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Adiós tierra firme

Comedia Nicolás (Nico Tarielashvili) es un joven de clase alta que prefiere pasar los días deambulando de aquí para allá por los barrios de la ciudad, apartado de la lujosa casa de campo de sus padres y en compañía de sus amigos gamberros, vagabundos, etc. Sin embargo, en uno de sus escarceos termina en la cárcel, episodio tras el cual será recogido por su familia y devuelto a su verdadero ambiente, un destino que deberá finalmente ir aceptando ... [+]
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
20 de enero de 2008
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
adiós, tierra firme es una de las pocas películas de Otar Ioseliani que se pueden ver por estas tierras, ya que esta editada en dvd.

Director de origen Georgiano (de la georgia rusa, no de la americana) y afincado en Francia, su cine recuerda a Kaurismaki y a Tati, es un cine de perdedores, una mirada triste y amarga de la sociedad, pero explicada de una forma muy humana y entrañable.
Es una película de silencios, de acciones no de palabras, de pequeñas acciones sin importancia, porque nadie le da importancia, todo transcurre con normalidad, Ioseliani desaprovecha con alegría un numero alucinante de conflictos que podrían crear un hilo argumental dramático, pero eso no le interesa, le interesa los personajes y su interrelación.
Su cine parece que sea una mezcla de tiras cómicas de periódico en tono agridulce, una radiografía de la sociedad sin aspavientos melodramáticos, es un cine de lo diario, de la vida, o de la filosofía de la vida,... sus películas son (en apariencia) sencillas, tienen un extraño aroma surrealista (en ocasiones parece que estemos viviendo un sueño) sin serlo en ningún momento.

La vida de un joven de buena familia que prefiere ocultar quien es y disfrutar la vida de la calle, trabajar, relacionarse con mendigos y ladrones, ligar con chicas,... todos los personajes relacionados con él, directa o indirectamente, crean un puzzle entrañable y mágico, una película especial, de las que hay pocas en cartelera.

Pero lamentablemente Ioseliani sigue siendo un desconocido para la mayoría de cinefilos.
Raúl
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21 de junio de 2005
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este agradable y simpático filme nos permite conocer algo del trabajo del georgiano Otar Iosseliani, un realizador que ha alcanzado cierto prestigio en el circuito internacional. Una cámara intrusa y dinámica, un montaje ligero y juguetón y las calles, recovecos y rincones de París sirven para el registro cotidiano de las vidas de un grupo de personajes que se mueven en torno a una excéntrica y disfuncional familia. Por momentos la circularidad de la historia se hace algo reiterativa y su mirada social es tal vez excesivamente reduccionista, pero de todos modos Adiós tierra firme es un atípico y atractivo mosaico de imágenes que tras su aparente simpleza argumental encierra un humor y vitalidad que a menudo recuerda a las películas mudas y el cine de Jean Renoir y Jacques Tati.
Lawrence
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12 de octubre de 2012
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otar Iosseliani es un extraño personaje: cineasta georgiano exiliado en Francia, hace películas que no se parecen a ninguna otra.

Su poética se aproxima a la de autores como Nabokov, en el sentido de que no pretende instruir ni hacer reflexionar, sino encantar, divertir, sorprender. Olvidémonos de desarrollos narrativos convencionales, de la utilización del cine como camino de reflexión crítica sobre cualquier aspecto de la llamada realidad: aquí estamos ante un arte puramente lúdico y poético, casi gaseoso.

El argumento de esta película, si cabe hablar de tal cosa, es como una variación irónica sobre el drama histórico Enrique IV de Shakespeare (una de las películas anteriores de Iosseliani es Los favoritos de la luna, cuyo título es una cita de esta obra), que Orson Welles adaptó en Campanadas a medianoche. Esta obra plantea con especial intensidad la tentación de la vida libre frente al deber (que en este caso no es sólo personal, sino de Estado, ya que el joven y disipado protagonista es el príncipe Hal, futuro rey Enrique V de Inglaterra).

La película traslada el contexto monárquico a una familia muy acomodada que vive en las afueras de París, y su ironía reside en el tratamiento de la figura del pater familias, que se aparta del modelo shakesperiano.

En muchos tramos, la película es muda, y parece fuera de cualquier época: podría haber sido rodada en 1999, o hace 50 años.

La riqueza de detalles es abrumadora: estos son precisos e inventivos, y nos trasladan a un mundo que parece extraído de los cuentos orientales, que se despliega ante nuestros ojos según una lógica que se diría musical. El encadenamiento de las imágenes y secuencias se basa a menudo en en el capricho aparente del momento, como si el director se abandonara a su espíritu de flâneur, pero siempre se impone como convincente a pesar de su falta de evidencia. La forma expresa el fondo, que no es sino un himno a la libertad.

El título de la crítica coincide con el de la película porque no veo posibilidad de mejorarlo.

Recomiendo no ver la película un domingo por la tarde, para evitar que, contagiados por su visión poética de la anarquía, de las infinitas posibilidades de placer que ofrece la existencia, caigamos en la tentación de huir al día siguiente (la siguiente película de Iosseliani, Lundi matin, insiste en estos temas). Tal vez la huida sólo sea posible a través del arte, nos susurra Otar Iosseliani.
el pastor de la polvorosa
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