El último pasajero

En principio, la idea tiene su aquel: un tren lanzado a toda velocidad y conducido por un psicótico sediento de venganza. Pero para trenes, este año ya hemos tenido Snowpiercer, fallida, pero de lo más interesante que se ha visto en mucho tiempo dentro de un tren. El último pasajero narra los esfuerzos de los escasos pasajeros (cuyo número va decreciendo a manos del misterioso asesino) por evitar el choque que acabará con sus vidas. Escaso presupuesto, actores poco conocidos, ambiente claustrofóbico, pero situación alargada como un chicle, y espantosos fallos de guión, relacionados con la forma de parar un tren: véase la escena del túnel. Fue en ese momento cuando tiré la toalla y pensé que Omid Nooshin no había consultado a fondo la Wikipedia ni pedido consejo al equivalente de la RENFE británica. Una pena, porque habría podido ser mejor.

Veo "El último pasajero", la película que con guión y dirección de Omid Nooshin, protagoniza Dougray Scott, quien encarna a un médico viudo que con su hijo de 7 años ha cogido el último tren que sale de Londres y en el que sufrirán una serie de desventuras, merced a los deseos del conductor. Es cierto que el buen empleo de la música refuerza la situación de angustia, que las interpretaciones son creíbles ( haciendo frente los actores -con honor-a múltiples primeros planos) y que los efectos visuales son correctos, pero la lentitud de la primera parte, el débil guión y la falta de chispa, hacen de este film un mero producto de entretenimiento sin muchas pretensiones.

Una película dónde transcurre todo en un vagón. Un médico yendo a pasar el día con su hijo, pero de repente tiene que ir al hospial, eso sí conocerá a una bella chica, que no ha tenido una buena relación y está enferma.
Pero el resto de pasajeros y ellos, se encontrarán con problemas.

Algo que no es surrealista, una película llena de suspense, para mayores de 18 años.
Dónde la cooperación, para salir del vagón, que va sin nadie, será muy importante.

Los primeros veinte minutos prometen, hay un interesante abanico de posibilidades, todos son posibles amenazas o bombas de relojería, no sabes dónde está el tomate, ketchup, después, cada decisión dramática o giro de guion que toma la película es peor que el anterior en pavorosa geométrica progresión hasta un final espeluznante por idiota, acojonador.
Pareciera una cuestión metafísica ya que nada sabemos del conductor suicida, para variar to loco, la vida está mu mala, ni de la policía o las instituciones al retortero, ni en España los gerifaltes o los de la Renfe llegarían a tal grado de negligencia o pasotismo, por ahí me las den todas, como si circulasen o siguieran en/a través de una línea paralela imaginaria de otro universo que indudablemente no es el nuestro, pero lo malo es que tampoco ni siquiera juegan a eso, al contrario, lo apuestan todo a un realismo grimoso de garrafón y aguántame la vela, de tente mientras cobro, Manolo, hazte la cena solo.
Lo dicho, cada diálogo, comportamiento o decisión a partir de un determinado momento de los personajes desafía cualquier lógica humana o sentido mínimo, es una chufla, un delirio, un atentado contra todo lo conocido por el hombre y su ficción, el puro puto arbitrio, el cachondeo supino, el disparate subnormal, lo cual, obligatoriamente, te lleva al desinterés, a la desconexión, al (casi, en verdad te da igual) deseo de que se estrellen lo más rápido y cruelmente posible todos y cada uno de ellos y no quede ni rastro, ni las migas, ni el tato, ni el recuerdo, nada, por favor, dios te lo pido, cumple ese sino.

Le sobran minutos, porque la trama es extremadamente sencilla... El tren recorre exceso de kilómetros buscando una solución absurda, que surge a destiempo.

Juega a la ambigüedad, con relaciones entre pasajeros sin sentido y situaciones marginales de relleno. Utiliza personalidades extremas y hace uso de ellas según las necesidades, carente de toda coherencia.

Y sin embargo entretiene, por su intriga en el destino, que aunque lo conozcamos de antemano nos gusta ese trayecto tan... poco reconocible en el género.