Una familia verdadera

Existe una parte de redención y mucho fracaso en la trama que nos presenta Fabien Gorgeart, buscando la emoción simple. Acomete demasiados momentos donde los apegos se magnifican.

Su espada de afectividad, no me ha herido. Hubiera precisado mayor inspiración sin la opresión sentimental que la invade, para alejarse de la convencionalidad del género.

No me gusta que me manipulen, y aunque he de reconocer que está muy bien interpretada; su objetivo final hacia donde nos quiere derivar, no me convence.

Todo en ella rezuma naturalidad y credibilidad; quizás, por ponerle alguna pega lo enfático de su título porque todas las familias son verdaderas a su manera. Quiero decir que parece decantarse por un modelo en especial cuando la historia tiene suficientes aristas y engranaje como para cuestionar las opciones particulares de cada caso en adopción o tutela y sus diversas circunstancias... Sí resulta evidente que los servicios sociales a veces no ayudan especialmente a esclarecerlo.

Está narrada con mucha sensibilidad, su director y guionista sabe seguramente de lo que habla y nos lo traslada impecablemente, al menos esa es mi percepción, con todo un equipo reducido de actores, niños incluidos, pero realmente formidable. Tiene unos diálogos y planteamientos veraces y la pena es que no pueda adoptarse un juicio salomónico en ella porque no ha lugar... Sólo el tiempo y la benevolencia de cada cual de las familias, o pseudo familias implicadas, tendrá la última palabra en el delicado ámbito de proteger y/o acoger a un menor pero sobre todo queriéndolo.

Los franceses tienen una habilidad especial para abordar estos temas delicados con rigor y ternura. Muy bien todos los intérpretes, especialmente el niño que está en acogida. Muy bien descritos los entornos tan diferentes donde se mueven las dos familias, la de acogida vive en la ciudad difusa, rodeada de árboles, en unas calles pacificadas donde Simón con 6 años puede desplazarse en patinete sin riesgo y donde la convivencia con los vecinos es muy fuerte.
El viudo padre biológico en un bloque de pisos anónimo, un no lugar que diría el sociólogo francés, tiene un trabajo estresante y pocas habilidades. A todos nos hubiera gustado tener una familia tan animada y cariñosa como la familia de acogida. La intervención de los servicios sociales muy certera. Quizás resulten muy empalagosos los primeros quince minutos.