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Un día en la vida de Andrei Arsenevitch (TV)

Documental Chris Marker nos acerca a la figura de su amigo y colega Andrei Tarkovsky y recoge algunos momentos del final de su vida. (FILMAFFINITY)
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
17 de marzo de 2009
39 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
A partir de un vídeo grabado durante el rodaje de “Sacrificio” en Gotland (ya usado por Sokurov en su propio trabajo biográfico: www.filmaffinity.com/es/film163373.html), Chris Marker, cuidadoso documentalista y montador, repasa sintéticamente algunas claves del cine de Tarkovsky.
En ese rodaje, meses antes de manifestarse la enfermedad mortal, se ve al director ruso totalmente enchufado, el rostro aplastado contra el visor de la cámara, por momentos sobrepuesto a la adversidad del exilio, y animado por una “alegría sobrehumana”.

La principal clave es la presencia de los 4 elementos, preferentemente el agua. Hay en el rodaje un complejo plano, el del incendio, en que intervienen integrados los cuatro, lo que exige ‘por imperativo metafísico’ una sola toma, de enorme dificultad técnica.
A diferencia del cristianismo católico, el ortodoxo, menos distanciado de la naturaleza y el cuerpo, tiene con las fuerzas elementales una cercanía casi panteísta.

Un objetivo de Tarkovsky era situar el cine al nivel de las otras artes, aspirando como la pintura o la música a la belleza pura. Ambas aparecen mucho en sus películas, en especial Leonardo y Bach. Dedicó una al pintor de iconos medieval, Andrei Rublev, a quien sorprendentemente conectó con las vanguardias rusas del XX, el Constructivismo en particular.

El espejo, como una metáfora del autorretrato misterioso, también es frecuente en sus cintas, y da título a la más autobiográfica de todas.

Así como en el Hollywood clásico el plano más usual es ligeramente contrapicado, para que las figuras se recorten contra el cielo, Tarkovsky tiende a fijarlo en un punto algo sobreelevado, entre cielo y tierra. En instantes extremos la cámara mira desde el picado absoluto, como en la fabricación de la campana en “Andrei Rublev”, el apocalipsis final (“Sacrificio”), o el vuelo alzado en perpendicular desde la isla (“Solaris”): una mirada por completo exterior y desde la altura, que Marker relaciona con la del Pantocrator juzgador.

En el salteado repaso de las 7 películas de Tarkovsky (cantidad predicha por el espectro de Pasternak en una sesión de espiritismo) se observan más constantes: la figura de la ‘otra orilla’, sobre todo en “La infancia de Iván”; la levitación, repentina e inesperada; la hierba silvestre y en desorden; las entidades espirituales que se comunican enigmáticamente con la conciencia, como La Zona, o como el océano viviente de Solaris…

Al igual que en el film de Sokurov, se ve a un Tarkovsky ya deteriorado por la quimioterapia dirigiendo el montaje de “Sacrificio” desde la clínica parisina, entre heroico y conmovedor. Son los últimos días de un creador que se sintió extranjero en esta Tierra y lo expresó con rara y profunda poesía, semejante a un ‘yurodivi’ de la tradición rusa, figura del loco santo, sabio inocente y puro, como el príncipe Mischkin, “El idiota” de Dostoievski.
Archilupo
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3 de enero de 2017
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
El primer largometraje de Andrei Tarkovsky comienza con un niño –Iván– y un árbol vivo. La grúa despega hacia la copa, sin llegar a mostrar su extremo superior. El plano rebosa de naturaleza y verdor en blanco y negro.

‘Sacrificio’ concluye con un niño tumbado junto a un árbol seco. La grúa recorre su esqueleto y, pese a la presencia verde de las hierbas, el paisaje parece desecado. El agua, al fin, se erige en última frontera.

Esos dos planos, nos dice Chris Marker, encuadran la obra completa del autor.

‘La infancia de Iván’ muestra, en su inicio, el “bautismo” del protagonista, que se lava la cara en un cubo y mira hacia su madre. ‘Sacrificio’ concluye con el mar de fondo de la muerte.

‘Un día en la vida de Andrei Arsenevitch’ es, en cierto modo, la historia de ese recorrido.

===

El documental contiene relatos memorables, como la anécdota de Stalin y María Yúdina o la sesión de espiritismo con el ánima del difunto Borís Pasternak. Ofrece la estampa conmovedora/encantadora de un Tarkovsky enfermo y sonriente. Ese contraste –o unión de contrarios– es el alma de la cinta.

El cine de Tarkovsky es especial, por su pureza y ambición, y por las cotas que alcanza de poesía fílmica. ‘Sacrificio’ admite múltiples interpretaciones: la del canon religioso (que conjunta el milagro y la plegaria), la mística o esotérica (más cerca de la brujería) y la hipótesis de una enfermedad mental. Curiosamente, todas ellas podrían confluir en la figura del ‘yurodivi’ (o idiota sagrado) del cristianismo ortodoxo ruso, inmortalizado por Fiódor Dostoyevski en su príncipe Mishkin.

‘Un día en la vida de Andrei Arsenevitch’ invita a revisar ‘El idiota’ de Akira Kurosawa y a deleitarse, una y otra vez, con los siete largometrajes de Tarkovsky. Es, además, el retrato de un artista enamorado de su arte, el arte de rodar –o esculpir en el tiempo, como gustaba decir el propio director–. Nadie como él supo apresar los elementos naturales y bogar a sus anchas entre el sueño y la vigilia en planos-secuencia legendarios.

El hombre, en su afán por trascender, suele alzar la vista a las estrellas. Los personajes de Tarkovsky (como algunos de Beckett) tratan de avanzar a trompicones y se enfangan en la tierra, en un itinerario de ida y vuelta al limo original.

“En la oscuridad también oía mejor, oía ruidos que el largo día mantenía ocultos, murmullos humanos, por ejemplo, y la lluvia en el agua.” (*)

Al contemplar el plano final de Sacrificio, pienso en el rostro enfermo de Tarkovsky. El árbol seco en primer término, el mar que ondea en la distancia –o no tan lejos, la luz deslumbra y hace de la imagen una superficie casi plana–. Dando entrada a la niebla, Andrei culmina su viaje.

Quiero creer que el agua, en ese plano, es su sonrisa.



(*) 'Mercier et Camier', de Samuel Beckett.
Servadac
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14 de marzo de 2009
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apenas un minuto de la vida privada de un gran hombre, basta para que nos sumerjamos en su corazón y en el tablero de sus batallas.
Apenas un minuto, y si ese minuto se desgaja de su lecho de enfermo, que será su lecho de muerte, entonces ese minuto vale su peso en plata.
Apenas un minuto, ¿y qué si en ese lecho recibe a su hijo, retenido en la patria natal largos años, apenas para verlo unos instantes antes del fundido final?
¿Y qué si el lecho de muerte del artista se encuentra en París, la ciudad donde César Vallejo deseó terminar sus jornadas ("Me moriré en París con aguacero")...
¿Y qué si en ese lecho de muerte el gran director ruso Tarkovski revisó el montaje de su obra postrera, la séptima película de su filmografía y su séptima obra maestra, El sacrificio?
¿Y entonces, si además de todo esto está la profecía gravitante de Pasternak, o del fantasma de Pasternak ("harás sólo siete películas, pero todas excelentes")?

Gracias Chris Marker por regalarnos el filamento dorado de ese minuto eterno.
Karlés Llord
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19 de marzo de 2011
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Andrei Tarkovsky, se le acusa de un demandado personalista, alejado de las masas, en otras palabras de que su cine, era elitista, y de difícil comprensión para la mayoría, decir eso, es no conocer verdaderamente el cine de Trakovsky, su cine no elitista, tan solo busca sensaciones del espectador ante las obras que realizaba, es decir sus películas eran sensitivas, más que intelectuales, para entender el cine de Tarkovsky, no era ser intelectual, sino una persona de gran sensibilidad, que era justo lo que buscaba, a través de sus imágenes, que golpeaban a nuestros ojos, por el impacto que provocaban.

En su cine no había nada que entender, tan solo de sentir, ser un unidad espectador-obra, mezclarse e interactuar uno con otro, Tarkovsky, en su Teoría cinematográfica esculpir el tiempo, mencionaba, que la materia prima, donde trabaja un cineasta es el tiempo, así como de un escultor el mármol, la sensación es inmediata con respecto a la obra, el cine juega con el tiempo, lo moldea, de acuerdo a lo que busca el artista, el cine atrapa el tiempo y lo usa, a su vez, para Tarkovsky, la imagen es el absoluto, es la materialización del pensamiento, estamos en otras palabras ante la dictadura de la imagen, ya que es lo es todo, el lenguaje forma parte de la imagen, ya que sin la imagen no es nada.

Chris Marker, a través de su documental, Un día en la vida de Andrei Arsenevitch,que forma parte de la colección cine de nuestro tiempo , esta rinde homenaje a uno de los grandes del cine, Andrei Tarkovsky, en donde parte una grabación sobre el rodaje del film El sacrificio, para contarnos sobre este artista que queria darle categoría de arte al cine, al igual que otras disciplinas artísticas, Marker hace un recorrido sobre el cine de Tarkovsky, desde sus inicios en la escuela de cine de Musco, hasta su ultima película, mostrándonos breves escenas de La infancia de Ivan, Andrei Rublev, Solaris, El espejo, Stalker, Nostagia, El Sacrificio, en donde nos va describiendo el cine del cineasta ruso, en las cuales trasmitía, sus aflicciones, obsesiones, amores, y sobre todo la concepción sobre la divinidad, que sutilmente a través de las imágenes o movimientos de cámara nos la mostraba.

Marker, en menos de una hora de documental, logra trasmitirnos, e introducirnos en el mundo de Tarkovsky, justamente a través de las imágenes, de pequeños pasajes de su cine, Marker hábilmente construye el relato del film, contándonos los últimos días de Andrei, con las obras de cinematográficas desde La infancia de Ivan hasta El Sacrificio, mostrándonos la forma como vivía y respiraba el cine, como en su lecho convalecencia por el cáncer, daba los últimos ajustes a su obra arte.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
dylan thomas
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3 de junio de 2013
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Admiro mucho el cine de Andrei Tarkovski y también el de Chris Marker, y quizá por eso esperaba más de este documental, que es el episodio de una serie de televisión francesa. Es muy de agradecer que se incluyan en el documental imágenes de los siete largometrajes de Tarkovski, y es muy curiosa la anécdota sobre el espíritu de Boris Pasternak, y es muy acertado enlazar el principio de la primera película de Tarkovski, "La infancia de Iván" (1962), con el final de su último largometraje, "Sacrificio" (1986). Pero me da la impresión de que Marker, en su admiración, se deja llevar por el misticismo del cine de Tarkovski, sin establecer una distancia crítica hacia el mismo. Una falta de distancia que aprecio también en las críticas sobre este documental que hay publicadas aquí, en Filmaffinity.

Por otro lado, no entiendo las diferencias que se proponen en el documental - o que se dan por ciertas- entre el cristianismo ortodoxo y el católico, en cuanto a la visión de la naturaleza, y en cuanto a dichas influencias en el cine de Tarkovski. Tarkovski hacía un cine muy personal, y creo que no hay que recurrir al cristianismo ortodoxo para explicar, o justificar, la personalísima naturaleza de su forma de ver el cine. Pero esto sólo es mi opinión personal.
Pedro Triguero_Lizana
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