucho como pasante del hijo. La familia, y como decíamos particularmente su hijo Carlos, se opondrá taxativamente a que Don Anselmo se compre el cochecito. Lo ven como un dispendio, banal e innecesario. Sin embargo, Don Anselmo porfiará incansablemente para conseguir el vehículo, dando lugar a una desconcertante serie de engaños, equívocos y enfrentamientos.

Según la oficialidad franquista este tipo de situaciones simple y llanamente no se daban. Las familias eran, de arriba a abajo, una balsa de aceite y un pilar santificador de aquella España. Azcona y Ferreri, en El Cochecito, nos dan una visión bien distinta. Sencillamente reflejan, de una manera inteligentemente grotesca, un panorama donde de puertas para adentro no todo es felicidad. Ni mucho menos. Resulta interesante ver la estructura de la propia casa familiar, angosta y laberíntica hasta el agobio. Salvo el despacho del hijo. La arquitectura como termómetro de las relaciones entre todos los miembros de la familia.

*Una sociedad egoísta

Otro punto crítico que El Cochecito señala directamente es del egoísmo. De hecho es un punto esencial, porque es un factor que no deja al espectador tomar una posición cómoda. No tiene ningún personaje entrañable al que asirse. Ni siquiera Don Anselmo. Él actúa movido por el capricho pertinaz de comprar el cochecito y no para en mientes para conseguirlo, siendo capaz de pasar por encima de cualquiera. Egoísta es también su hijo Carlos, quien tiene el suficiente dinero para comprar el vehículo a su padre sin pasar apreturas. Además, las maneras que usa son desabridas y desagradables.

También es egoísta el dueño de la tienda de ortopedia, Don Hilario (Antonio Gavilán), que trata de encasquetar a Don Anselmo el cochecito a toda costa. Incluso sirviéndose de malas artes, como una falsaria exploración médica. Para completar el cuadro tenemos a los amigos de Don Anselmo que ya han conseguido el cochecito. Desde ese justo momento lo dejarán de lado en sus planes. De este modo, El Cochecito pone el dedo en la llaga del egoísmo y la envidia como males endémicos y autóctonos. Todas estas actitudes vienen refrendadas por unas grandes actuaciones, donde destaca Pepe Isbert. Aporta a Don Anselmo un rango de actitudes que van de la inicial bonhomía al patetismo trágico.

También es interesante observar que el núcleo de toda discordia tiene su origen en un objeto tecnológico de último modelo (para los años 60), en una época en la que se iniciaba el período del desarrollismo. Acaso Azcona y Ferreri vinculen aquel despegue industrial con un disimulo de ciertos males morales subyacentes.

*Tiempo de censura

El final de El Cochecito sufrió los rigores de la censura franquista hasta el punto de desvirtuar la trama en general y al personaje de Don Anselmo en particular. Como bien puede imaginarse, la idea original de Azcona y Ferreri era mucho más negra, incómoda y vitriólica. Para no pillar a nadie desprevenido lo comentaremos todo en el spoiler. Hubo otros casos en que los censores metieron baza para blanquear el mensaje. A modo de ejemplo, se puede señalar El inquilino (1957) de Nieves Conde, donde se tuvo que rodar un final feliz alternativo. También fue el caso de Los jueves milagro (1957), de Luis García Berlanga, cuya segunda mitad está prácticamente reescrita por las autoridades religiosas.

Azcona y Ferreri ya habían colaborado en El pisito (1959), una sátira nada condescendiente que se las apañó para circunvalar a la todopoderosa censura. En el spoiler pasamos a ver los cambios que fueron impuestos en el cochecito.

*Conclusión

El Cochecito es una radical mezcla de comedia satírica, tragedia grotesca y neorrealismo castizo. El venenoso guion de Azcona y Ferreri consigue, ahora en su máxima expresión, que se nos hiele la sonrisa y nos adentremos en una insólita negrura. El montaje original nos acerca mejor a la incómoda visión que se pretendía conseguir, y que encuentra en la interpretación de Pepe Isbert a un poderoso aliado.

Escrito por Mariano González
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Cinemagavia
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
14 de marzo de 2011
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las obras más interesantes que nos ha brindado el cine español es El cochecito, dirigida por Marco Ferreri y escrita por el siempre magistral Rafael Azcona basándose en su propia novela. El cochecito cuenta la historia de Anselmo (José Isbert), un viejecito encaprichado con comprarse un vehículo para discapacitados como el que tiene su amigo Lucas, razón por la cual se encuentra con la firme oposición de su familia, especialmente la de su hijo Carlos (Pedro Porcel).
El cochecito es una bella película que focaliza la mirada en la vejez, lo cual sirve a sus creadores como excusa para, tal y como siempre supo hacer bien Azcona, realizar un somero análisis de la sociedad española de principios de los 60’, resaltando hasta el esperpento todos y cada uno de sus defectos: la hipocresía, el cinismo, el egoísmo, la preocupación por el qué dirán, la insolidaridad, etc. Aunque de todos es sabido que los ataques más furibundos de Azcona a aquella España se profirieron gracias al combo que formó con el valenciano Luis García Berlanga en obras como Plácido o El verdugo, lo cierto es que esta cinta dirigida por Ferreri tampoco se queda corta cuando de poner a esa sociedad tan pícara de vuelta y media se trata.
Así, Azona y Ferreri nos muestran a través de una comedia amarga la cara más fea de aquella sociedad de espíritu tan empobrecido, discapacitada social y culturalmente, en la que los papeles se invertían y los viejos pasaban de ser hombres sabios a ser niños caprichosos, siendo tratados como tales por sus propios hijos.
De estética neorrealista, El cochecito se asemeja al maestro Berlanga en su realización, mediante la cual el director nos deleita con planos de larga duración en los que los personajes se construyen a sí mismos con una solidez propia de grandes profesionales de la interpretación.
Fernando Puertas
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
25 de junio de 2017
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El cochecito” pertenece a una época, los años 50 y 60, en la que se rodaron verdaderas maravillas dentro de nuestras fronteras, y es que creo no exagerar si digo que aquellos años fueron los mejores del cine español, con las míticas películas de Berlanga que todos conocemos, o títulos tan imprescindibles como 'Calle Mayor', 'La Tía Tula', 'Muerte de un Ciclista', y tantos otros, films que hacen palidecer una buena parte del grueso de la cinematografía española actual, la cual muchas veces se cae por sí sola, pero ése es otro tema. El guión fue escrito por el gran Rafael Azcona basándose en su propio relato "El paralítico" incluido en su libro "Pobre, paralítico y muerto" del año 1957. El personaje que centra la historia es Anselmo, un jubilado que se puede catalogar como un niño grande algo caprichoso, aunque sea un personaje que nos transmite simpatía no oculta su personalidad egoísta, más preocupado en ser aceptado por su grupo de amigos que en el real problema que viven ellos. Esas ganas de aceptación por parte de Anselmo, hará que éste enfermé, no físicamente, pero si en su estado mental, convertirá el vehículo en cuestión en una obsesión compulsiva, un capricho que a pesar de no necesitarlo (no tiene problemas para andar) si lo necesita para integrarse en su grupo de amigos.

Ferreri nos muestra en "El cochecito" personajes muy humanos que viven situaciones inverosímiles, siendo su naturalidad y sencillez lo que hace que nos ganemos su simpatía, siendo capaces de sacarnos alguna sonrisa dentro de los problemas que viven. El perfecto guión de Azcona permite al director realizar un film que podría considerarse como una especie de respuesta al neorrealismo italiano, tan de boga por aquellos años, realizando una descripción totalmente detallada del Madrid de la época; una excelsa fotografía de José julio Baena nos regala un precioso recorrido por el Madrid de la época, auténtico documento histórico en el que podemos ver: escolares de uniforme acompañados por dos monjas de la caridad, obras en vías públicas, visitas al cementerio, tráfico rodado característico, tiendas de empeño, picaresca existente…

Los actores están todos sensacionales, pero quien brilla en todo su esplendor es, evidentemente, don Pepe Isbert, uno de los más grandes secundarios de nuestro cine, aunque en algunas películas como ésta fue el protagonista principal. En uno de sus más legendarios papeles, Isbert destila humanidad por todos los lados, y es absolutamente imposible no querer a ese simpático, triste y cabezón anciano, obsesionado hasta límites insospechados con su nuevo jueguecito. A su lado, y en papeles más secundarios, tenemos a José Luis López Vázquez, que parece que lleva en esto del cine desde el principio de los tiempos, y a una joven Chus Lampreave, muy, muy distinta, lógicamente, a lo que décadas después nos acostumbró.

Otra joyita del cine español que permanece en el ámbito subterráneo, que no goza del relumbrón de otras películas, pero que sin embargo guarda virtudes y bondades para ser un pequeño clásico.
Juan Marey
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
14 de marzo de 2021
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fábula social, retrato mordaz y lúcido de la sociedad subdesarrollada de finales de los años 50 en la España de Franco. Un retrato certero y audaz de una sociedad moralmente cuestionable, la mirada descarnada al desprecio y vejación de los ancianos. Una elegía reivindicativa a la tercera edad, donde se trata con cariño y displicencia los anhelos y aspiraciones de un consumismo empujado por los nuevos planes de desarrollo que el régimen estaba propiciando con gobiernos tecnócratas y menos politizados ideológicamente. Un genuino y feroz esperpento urdido y arropado por la intelectualidad antifranquista de izquierdas (hay mucho más del guionista Azcona que del director Ferreri), que pretendía denunciar de forma solapada la miseria moral y social del régimen. Todo ello es gracias al valiente productor Pere Portabella.

Transcurridos 60 años desde su filmación, “El cochecito” se ha convertido en un film de culto desde hace tiempo. Un film muy estudiado y analizado por cinéfilos e historiadores porque recrea una época y costumbres sobradamente reconocibles con sus imágenes y puesta en escena. Sus largos planos, sus influencias neorrealistas tan de moda entonces en España, junto a la descripción brillante de un realismo social apabullante y desolador constituye un film emotivo y conmovedor pleno de detalles antológicos y divertidos. Don Anselmo, es encarnado magistralmente por el gran Pepe Isbert, su peculiar voz afónica y dramática, su inconfundible físico de figura singular y familiar a la vez, es uno de esos supervivientes de la Guerra Civil y la España negra, que Berlanga retrataría con el propio Azcona en “Plácido” y “El verdugo”.

Una amarga y triste historia sobre la vejez basada en un relato de Rafael Azcona titulado “Pobre, paralítico y muerto”, extraído de sus experiencias conocidas, cuyo argumento fue encorsetado y obligado a trastocar la implacable censura. Personas discapacitadas y ancianos que son reivindicados como paradigma de la felicidad a la que aspira Don Anselmo. Sus amigos disponen de un cochecito de inválidos para desplazarse por Madrid, realizar excursiones e incluso carreras. Es por ello que el que no lo tiene se siente aislado o marginado del círculo social. Anselmo vive entre dos mundos: el de molesto abuelo de su asfixiante y sórdida familia que controla su avaro hijo, y el del amigo Lucas que acaba de comprarse un cochecito para llevarle flores a su esposa al cementerio. Anselmo está dispuesto a llegar a donde haga falta por tal de conseguir el dinero para el preciado cacharro ambulante.

Los diálogos en el guión de Azcona, no tienen desperdicio, siempre llenos de ironía y sarcasmo, humanos pero a la vez hirientes, en buena parte son fiel reflejo de las convenciones sociales. De tal forma que los tullidos que Anselmo conoce son libres y felices con sus vehículos, como un apéndice de su discapacidad que les convierte en “centauros de la urbe... “, por donde disfrutan experiencias gozosas. En cambio los sanos que pueden caminar son ladinos y egoístas que sólo piensan en el dinero. Es como reivindicar un paraíso para unos seres marginados por unos familiares mezquinos y aburridos. Es evidente que nuestro protagonista necesita el cochecito más por razones psicológicas que físicas, en su empeño pícaro por demostrar que sus piernas están inservibles. Un film pesimista presidido por el horizonte de la muerte, no en vano el film se inicia con la visita de ambos amigos con flores al cementerio donde reposan sus esposas. No falta nada del animalario hispano, banquetes benéficos de nobles altruistas, usureras que compran joyas, viandantes que transportan inodoros al hombro y hasta guardias civiles en bicicleta que se apoyan en el vehículo del anciano para no pedalear.
EL ALBATROS
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 2 3 4 5 8 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow