Río Apache

Modesto western de serie B donde se nos narra la aventura de ocho personajes (seis hombres y dos mujeres), en una distante parada de diligencia, acechados por un grupo de apaches.

Con un ritmo bastante bien sostenido, la película aborda temas tan importantes --aunque tratados con cierta superficialidad-- como el sentido de la cobardía, de la justicia, de la traición, de la duda, del amor y de los miedos internos.

Interpretada por solventes actores secundarios, lo fundamental del film son las relaciones entre esos personajes que, siendo solo bosquejos, van adquiriendo casi un halo de tragedia.

Quizás el metraje de la cinta, 1h y 14’, haga que el desenlace llegue de una manera un poco precipitada. Pero, por lo demás, nos encontramos ante una agradable y humilde película del oeste que ofrece más de lo que, seguramente, se pretendiese en un principio.

Stephen McNally es el ladrón de Sábado trágico, Julie Adams es la de Historia de un condenado y no la de Horizontes lejanos que es la que había escrito antes y Hugh Marlone es el de La tierra de los platillos volantes tras dejarme los ojos y los otros me tendría que dejar los sesos para saber quienes son, con el director me pasa lo mismo. Río Apache aparte de tener río salen Apaches. Los ríos no son Río Bravo, Río Lobo, Río Rojo tampoco es para tirar cohetes y muchos otros ríos y los apaches no son Apache ni nada que se parezca. Hay malos y hay buenos igual que otros muchos Ríos pero no son lo mismo y los apaches no son Burt Lancaster.

Se sube el telón. Llega la diligencia a una posta aislada del mundo que hay junto al río Apache, lo atraviesa por medio de un trasbordador movido por cuerdas. Cuando los encargados y los viajeros se hallan dentro atacan de improviso los apaches. Se baja el telón, ¿de qué película estamos hablando?
Han acertado, pero aquí no hay detrás ningún Ford ni delante un John Wayne. Todo es mucho más modesto, pero también hay una pequeña historia. La que tejen el sheriff Lane Dakota (McNally) que lleva preso y herido a un ladrón y asesino, Greiner (Johnson), el coronel Morsby (Marlowe) que odia con toda su alma a los indios y que es el culpable de su revuelta "¿Asesinos? -Son apaches". Y, otra vez, dos bellas mujeres que se hallan en una encrucijada de sus vidas y que dudan, Valerie Kendrick (Adams) y Ann Kenyon (Greenn).
Lo más valioso de la cinta viene dado por el análisis de las personalidades, los cambios que experimentan en su soledad, las relaciones entre ellas en los momentos de crisis que hacen aflorar lo mejor y lo peor de cada uno.
El resto, un guion y una dirección rutinarias, lo mismo que las interpretaciones. Acción continua, eso sí.
Los heridos de bala se atienden con agua caliente y vendas. No hay más, como toda la obra en sí. Ni siquiera vemos un mal trago de whisky, allí solo beben agua. Para eso están junto al río.
Una cinta modesta que no tiene más aspiración que la de servir de compañía a otra de más lustre en las tradicionales sesiones dobles de la época. Floja, pero puede verse.

"La ley del hombre blanco es como las ramas, que unas veces se mueve a un lado y otras al otro".

Bastante mediocre y escasamente eficaz western, muy menor, dirigido rutinariamente por Lee Sholem, del que solo había visto "Tarzán y la fuente mágica", sorprendentemente (tras haber visto este escaso western) una de las más entretenidas de las que interpretó el bueno de Lex Barker como el "hombre mono".

Sin embargo, este western apenas tiene alicientes para su visión, como no sea la compleja personalidad del militar que tiene casi como única misión en la vida acabar con la vida de cuanto apache se cruce en su camino.
Lo interpreta con bastante tenacidad Hugh Marlowe, inolvidable protagonista de "Ultimatum a la Tierra", y algún diálogo/discusión con el protagonista tiene cierta sustancia por su ambigüedad.
Pero es lo único que tiene algo de enjundia, pues el resto es pasar los minutos sin mayor trascendencia.

Las peleas entre los apaches y los rostros pálidos son correctas, habiendo incluso algún elemento de índole sexual, deseos ocultos y frustrados, etc. Pero sin mayor ambición ni deseos de trascender.

Una peli modesta, que se puede ver pues no molesta, y se olvida de la misma.

La fotografía no está nada mal, pero incluso esta no se aprovecha por ser la mayoría de las escenas rodadas en interiores.

Una más en el gran (y en estos momentos un tanto seco) río del antaño género rey por excelencia.

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